Capitulo259
Rodé los ojos con fuerza, mostrando claramente mi frustración.

—De verdad, María, no sabes valorar las buenas intenciones. Si lo hubiera sabido, ni me habría molestado en venir.

Ella soltó una carcajada burlona y respondió con toda la confianza del mundo:

—Ah, ¿sí? Pues si no hubieras venido, dime, ¿dónde ibas a comer un banquete tan exquisito como este? Desde que te sentaste, no has parado de mover la boca ni un solo segundo.

En ese momento me di cuenta de que María ya había descifrado perfectamente mis intenciones.

No me molesté en sentirme avergonzado; al contrario, ya estábamos acostumbrados a este tipo de intercambio de bromas y piques.

Con una dulce sonrisa en los labios, le respondí:

—Claro, pero fue porque tú me suplicaste que viniera. Si no me hubieras rogado, yo no habría puesto un pie aquí.

De repente, un fuerte dolor me invadió por completo la pierna.

—¡Agh! — exclamé, mientras veía cómo María retiraba su pie después de haberme dado una patada directa.

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