—¿Que te ayude a encontrarlo yo? Imposible.Rechacé la idea de inmediato. —No puedo, ya te he ayudado más que suficiente. No puedes seguir tratándome de esta manera. En la vida hay uno que ser agradecido, de lo contrario, acabarás sola y sin amigos.Dentro de mí, solo quería acabar con todo esto cuanto antes, salir de inmediato del hospital y mantenerme tan lejos de esta mujer como fuera posible. No quería tener nada más que ver con ella.Así que mi negativa fue tajante y sin rodeo alguno.María me lanzó una mirada de despectiva, acompañada de un exagerado giro de ojos: —Perro.—¡Oye! bájale a los insultos.—¿Insultos? ¿Cuándo? — replicó ella con total descaro—Me acabas de llamar perro, y ahora finges que no has dicho nada.—Pero si los perritos son muy adorables. Llamarte perro es como decir que eres lindo, ¿no lo ves? Para nada fue un insulto.No podía creerlo. Ya lo estaba tergiversando todo. Claramente me había insultado, y ahora se justificaba con argumentos absurdos. ¡Era realme
—No es nada, — respondí apresurado, intentando ocultar mi nerviosismo.María se levantó de inmediato, cruzando los brazos y lanzándome una mirada furiosa y penetrante: —Estás mintiendo. ¿Acaso estabas tratando de mirarme los senos hace tan solo un momento?—¡Claro que no! — Negué rotundamente, sin dejar espacio a dudas.Sin embargo, María, con su habitual picardía, se inclinó de forma intencionada frente a mí, dejando que su escote se abriera aún más y que sus pechos voluptuosos quedaran casi al descubierto.Estaba tan cerca que podía en ese momento percibir claramente el aroma dulce y sutil de su perfume, mezclado con su fragancia natural.Desesperado, giré de repente mi cabeza hacia un lado para evitar mirarla, pero ella se movió en la misma dirección. Intenté mirar hacia el otro lado, y María, con una sonrisa juguetona, volvió a seguirme.Finalmente, no pude contener mi frustración: —¿Qué demonios es lo que quieres? ¿Cuál es tu intención?—Solo quiero comprobar algo, — respondió con
Al ver la expresión de María, sentí como si todas mis hermonas se comenzaran a alborotar de golper.—El comer y el sexo son partes inherentes de las necesidades de nosotros como humanos.Eso decía una vieja frase, y en ese momento entendí su verdad. Era algo que no podía controlar.María, con sus ojos llenos de mucha picardía, lanzó una mirada directa hacia mi entrepierna y comentó: —Y ándale a mirar, ya estás erecto otra vez, ¿no?—Entonces, ¿qué estás esperando? Ven de una vez.Mientras hablaba, hizo un movimiento insinuante levantando ligeramente su falda.Ese simple gesto me dejó hipnotizado.Quería lanzarme sobre ella en ese instante, atraparla entre mis brazos y hacerle el amor apasionadamente, sin importar el lugar ni el momento.Pasé saliva con fuerza y pregunté, dudoso: —¿Es en serio que también lo deseas? No estarás jugando conmigo otra vez, ¿verdad?—¿Tú crees que estoy jugando? Mira mi cara, ¿acaso parezco alguien que está bromeando? — María continuó con ese tono seductor,
—¿Que le regale una cadena a tu cuñada lo entiendo, pero regalarle una a su amiga? ¿Qué quieres tu con ella?Con evidente impaciencia, le respondí: —¿Y para que preguntas? ¿Acaso no puedo? No tienes por qué meterte en cosas que no tienen nada que ver contigo.Al ver mi molestia, María finalmente decidió no seguir insistiendo.Me entregó de inmediato las dos cajitas de regalo y dijo: —No pasa nada, ya no te pregunto más. Pero al menos, ¿puedes llevarme a casa? Mira cuántas cosas llevo encima. No pretenderás que tome un taxi cargando todo esto, ¿verdad?A veces detestaba mi propia personalidad. En realidad, era después de todo demasiado blando.A pesar de que María me había estado fastidiando todo el día, su mirada suplicante consiguió ablandarme, y al final no pude evitar aceptar. —Solo lo hago porque soy una buena persona, no porque me guste andar pegado a tu lado — dije mientras suspiraba y comenzaba a recoger sus bolsas. —Si fuera otra persona, ni siquiera se molestaría en ayudarte.
—¿Ah?¿Yo había dejado algo en casa de María? ¿Qué podría ser entonces?No tenía ni la menor idea, pero el simple pensamiento de ello me inquieto.Al poco tiempo, María salió de su dormitorio sosteniendo algo en la mano.Para mi sorpresa, lo que llevaba era una media.Y no era cualquier tipo de media: era una de las mías.—¿La reconoces? — me preguntó, mirándome directo a los ojos.Me puse visiblemente nervioso. —¿Yo? ¡Imposible! Ese tipo de medias son súper comunes, los venden en cualquier tienda. Además, hoy en día la gente tiende su ropa dentro de casa. ¿Cómo podría saber qué usa alguien más?—Puede ser. Quizá estoy pensando demasiado las cosas, — murmuró María para sí misma, algo pensativa.Por mi parte, no quería seguir en su casa ni un segundo más. Sentía que, cuanto más tiempo pasara allí, más probabilidades tenía de delatarme de alguna manera.—Bueno, ¿tienes algo más que necesites? Porque si no, creo que ya me voy, — dije, buscando desesperado una excusa para escapar.Pero Mar
—¿En serio te estás riendo? — dije, un poco molesto.—Vaya, parece que eres demasiado serio para este tipo de cosas, — respondió María, aún sonriendo: —Cuando digo que quiero hacer el amor contigo, no es por vengarme de ese bobo idiota de mi ex. Es simplemente porque quiero satisfacer mi deseo carnal. Así de sencillo.Su explicación me dejó al instante desconcertado.—¿Ah?Me di cuenta de que había malinterpretado por completo sus intenciones.Lo que María decía tenía sentido: era solo un impulso natural, algo que le pedía su cuerpo. Al fin y al cabo, tanto hombres como mujeres tienen necesidades sexuales, y no hay nada extraño ni vergonzoso en querer satisfacerlas.Avergonzado, me rasqué un poco la cabeza y, con el rostro enrojecido, balbuceé: —Pero... tú no sueles ser así. Que de repente me digas este tipo de cosas... es demasiado para mí. No sé cómo reaccionar a ello.María dejó escapar un leve gruñido y dijo: —Eso es porque desde el primer día que comenzaste a trabajar aqui, te atr
—¿Quieres ver algo aún más excitante? — María, recostada sobre mí, me preguntó con una voz sugerente.Acepté con entusiasmo, incapaz de controlar mi creciente expectativa.En ese preciso momento, mi mente estaba invadida por completo la emoción y la anticipación. Ya nada más importaba, ya yo estaba perdido.—Entonces espérate tantito, — dijo ella con una sonrisa traviesa.Como una gata juguetona, se deslizó fuera de mi cuerpo y bajó de la cama.Mi corazón latía con fuerza, y una idea emocionada me cruzó de inmediato por la mente: ¿Acaso planea mamármela?Mi cuerpo entero se tensó con anticipación, listo para disfrutar cada segundo.Pero, para mi gran desconcierto, María no hizo eso. En cambio, se dirigió hacia el escritorio, donde encendió su portátil.No entendía qué estaba pasando. ¿Qué está haciendo ahora? pensé.Pero, pronto lo descubrí.María había puesto un video porno, y no era cualquier video. Mostraba posiciones sexuales increíblemente difíciles, cosas que nunca había visto.M
—¡Tu problema es que eres demasiado voluble, demasiado poco amable y nada considerada! — solté sin miramientos, mi voz llena por completo de frustración.—Dices que no eres una persona dominante, pero todo lo que haces muestra precisamente lo contrario.—Con una personalidad como la tuya, ningún hombre podría soportarte.—¡Cállate de una buena vez!Nuestra discusión se tornó cada vez más intensa, las palabras lanzadas con una mezcla de enojo y desprecio.En ese preciso momento, las imágenes del video porno seguían mostrando escenas bastantes salidas de tonoPor dentro, yo ya estaba ardiendo. Sentía una fuerte mezcla de ira y excitación que me consumía, mientras los gemidos provenientes del video solo empeoraban aún más la situación.Mi pene estaba terriblemente tenso, y mi cuerpo clamaba por liberación.Pero algo en mí tenía claro que esa liberación no podía ser con la mujer que tenía enfrente.No quería volver a involucrarme con María. Solo quería alejarme lo más rápido posible de ell