La persona que llegó era una hermosa mujer de unos veintisiete u veintiocho años, con una figura alta y elegante, luciendo un par de gafas de sol de moda.

Llevaba un ajustado traje negro que resaltaba su esbelta cintura y mostraba su cuerpo ardiente y tentador en toda su plenitud.

No era otra que Clara, la hermana del señor Bravo. Clara también era una de las cuatro bellezas de Ciudad Baja, ocupando el tercer lugar en esa lista. Su sensualidad y encanto natural se manifestaban en cada gesto y movimiento, convirtiéndola en una diosa del deseo en la mente de muchos hombres.

Su aparición provocó un revuelo entre la multitud. Especialmente algunos hombres, que no podían apartar la mirada ardiente y enamorada, anhelando poseer a esta mujer tan seductora.

Incluso Christian, acostumbrado a ver bellezas deslumbrantes, no pudo evitar sentir una sensación de asombro. En su mente, aparecieron ocho palabras: hermosa como un melocotón, fría como el hielo.

Clara tenía el tipo de mujer madura y herm