No sé por qué he estado tan enojado últimamente y no puedo lidiar con eso. Efectivamente, las mujeres también tienen necesidades de intimidad, sexo y a veces de sexo duro y pasional y estas van en cambio en aumento con el pasar de los años. Estaba pensando salvajemente y comenzaba a acariciarse con las manos cuando se abrió la puerta del baño.Amanda se sobresaltó y se hundió en la bañera, cubriendo su cuerpo.— Emm interrumpo... ¿qué estás haciendo?— Lo pensé y no pude irme.— ¿Ah?Jorge se acercó a ella: — Siempre has sido tú quien me ayuda a resolver mis necesidades. Ahora ya lo sé. ¿No es bueno simplemente sentarse y no hacer nada?— Yo también puedo ayudarte a resolverlo.— ¡No, no, no! Encontraré la manera por mi cuenta, compraré algún vibrador o cosas de ese estilo, o hasta conseguir un gigolo...— ¿Un gigoló? Jorge se consterno.— No, no... solo estaba diciendo bobadas... nunca haría ese tipo de cosas. Compraré juguetes de ese estilo, ya sabes...— Pero ya era demasiado tarde
Amanda no sabía que, incluso sin llegar al último paso, él podía hacerla sentir como si subiese al cielo para ver las estrellas y después bajar directo al suelo y su realidad.Al principio, mordía sus labios para no emitir ningún sonido, sintiéndose avergonzada, pensando que era vulgar y humillante dejarse llevar. Pero él siempre encontraba la manera de hacerla ceder, con paciencia, susurrándole al oído hasta que poco a poco se dejaba ir.Incluso la animaba:—Tu voz suena como melodía para mis oídos, Ami, así te ves preciosa. Y de veras, no te pongas tan tensa, relájate un poco, o no podrás disfrutarlo entonces.—Déjate por fa llevar por mi ritmo. Ami, ¿alguna vez me has llamado "mi esposo"?De repente, le daba ahora por soltar esa pregunta absurda.—Mmm… —ella respondió con un murmullo entre jadeos, empapada en sudor, respirando con dificultad.El placer la recorría como poniéndole la piel de gallina.—Llámame "esposo", ¿sí?El cuerpo de Amanda se tensó de golpe al oír esas palabras.
Amanda dobló cuidadosamente la corbata y la guardó en el cajón.Se levantó y fue al baño, mirándose al espejo; era algo que hacía con regularidad desde que estaba con Jorge. Se sintió exhausta.Todavía tenía las mejillas enrojecidas; aunque no llegaron hasta el final, Jorge ya casi la había agotado por completo. No podía dejar de pensar en lo que le esperaba allí fuera.Apenas tuvo imagino eso, se echó agua fría en la cara rápidamente, tratando de detener su mente antes de que se descontrolara aún más.Jorge no quería llegar al final con ella. La única vez que lo mencionó fue cuando Amanda decidió contar públicamente lo que le había sucedido. Él le dijo que, a pesar de su pasado él se haría responsable de ella para siempre. Para él, era una cuestión de responsabilidad: si se deleitaba con ansias con su cuerpo, tenía la obligación entonces también de protegerla.Esa era su forma de ver las cosas, un peso que cargaba consigo y una decisión autoimpuesta. Pero en el fondo, Amanda sabía qu
Amanda se sintió un poco avergonzada al leer el mensaje de Jorge, quizás había sobre pensado. No es que la hubieran forzado, después de todo, al final también lo había hecho por voluntad propia. No podía culpar a Jorge por lo sucedido.Dudó por un momento antes de escribir su respuesta.—Solo tengo que resolver algo en el estudio, no es por otra cosa. No tienes que quedarte en el grupo, vuelve a casa esta noche conmigo.—Está bien, entonces cenamos juntos esta noche —respondió Jorge.Amanda sintió cómo le palpitaban las sienes. No es que realmente quisiera cenar con él... Pero si lo rechazaba, Jorge podría pensar que lo de la noche anterior le había dejado una espina en el corazón y sentía como se algo aún se debía arreglar. Así que no tuvo más remedio que aceptar.—A las seis, paso a buscarte —escribió él.—Tal vez esté ocupada, no sé a qué hora salga del trabajo.—No importa, te espero.Con la conversación en ese punto, Amanda ya no pudo decir nada más.Durante ese tiempo, el estudio
Justo en ese momento, Pablo llamó la atención de Amanda.—Ami, hay algo que llevo tiempo queriendo preguntarte.—Si dime, Pablo —respondió ella, tratando de mantener la compostura.—¿Quién te parece más guapo, Jorge o yo?—¡Cof, cof...! —Amanda se atragantó con la comida, haciéndola toser y golpear la mesa, hasta que los ojos se le llenaron de lágrimas.—¿A qué viene esa pregunta en este momento? —Come si quieres y luego me respondes—dijo Jorge mientras la miraba fijamente.Después de unos segundos, Amanda logró recuperarse y rápidamente contestó:—Ustedes dos son muy guapos, cada uno tiene lo suyo—respondió, buscando ser mediática.Pablo sonrió, claramente disfrutando del momento, y apoyó la cabeza en su mano mientras insistía:—Pero entre nosotros, ¿quién pues te atrae más?—Pablo... esa es una pregunta superficial e innecesaria. —trató de evadir el tema.—Anda, dilo. Yo también quiero saber —intervino Jorge. Su voz, grave y firme, tenía una cualidad hipnótica que hacía que cualqui
—Está bien, llévame a casa, estoy muy cansada —dijo Amanda, desviando el tema, sin ganas de hablar más sobre lo sucedido.Jorge la miró con resignación, pero no tuvo más remedio que llevarla de regreso en el auto.Durante el trayecto, Amanda puso la radio, así evitaba la incomodidad del silencio al estar a solas con él.Al llegar a la casa, subió directamente a su cuarto y no permitió que Jorge entrara a dormir con ella esa noche.Al día siguiente, decidió quedarse en cama más tiempo a propósito, evitando así salir al mismo tiempo que Jorge.Cuando bajó, se encontró con los empleados de la casa organizando y decorando la sala de estar.—¿Qué están haciendo? —preguntó Amanda, un poco desconcertada.—Dentro de unos días es el cumpleaños del señor Jorge. Estamos preparando todo en secreto para darle una sorpresa —respondió uno de los empleados.Amanda se dio una palmada en la frente. En su apuro y con todo el trabajo, se le había olvidado por completo que pronto Jorge cumplía años, justo
En ese momento, Amanda notó que no había nadie en la cocina preparando la cena. ¿Sería que iban a salir a comer? Mientras pensaba en eso, se escuchó el sonido de una bocina de carro afuera. Para su sorpresa, vio que Catalina había llegado junto a Jorge.Catalina, que solía ser extrovertida y habladora, estaba extrañamente callada, permaneciendo detrás de Jorge con una actitud sumisa.—Jorge, has vuelto. ¿Vamos a salir entonces a cenar? ¿Quieres que llevemos el pastel? —preguntó Amanda, tratando de aligerar el ambiente.Jorge se detuvo por un momento, mirando el pastel en la mesa con una expresión oscura.—¿Lo preparaste tú? —preguntó indiferentemente.—¿Qué pasa? —Amanda dio un paso hacia atrás instintivamente, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda ante la mirada intensa de Jorge.Catalina se apresuró a hablar:—Hermanito, Amanda no lo sabía. No la culpes. Cuando éramos pequeños, tú fuiste secuestrado en tu fiesta de cumpleaños, y casi mueres. Desde entonces, nunca has querido
—¿¡Te voy a acusar, como te atreves!? ¡Ustedes dos, vengan a ayudarme ahora mismo! —gritó Catalina, llamando a los empleados.Los sirvientes, que evidentemente estaban del lado de Catalina, se abalanzaron sobre Amanda y la agarraron. Aunque sus movimientos parecían inofensivos, Amanda podía sentir cómo aplicaban fuerza en lugares específicos, utilizando técnicas sutiles para hacerle daño sin que pareciera evidente. Mientras la sujetaban, pellizcaban sus brazos con fuerza, le apretaban los muslos y la cintura, y algunas incluso la pinchaban disimuladamente con agujas de coser.Amanda sintió un dolor punzante recorrer todo su cuerpo. Estaba siendo atacada en todos los lugares ocultos por su ropa, donde no quedaría evidencia visible.Claramente, estos empleados habían sido entrenados por Catalina de antemano, sabían exactamente cómo infligir dolor sin levantar sospechas y dejar huellas.El dolor lo sentía en su interior y era tan intenso que Amanda comenzó a sudar frío. Sabía que estaba e