El niño estaba un poco incómodo. Si sólo estaba con Amanda, su sonrisa era natural y llena de alegría. Pero ahora, con Jorge al lado, no sabía cómo sonreír, así que terminó mostrando una sonrisa forzada, enseñando los dientes y acomodando sus manos en la espalda.— Muévete un poco más hacia allá. — Jorge se colocó junto a Amanda, apartando al pequeño sin remordimientos.Amanda lo miró con reproche, pero luego abrazó al niño, acercándolo más, y ambos sonrieron para la cámara.— ¿Puedo darte un beso, señorita? — Claro que sí.El niño, emocionado, le dio un beso en la mejilla. Amanda levantó su celular para capturar el momento, pero justo cuando presionaba el botón, Jorge también se inclinó y se unió al beso. La foto quedó tomada sin que ella lo esperara. En la imagen, Amanda sonreía radiante mientras, a cada lado, el niño y Jorge le daban un beso en las mejillas.Miró a Jorge con una expresión entre sorprendida y divertida. ¿Acaso no se daba cuenta de que algo así podía malinterpretar
— Amanda, solo porque te encontraste con esa mierda de ser humano, ¿ahora pues decides que todos son iguales a esa mierda? No puedes dejar que una mala experiencia te sugestiones y no te permita sentir con naturalidad, eso es darle la victoria — dijo Jorge después de un largo silencio.— Tal vez... pero, de todos modos, no me atrevo a intentarlo de nuevo, me da miedo — respondió Amanda, con una leve sonrisa que escondía el dolor.Jorge apretó los puños sin decir nada. Su mente volvió a aquel momento, años atrás, cuando estaba en una misión y no pudo regresar a tiempo para ayudar a la familia de Amanda. Llegó tarde, solo un día, y para entonces, Lucas ya la había rescatado. Él había observado, desde las sombras, cómo Amanda, tan joven y pura, miraba a Lucas con admiración y devoción, como si fuera lo que estaba buscando. Jorge había protegido a muchas personas a lo largo de su vida, pero nunca antes había sentido que fallaba en proteger a la única persona que en verdad quería cuidar. U
Amanda estaba a punto de volverse loca. ¿Acaso no se daba cuenta de lo provocador que resultaba comportarse así? Sentía cómo la sangre subía a su cabeza sin control, su respiración se aceleraba y las orejas le ardían. Jorge, con esa intensidad que siempre parecía irradiar, le agarraba la pierna y la acariciaba lentamente. Amanda sentía cómo todo su cuerpo empezaba a aflojarse. Y como el agarre fuerte de su tobillo comenzaba a inquietarla. Inquieta, retiró su pierna apresuradamente.Jorge levantó la mirada, con desconcierto:— ¿Qué es lo que pasa? ¿Te lastimé acaso?— Es que... estás aplicando demasiada fuerza. Mejor lo hago yo.— Dímelo, y lo haré entonces con más suavidad.Sus dedos volvieron a acercarse y rozaron suavemente su pantorrilla. Amanda se apartó de nuevo, claramente incómoda.— En serio, prefiero hacerlo yo sola, es que no estoy acostumbrada.— ¿Por qué tienes la cara tan roja?— Es que... estoy solo algo cansada y quiero irme a descansar.— De acuerdo entonces, descansa.
— No... por favor no te acerques — murmuró Amanda, sintiendo el calor ascender a su rostro mientras el pulso se aceleraba.Jorge la observó con una mezcla de confusión y preocupación. Sin embargo, él respetó su petición y retrocedió un poco, permitiéndole su espacio.— Solo quería ver si la herida está bien— insistió, mostrando sus manos ásperas, curtidas por los años de entrenamiento. Y ofreciéndoselas. Amanda no pudo evitar recordar su sueño, un sueño tan vívido en el que esas mismas manos recorrían su piel con una mezcla de rudeza y ternura. Cada caricia provocaba una ola de incontroables sensaciones. La comparación entre la aspereza de sus manos y la suavidad de su piel seguía rondando su mente, y se sintió abrumada. Sus piernas se sentían débiles.Retrocedió unos pasos, sintiendo que su corazón latía a mil por hora.— Estoy bien, de verdad… no hace falta que te preocupes por mí. Créeme, estoy bien — repitió una y otra vez, tratando de convencerse tanto a sí misma como a él.Sin d
Jorge la agarro de la muñeca, su mirada era difícil de identificar por la poca luz que entraba por la ventana que daba a su espalda. Amanda se emocionó aún más. ¿Ese agarrón tenía un toque de... ¿pequeña rabia? Cuanto más Jorge evitaba su contacto, más se arrimaba.En sus sueños anteriores, él siempre había sido el dominante, y eso la dejaba sin aliento. Pero ahora, con este cambio de estilo, le gustaba aún más.— ¿Qué parte de ti no puedo tocar? — dijo Amanda, provocativa.— Amanda, ¿estuviste bebiendo? — preguntó Jorge, extrañado. De lo contrario, ¿cómo se explicaba que estuviera tan atrevida?— No, no he bebido. Es mi sueño, ¿no puedo decidir yo? Vamos, acércate, déjame cuidarte.— ¿Tu sueño?— ¿No es así?— Entonces, en tu sueño, ¿qué piensas hacer conmigo? — dijo Jorge, intentando controlar las emociones que lo invadían. Sabía que estaba jugando con fuego, pero no pudo evitar avanzar hacia las llamas.— Tú mismo lo dijiste...Jorge soltó su mano y Amanda lo jaló hacia la cama, tir
No sé por qué he estado tan enojado últimamente y no puedo lidiar con eso. Efectivamente, las mujeres también tienen necesidades de intimidad, sexo y a veces de sexo duro y pasional y estas van en cambio en aumento con el pasar de los años. Estaba pensando salvajemente y comenzaba a acariciarse con las manos cuando se abrió la puerta del baño.Amanda se sobresaltó y se hundió en la bañera, cubriendo su cuerpo.— Emm interrumpo... ¿qué estás haciendo?— Lo pensé y no pude irme.— ¿Ah?Jorge se acercó a ella: — Siempre has sido tú quien me ayuda a resolver mis necesidades. Ahora ya lo sé. ¿No es bueno simplemente sentarse y no hacer nada?— Yo también puedo ayudarte a resolverlo.— ¡No, no, no! Encontraré la manera por mi cuenta, compraré algún vibrador o cosas de ese estilo, o hasta conseguir un gigolo...— ¿Un gigoló? Jorge se consterno.— No, no... solo estaba diciendo bobadas... nunca haría ese tipo de cosas. Compraré juguetes de ese estilo, ya sabes...— Pero ya era demasiado tarde
Amanda no sabía que, incluso sin llegar al último paso, él podía hacerla sentir como si subiese al cielo para ver las estrellas y después bajar directo al suelo y su realidad.Al principio, mordía sus labios para no emitir ningún sonido, sintiéndose avergonzada, pensando que era vulgar y humillante dejarse llevar. Pero él siempre encontraba la manera de hacerla ceder, con paciencia, susurrándole al oído hasta que poco a poco se dejaba ir.Incluso la animaba:—Tu voz suena como melodía para mis oídos, Ami, así te ves preciosa. Y de veras, no te pongas tan tensa, relájate un poco, o no podrás disfrutarlo entonces.—Déjate por fa llevar por mi ritmo. Ami, ¿alguna vez me has llamado "mi esposo"?De repente, le daba ahora por soltar esa pregunta absurda.—Mmm… —ella respondió con un murmullo entre jadeos, empapada en sudor, respirando con dificultad.El placer la recorría como poniéndole la piel de gallina.—Llámame "esposo", ¿sí?El cuerpo de Amanda se tensó de golpe al oír esas palabras.
Amanda dobló cuidadosamente la corbata y la guardó en el cajón.Se levantó y fue al baño, mirándose al espejo; era algo que hacía con regularidad desde que estaba con Jorge. Se sintió exhausta.Todavía tenía las mejillas enrojecidas; aunque no llegaron hasta el final, Jorge ya casi la había agotado por completo. No podía dejar de pensar en lo que le esperaba allí fuera.Apenas tuvo imagino eso, se echó agua fría en la cara rápidamente, tratando de detener su mente antes de que se descontrolara aún más.Jorge no quería llegar al final con ella. La única vez que lo mencionó fue cuando Amanda decidió contar públicamente lo que le había sucedido. Él le dijo que, a pesar de su pasado él se haría responsable de ella para siempre. Para él, era una cuestión de responsabilidad: si se deleitaba con ansias con su cuerpo, tenía la obligación entonces también de protegerla.Esa era su forma de ver las cosas, un peso que cargaba consigo y una decisión autoimpuesta. Pero en el fondo, Amanda sabía qu