Cuando Amanda abrió los ojos, lo primero que vio fue la cara ya tan familiar de Jorge. De repente, toda la angustia acumulada se desbordó y, sin pensarlo, lo abrazó con fuerza, rodeando su cuerpo con sus brazos. Se sentía como una niña desamparada, buscando consuelo. Jorge, con el corazón destrozado al verla así, la acarició suavemente en la cabeza, murmurando palabras tranquilizadoras.— Llegué bastante tarde, por favor perdóname, no volveré a dejarte sola — dijo Jorge, con la voz cargada de culpa.Había pasado horas rastreando una pista falsa, creyendo que Amanda y Catalina habían sido secuestradas en un carrito de limpieza, pero era solo una distracción. Cuando finalmente se dio cuenta de que había sido engañado, ya era tarde. La conferencia de prensa estaba a punto de terminar cuando llegó.Amanda lloró en silencio durante un rato, dejando que toda la tensión se liberara poco a poco. Sabía que no era culpa de Jorge, cualquiera habría creído que se trataba de un secuestro, pero Luca
Amanda se quedó sorprendida por la inesperada pregunta del niño. Miró su carita pálida y su cuerpo frágil, envuelto en una bata de hospital que le quedaba demasiado grande para su corta estatura. La inocencia en sus ojos hacía que la propuesta, aunque fuera absurda, le resultara bastante enternecedora.— ¿Tu esposa? — Amanda sonrió, tratando de no reírse para no incomodarlo— . Eres muy joven, ¿no crees?El niño, con una mirada seria, asintió vigorosamente, como si su propuesta fuera lo más natural del mundo.— Cuando sea mayor, prometo cuidarte y darte todo lo que quieras. Mi mamá dice que un hombre siempre tiene que cuidar de su esposa, y yo quiero que seas tú. Dijo de manera decidida pero inocente.Amanda no pudo evitar sentirse conmovida por su determinación infantil. La propuesta era a la vez enternecedora y algo triste, probablemente el niño había oído esas palabras en casa y, en su inocencia, estaba proyectando sus deseos de ser fuerte y protector, a pesar de su estado de salud.
A los días el niño volvió a su habitación a visitarla, pero esta vez más decidido que antes. El niño la saludo y pregunto cómo se encontraba, y si le daba su mano para poder asegurarse de cuidarla. Amanda abrió los ojos de par en par, incapaz de creer lo que acababa de escuchar salir de la boca de un niño tan pequeño. ¿Acaso... sabes lo que significa y todo lo que conlleva casarse? — preguntó, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.— Ya tengo diez años, no soy un niño — dijo con seriedad, inflando el pecho— . Casarse significa que estaremos juntos para siempre. Yo te cuidaré a ti, y tú solo me cuidarás a mí.Amanda se quedó pasmada. ¿Tan solo diez añitos? El niño parecía mucho más pequeño, tal vez de seis, tan frágil y delgado que daba la impresión de estar igualmente un poco malnutrido. Y con claros signos de estar luchando contra una enfermedad jodida.— ¿Y por qué quieres casarte tan pronto? — preguntó, tratando de entender sus motivos.El niño bajó la cabeza, mostrando u
— ¿Y tiene pistola? ¿De esas que acaban con los tipos malos? — — Claro, su puntería es tan precisa que puede acertar a un objetivo a una cuadra o dos de distancia. — Amanda empezó a inventar historias sin que le temblara la voz ni un poco. El niño tenía los ojos llenos de admiración, y ni rastro del miedo que había mostrado hace un rato.— ¿Puede entonces hacerse invisible? — Por supuesto, y también trepa paredes, atrapa cosas a distancia, ¡lo maneja todo sin problemas! — ¿Y entonces lanza telarañas, como Spider-Man? — Él sabe encargarse de los malos con las mismas habilidades que tú y yo tenemos— Jorge había salido por unos diez minutos, y Amanda llevaba todo ese tiempo exagerando sin parar. Jorge llegó a su lado, pero ella se limitó a mirarlo de reojo, mientras seguía narrando sus historias, con entusiasmo.— Además, ¡él también atrapa fantasmas! Si una buena alma muere injustamente, puede bajar al infierno, negociar con el rey de los muertos y rescatarla de las garras de los
El niño estaba un poco incómodo. Si sólo estaba con Amanda, su sonrisa era natural y llena de alegría. Pero ahora, con Jorge al lado, no sabía cómo sonreír, así que terminó mostrando una sonrisa forzada, enseñando los dientes y acomodando sus manos en la espalda.— Muévete un poco más hacia allá. — Jorge se colocó junto a Amanda, apartando al pequeño sin remordimientos.Amanda lo miró con reproche, pero luego abrazó al niño, acercándolo más, y ambos sonrieron para la cámara.— ¿Puedo darte un beso, señorita? — Claro que sí.El niño, emocionado, le dio un beso en la mejilla. Amanda levantó su celular para capturar el momento, pero justo cuando presionaba el botón, Jorge también se inclinó y se unió al beso. La foto quedó tomada sin que ella lo esperara. En la imagen, Amanda sonreía radiante mientras, a cada lado, el niño y Jorge le daban un beso en las mejillas.Miró a Jorge con una expresión entre sorprendida y divertida. ¿Acaso no se daba cuenta de que algo así podía malinterpretar
— Amanda, solo porque te encontraste con esa mierda de ser humano, ¿ahora pues decides que todos son iguales a esa mierda? No puedes dejar que una mala experiencia te sugestiones y no te permita sentir con naturalidad, eso es darle la victoria — dijo Jorge después de un largo silencio.— Tal vez... pero, de todos modos, no me atrevo a intentarlo de nuevo, me da miedo — respondió Amanda, con una leve sonrisa que escondía el dolor.Jorge apretó los puños sin decir nada. Su mente volvió a aquel momento, años atrás, cuando estaba en una misión y no pudo regresar a tiempo para ayudar a la familia de Amanda. Llegó tarde, solo un día, y para entonces, Lucas ya la había rescatado. Él había observado, desde las sombras, cómo Amanda, tan joven y pura, miraba a Lucas con admiración y devoción, como si fuera lo que estaba buscando. Jorge había protegido a muchas personas a lo largo de su vida, pero nunca antes había sentido que fallaba en proteger a la única persona que en verdad quería cuidar. U
Amanda estaba a punto de volverse loca. ¿Acaso no se daba cuenta de lo provocador que resultaba comportarse así? Sentía cómo la sangre subía a su cabeza sin control, su respiración se aceleraba y las orejas le ardían. Jorge, con esa intensidad que siempre parecía irradiar, le agarraba la pierna y la acariciaba lentamente. Amanda sentía cómo todo su cuerpo empezaba a aflojarse. Y como el agarre fuerte de su tobillo comenzaba a inquietarla. Inquieta, retiró su pierna apresuradamente.Jorge levantó la mirada, con desconcierto:— ¿Qué es lo que pasa? ¿Te lastimé acaso?— Es que... estás aplicando demasiada fuerza. Mejor lo hago yo.— Dímelo, y lo haré entonces con más suavidad.Sus dedos volvieron a acercarse y rozaron suavemente su pantorrilla. Amanda se apartó de nuevo, claramente incómoda.— En serio, prefiero hacerlo yo sola, es que no estoy acostumbrada.— ¿Por qué tienes la cara tan roja?— Es que... estoy solo algo cansada y quiero irme a descansar.— De acuerdo entonces, descansa.
— No... por favor no te acerques — murmuró Amanda, sintiendo el calor ascender a su rostro mientras el pulso se aceleraba.Jorge la observó con una mezcla de confusión y preocupación. Sin embargo, él respetó su petición y retrocedió un poco, permitiéndole su espacio.— Solo quería ver si la herida está bien— insistió, mostrando sus manos ásperas, curtidas por los años de entrenamiento. Y ofreciéndoselas. Amanda no pudo evitar recordar su sueño, un sueño tan vívido en el que esas mismas manos recorrían su piel con una mezcla de rudeza y ternura. Cada caricia provocaba una ola de incontroables sensaciones. La comparación entre la aspereza de sus manos y la suavidad de su piel seguía rondando su mente, y se sintió abrumada. Sus piernas se sentían débiles.Retrocedió unos pasos, sintiendo que su corazón latía a mil por hora.— Estoy bien, de verdad… no hace falta que te preocupes por mí. Créeme, estoy bien — repitió una y otra vez, tratando de convencerse tanto a sí misma como a él.Sin d