NelAl llegar a la habitación de Beatrice, Nel entró sin tocar. Sin embargo, la imagen que la recibió le rompió el corazón, aquel que pensaba ya no tenía.Un esposo joven yacía acostado al lado de su esposa en la cama del hospital, acariciando su cabello con ternura. Al otro lado, una hermosa niña tocaba con delicadeza el vientre plano de su madre. La escena era devastadora.—¡Tía Nel! ¡Voy a tener un hermano! —Las palabras de la pequeña Lucy estallaron con entusiasmo, su voz impregnada de una alegría inocente. Nel pudo notar el orgullo reflejado en los ojos de su amante, quien evitaba mirarla de frente.—¿En serio, mi amor? ¡Qué alegría! —Nel sonrió con esfuerzo antes de volverse hacia Beatrice—. ¿Es verdad eso, Beatrice?La mujer, pálida y visiblemente desaliñada, esbozó una leve sonrisa de lado.—Sí, Wallace y yo seremos padres de nuevo —dijo, enfatizando el nombre de su esposo.Nel sintió un nudo formarse en su estómago. Cada palabra de Beatrice era una barrera, una línea que la a
AndreaAndrea sostenía el teléfono contra su oído mientras escuchaba la voz preocupada de Edward al otro lado de la línea. Él intentaba, sin éxito, convencerla de que no viajara a Los Hamptons.—Tengo un mal presentimiento —dijo él con tono serio.Ella no pudo evitar reír ante su dramatismo.—No va a pasarme nada, tranquilo. Necesito ir y tratar de conseguir más información.—Prométeme que si algo ocurre, me llamarás de inmediato.—Lo prometo. Ahora debo colgar. Dale un beso a Eve de mi parte.Edward suspiró, resignado, y se despidió a regañadientes. Apenas había colgado la llamada cuando escuchó golpes en la puerta.Respiró hondo antes de abrir.Nolan la esperaba apoyado en el marco de la puerta, con una sonrisa confiada en el rostro.—Hola, preciosa. ¿Estás lista?Andrea le devolvió una sonrisa ensayada, intentando que pareciera natural.—Hola. Sí, estoy lista. Vamos.Tomó la pequeña maleta que tenía preparada y su bolso de mano. Cerró la puerta tras de sí y siguió a Nolan hasta su
AndreaAl ingresar de nuevo, Andrea se pegó a uno de los pilares, fingiendo temor mientras su mirada escudriñaba el salón con cautela. Sus manos temblaban levemente, aunque no estaba claro si por miedo real o por el papel que intentaba interpretar. Entonces, lo vio: Nolan conversaba con un hombre obeso de rostro congestionado por la furia. Sus gestos eran bruscos, su voz una amenaza en sí misma.Con pasos calculados, Andrea se acercó, procurando no hacer ruido. Necesitaba escuchar.—Esto no se va a quedar así, Nolan —bramó el hombre, su voz impregnada de ira contenida—. Si pensaste que podías verme la cara, estás muy equivocado. No eres el único mafioso de cuarta que ha intentado estafarme.Nolan permaneció impasible, pero Andrea notó cómo apretaba los puños a ambos lados del cuerpo.—Pagué por la mercancía y no me la entregaron. Ahora atente a las consecuencias.Con un ademán violento, el hombre se giró sobre sus talones y salió del lugar, seguido por varios de sus guardaespaldas. La
Edward—Aquí estarán a salvo. Pronto vendremos a buscarlas, pero por ahora, deben permanecer escondidas.Durante el trayecto, Ed se aseguró de que su gente habilitara una casa en un suburbio de nivel medio para resguardar a las jóvenes. Sabía que pronto se desataría la cacería; no solo eran mercancía para esos traficantes, sino también testigos potenciales en un juicio.—Pero… ¿y si nos encuentran? —preguntó una de ellas con voz temblorosa.Ed negó con firmeza.—No van a encontrarlas. ¿Tienen a alguien a quien avisar?Solo dos de las jóvenes levantaron la mano. Las demás no tenían familia cercana ni a nadie en la ciudad que pudiera buscarlas. Aquel dato le resultó inquietante. Si desaparecieran, nadie preguntaría por ellas.—Bien, por favor, entreguen sus datos a mi empleado. Ahora debo salir a ver cómo está la chica que las ayudó.Pudo notar que comenzaban a calmarse, y con un leve asentimiento, se dirigió a uno de sus hombres.—Preparen dos habitaciones y denles algo de comer. Debo
Andrea Mientras en su mente se repetían una y otra vez los acontecimientos recientes, comprendía que todo pudo haber salido terriblemente mal. En cualquier momento, las cosas podrían haberse torcido, y ella estaría muerta, mientras Nel seguiría libre, impune, como si nada. Pero a pesar del riesgo, sabía que no podía darse el lujo de abandonar a aquellas chicas. No ahora. No después de haberlas visto con sus propios ojos. Edward se había marchado a regañadientes, dejándola con una sensación de soledad amarga, como si el peso de todo recayera únicamente sobre sus hombros. Ya habían pasado varios días y no tenía noticias de Nolan. Esa incertidumbre era un nudo constante en su pecho. Un sonido familiar la arrancó de sus pensamientos: la vibración de su teléfono. —¿Cómo estás? Siento no haber estado contigo ese día. ¿Podemos vernos de nuevo? Conozco lugares lindos en la ciudad. Suspiró aliviada. Nolan no sospechaba nada. Al menos, no todavía. Pero sabía que la línea entre el éx
Andrea—¿Puedo entrar?Habían pasado algunos días desde el incidente. Afortunadamente, gracias a los contactos de Edward y la intervención de un amigo médico, Beatrice no fue enviada a prisión, sino puesta bajo arresto hospitalario. Las visitas eran limitadas, pero Andrea, valiéndose de su carnet de periodista y con la autorización de las autoridades y el abogado de Beatrice, logró acceder.—Sí, claro, adelante —respondió la joven con una sonrisa tímida. Su rostro mostraba señales de agotamiento. A pesar de su esfuerzo por parecer tranquila, era evidente que no lo estaba pasando bien, y las razones eran más que comprensibles.—Hola, mucho gusto. Soy Andrea Kaplan. Bueno, ese es mi apellido de casada. Aunque ya soy viuda, todavía lo conservo —dijo mientras avanzaba hacia la cama—. Pienso llevarlo hasta el día en que la mujer que causó la muerte de mi esposo pague por lo que hizo.El tono duro y decidido de Andrea sobresaltó un poco a Beatrice, que frunció el ceño, desconcertada.—Lo la
AndreaA pesar de la promesa del abogado de que pronto vería a Nolan, aquello no había sido posible, y el tiempo seguía avanzando inexorablemente. Afortunada y desafortunadamente, el embarazo de Beatrice se complicó. Ya no fue necesario fingir: el reposo absoluto era una realidad médica, no una excusa.Sin embargo, la calma sería breve. Pronto sería citada a presentarse ante el juez.Nel no apareció ni una sola vez durante ese tiempo. Todos sabían que la sola presencia de esa mujer alteraría a Beatrice, y eso pondría en riesgo al bebé.Por su parte, Wallace contaba ahora con más tiempo libre. Edward se había asociado formalmente con él y había enviado a gerentes capacitados para apoyarlo. Aunque en un principio se acordó que sería solo mientras durara el juicio, la nueva dinámica estaba funcionando tan bien que el joven podía dedicar más tiempo a su familia sin descuidar los negocios.La estabilidad trajo consigo buenas noticias: la demanda de Nel solicitando la custodia de Lucy no pr
Andrea Tres años atrás —Aquí están las cenizas. —El hombre frente a ella le entrega una pequeña cajita. No puede creer que en algo tan pequeño pueda caber lo que queda del cuerpo del hombre que tanto amaba. «No puedo más. No puedo más. No-puedo-maaaas.» Y se derrumbó de rodillas en el suelo, con su preciado valor entre las manos. —¡Nooo! ¡Por favor! Díganme que estoy soñando, que esto es una pesadilla. ¡Por favor! ¡Felix, amor, despiértame! —Su voz desgarrada por el llanto, rompe el silencio del lugar en el que estaban. Solo se escucha de manera suave, el llanto de las mujeres que la acompañan: Su madre, su suegra y su tía. —¡Por favor cariño! Tienes que ser fuerte. —La joven las escuchaba, y a la vez no las quería escuchar. «¿Cómo me piden que sea fuerte, cuando lo que queda de mi esposo cabe en esta minúscula caja.» —Tiene que firmar esta hoja y sería todo. El sacerdote llegará en media hora, tal vez quieran esperarlo y que diga unas palabras antes que se retir