Aquella noche era diferente. Adalet miraba el cielo estrellado desde su grande ventana, aun meditando sobre lo que había venido ocurriendo en su vida; desde Bastián Myers, hasta la inesperada revelación de su madre que la convirtió en una heredera. Una sensación de calidez, como hacia tantísimo tiempo no había sentido, se había apoderado de ella, pues sus pensamientos prontamente se enfocaron tan solo en Bastián, su Bastián. A su lado, su pequeño Dante dormía plácidamente, aun abrazado a aquel oso de peluche que el amable castaño le había obsequiado horas atrás junto a muchos otros juguetes.No logrando conciliar el sueño después de tantos y tantos pensamientos que no dejaban de llegar uno tras otro con demasiada insistencia hasta su mente, se levanto de la cama para caminar hacia aquella ventana de su lujoso departamento.Su vida había dado un vuelco tras otro desde años atrás, y parecía no haber disfrutado de un periodo de paz durante demasiado tiempo. Bastián se había convertido en
El espumoso champagne y la buena comida eran siempre un gusto exquisito al paladar. La buena música, el buen ambiente, y, sobre todo, el super lujo que un lugar de categoría podía ofrecer, eran simplemente un placer que solo los más pudientes pudieran darse. El pensamiento de que solo las personas más privilegiadas eran acreedoras a tales lujos, era una constante entre los pensamientos de la seductora Rebekah Lestrange.Había nacido en una cuna de oro, simplemente había sido de esa manera. Nunca había deseado nada en la vida, al menos no hasta que lo conoció a él: Bastián Myers, el hombre que se convirtió en toda su obsesión, en todo lo más deseado y todo lo que ella pudiese simplemente desear para si misma.Aun recordaba la primera vez que sus ojos se encontraron cuando apenas eran unos niños; los suyos de miel chocaron con aquellos que asemejaban al color de las esmeraldas, y al crecer, tan solo se había vuelto más hermoso. Apuesto, varonil, caballeroso y el joven heredero de una mu
En ocasiones, los pensamientos pueden ser tanto aliados como enemigos, llevándonos por senderos casi siempre difíciles de manejar. La ansiedad que Enzo estaba sintiendo, lo hacía sentirse acorralado; necesitaba hablar con Adalet, confrontarla con la verdad que ahora conocía y reclamar los derechos que sentía sentir sobre el pequeño Dante.Manejando hacia el hogar de la pelirroja, esperaba no tener que toparse con Bastián, quería hablar con ella a solas, decirle todo lo que estaba pensando y darle una “solución” por las buenas; de negarse, entonces ya tenía armado su caso para convencer incluso al juez más estricto, no le dejaría más opción que aceptarlo de nuevo en su vida.Entrando al elegante edificio, uno de los más costosos de la ciudad, para gran alivio pudo ver qué, efectivamente, el auto de Bastián no se miraba por ningún lado. Estacionándose, se identificó en la entrada dando una buena propina al vigilante, y se encamino hacia el departamento de la orgullosa Williams.Al estar
El sol se colaba por la enorme ventana de su departamento y el canto de las aves había logrado despertarla.Adalet se incorporaba mientras se tallaba los ojos antes de abrirlos a la luz de un nuevo día. La noche anterior, si tenía que describirla, en una palabra, había sido maravillosa. Mirando a su lado, Dante aún seguía durmiendo tan plácidamente, que sentía pena por tener que despertarlo. Su hijo había pasado una gran noche jugando y comiendo como si no hubiese un mañana, y eso, la llenaba de satisfacción.También, Bastián dormía tranquilamente, abrazado a Dante como si fueran padre e hijo. Aún recordaba el desagradable momento que Enzo le había hecho pasar, y el miedo de que el hombre indagara más y supiera la verdad sobre su hijo, se apoderaba por un momento de ella.Bastián no le había cuestionado nada, tan solo se había esforzado por hacerla olvidar ese momento y no había hecho pregunta alguna al respecto; ella sinceramente esperaba ser bombardeada por las dudas del hombre, per
La noche había caído enteramente sobre la ciudad, cubriendo con su manto de penumbras cada calle, avenida o rincón de Palermo.No se escuchaba una sola alma, las calles estaban casi enteramente desiertas y solo algún par de ocasionales amantes que se ocultaban en la oscuridad para entregarse a los instintos más pasionales.La madrugada y sus secretos, envueltos en el más profundo silencio, eran testigos de aquel elegante automóvil clásico que se estacionaba frente a aquel complejo de apartamentos.Aquello era, quizás, una acción demasiado atrevida. Eran horas meramente inadecuadas y la persona de su particular interés, ya debería encontrarse durmiendo. El hombre respiraba de manera apacible, sin embargo, su corazón se encontraba latiendo a mil por hora aún cuando cualquiera que lo viese pudiera pensar que se encontraba en completa calma.Bastián Myers se pregunto mil veces más que era lo que hacía allí frente al departamento de Adalet Williams, sin atreverse a subir aquellos pisos y l
Enzo miraba el noticiero tranquilamente esa mañana, no había novedades, su abogado había hecho ya lo que tenía que hacer y esperaba que Adalet se enterará durante el día sobre el juicio que pronto daría comienzo. Pronto, el idilio que Bastián estaba viviendo con ella llegaría a su final.—Señor Stone, tiene una llamada en su despacho — decía una de las sirvientas.Levantándose de la mesa, el hombre acudió para atender la llamada, su padre no era una persona paciente, menos aún cuando estaba convencido de que este ya sabía sobre Adalet, después de todo, el rostro de la pelirroja se miraba en todas partes.En su mansión, Ernest Stone se sentía tenso, increíblemente nervioso. Su compañía acababa de entrar en un declive demasiado grave para ignorarlo, y sus más importantes clientes habían roto sus contratos con el. Todos comenzaban a darle la espalda, y los rumores sobre la baja calidad de los materiales que usaban, se habían regado como la pólvora por todas partes.De no actuar rápido, e
El cielo nuevamente se sentía gris, y las dudas se manifestaban una a una sin control. Ambos habían mentido y ocultado una verdad, y el arrepentimiento de ello se manifestaba terriblemente.Adalet miraba aquel anillo en su mano, una promesa hecha que ahora no sabía si debía de creer, se había enterado de una verdad que, quizás, le había dolido mucho más que cualquier otra cosa antes.¿Quién podría entender su dolor? Una promesa hecha después de un pasado de traiciones, dolía mucho más que la traición sufrida misma. Ella había sido culpada de algo que jamás hizo, y también, había sido una muy sufrida madre soltera por culpa de las ambiciones de otro. Quizás, no había sido sincera con Bastián, pero al menos el podría saber que ella ya había sido traicionada una vez. Saber que el hombre en quien, de manera honesta, había puesto sus amores e intenciones había jugado cruelmente con ella, la había herido en lo profundo del alma cómo nadie más lo había hecho.Una mujer podía medianamente sup
El cielo comenzaba a llorar. Adalet miraba como aquella lluvia había comenzado, y notaba como aquellas gotas de agua se resbalaban sobre el cristal de el enorme ventanal que daba hacia el jardín en donde ella y Bastián habían hecho el amor por primera vez.Gotas comenzaban a resbalar de sus mejillas, sus lágrimas se derramaban de los ojos zafiro, y ella, sintiéndose más herida y traicionada que nunca, se odio a si misma por haberse permitido enamorarse cuando ella estaba en medio de su venganza. ¿Porque le había mentido? ¿Porque no le dijo la verdad sobre el compromiso que tenía con esa mujer Lestrange? ¿Cuánto tiempo pretendía mantenerla ignorante de ello? ¿Porque se había burlado de ella de esa manera? Ninguna de aquellas interrogantes tenía una respuesta; tan solo quedaba esperar a que el tiempo sanará las heridas que ese error le había dejado. Era un hecho, Bastián Myers era tan solo un error, quizás, el más grande que había cometido porque le estaba calando en lo profundo del a