El clima seguía lluvioso y el estado emocional no parecía haber mejorado. Las nubes parecían cargadas de agua, y el sonido de los truenos era capaz de estremecer inclusive al mas valiente. Un hombre rubio observaba los enormes jardines de aquel enorme castillo casi siempre solitario. Los funerales de aquella amada tía se habían terminado, y ella ahora descansaba en paz en el cementerio.Arthur De Sussex se sentía solo; se había acostumbrado a la compañía de la única pariente a la que el realmente aprecio, e ingenuamente había esperado que su hija se quedase en Inglaterra para seguir con su legado, sin embargo, aquella hermosa mujer de cabellos de fuego, no tenía intención alguna de formar parte de ello.Había sido huérfano en su adolescencia, y siendo el único hijo de los duques de Sussex, varios de sus parientes de rango inferior intentaron hacerse con él para obtener algún beneficio. Él se había rehusado religiosamente a quedar bajo la tutela de algún pariente, sin embargo y finalme
—Desde este momento eres la nueva Baronesa de Williams —Aquella tarde finalmente había llegado a su final. Ese día, aun cuando las nubes se notaban cargadas de agua, no estaba lloviendo. Adalet miraba fijamente los hermosos paisajes que Inglaterra tenia para ofrecer desde la ventana de aquella lujosa limusina en la que estaba viajando.El evento se había terminado, al final, había decidido asistir en respeto a la memoria de su madre, pero ya habiendo terminado aquel ultimo pendiente, debía de regresar a los Estados Unidos para retomar su vida justo en donde la dejo: la venganza en contra de los Stone. Bastián observaba la seriedad de la mujer, quien ya era oficialmente la nueva Baronesa de Williams, aunque, al parecer, poco o nada le importaba a Adalet aquel ostentoso título.—¿Te encuentras bien? — cuestiono Bastián tomando la mano de la hermosa pelirroja.Adalet miro a Bastián, y sonriéndole a fuerza, asintió.—Lo estoy, al menos ya hemos terminado aquí, es hora de por fin regresar
Era un nuevo día en New York, un nuevo día para vivir, y un nuevo día para saber la verdad. Las manos le sudaban, y en su frente había pequeñas gotitas de sudor que se escurrían por su rostro debido al nerviosismo. El estómago le dolía, aunque era difícil saber si era por hambre, o por ansiedad, pues debido a ella no había logrado probar bocado alguno antes de salir de su casa hacia ese laboratorio.Le habían llamado esa mañana muy temprano, para avisarle que sus resultados estaban listos. Enzo sostenía ese sobre en sus manos, sabiendo que dentro de él estaba resguardada la verdad más grande su vida, y la respuesta que podría tanto arruinarlo como bendecirlo según lo que dijera.Escuchaba a los niños riéndose y jugando a su alrededor en aquella heladería a la que había entrado al azar para sentirse en privado y se preguntaba si el haría esas cosas con Dante de saberlo su hijo. Mirando de nuevo ese sobre, se debatía entre abrirlo de una vez o esperar a sentirse listo; tenia ya más de v
El ambiente en aquella habitación, era terriblemente tenso. El sonido de los dedos de una mano chocando contra la madera del fino escritorio, fácilmente podría sacar a cualquiera de quicio, sin embargo, la situación que el par de hombres que se habían reunido estaban enfrentando, superaba a cualquier otra cosa en ese momento.Estaban a la espera de noticias, para conocer más a fondo a la posición enemiga. Los señores Stone y Myers, no eran rivales a los que enfrentar a la ligera, y por ende se les conocía como los lobos de New York, por ello, ambos se habían reunido para decidir que era lo que se haría con aquella mujer que se suponía debería estar en prisión, condenada a pasar allí el resto de su vida.—Entonces, ¿Cómo es que te enteraste? — cuestionaba el muy serio señor Myers mientras miraba a su amigo de toda la vida, Ernest Stone.Ernest se hallaba al pie de los enormes ventanales de su despacho privado, mirando hacia el jardín que recién se hallaba humedecido debido a las lluvia
Aquella noche la luna brillaba en lo alto luciendo como una joya de plata en medio del oscurecido cielo nocturno. No había nubarrones que avisaran de alguna lluvia anticipada, y las estrellas brillaban tan intensamente que se asemejaban a pequeños diamantes. Adalet observaba aquel hermoso paisaje nocturno en el paisaje de su jardín privado en lo alto de aquel lujoso edificio de departamentos. Un par de copas de vino se dejaban ver sobre una acomodada mesa que llamaba al romanticismo y dos enamorados se miraban sin decir palabra alguna. El amor era un sentimiento demasiado complicado de entender y completamente imposible de evadir. Llegaba siempre de golpe, de manera inesperada, despertando emociones que la mayoría de las veces las personas se negaban a dejar en libertad por el miedo a resultar lastimados. El amor era tambien como una ruleta rusa, en la que nunca podrías saber lo que te podías encontrar; si un destino lleno de felicidad, o uno que te condenaría a vivir dentro de un i
En la ciudad, Enzo miraba aquellas fotografías de su ex esposa, aquellas que tan feliz había compartido en su vieja y ya inutilizada red social anunciando con felicidad sobre su pasado compromiso. Cerrando con violencia la pantalla Charles supo que el tiempo se estaba terminando…Adalet y su hijo debían estar con él, por las buenas…o por las malas.Apretando los puños, Enzo nuevamente miraba aquellas imágenes donde la desbordante felicidad de ambos parecía hacerlos brillar. Si hubiese sabido todo lo que Adalet en realidad era, jamás la habría abandonado, y su reciente y flamante verdadero apellido, parecía una burla al karma que con ella estaba pagando.Adalet lo odiaba. Y Bastian...ese maldito traidor ahora estaba con ella, disfrutando de su cuerpo...disfrutando de su amor.Habían viajado a escondidas hasta Inglaterra como toda una pareja consolidada, se habían también enamorado y eso tan solo lograba frustrarlo y enfurecerlo aún más. Estaba dolido, molesto, y nuevamente el arrepentim
Aquella noche era diferente. Adalet miraba el cielo estrellado desde su grande ventana, aun meditando sobre lo que había venido ocurriendo en su vida; desde Bastián Myers, hasta la inesperada revelación de su madre que la convirtió en una heredera. Una sensación de calidez, como hacia tantísimo tiempo no había sentido, se había apoderado de ella, pues sus pensamientos prontamente se enfocaron tan solo en Bastián, su Bastián. A su lado, su pequeño Dante dormía plácidamente, aun abrazado a aquel oso de peluche que el amable castaño le había obsequiado horas atrás junto a muchos otros juguetes.No logrando conciliar el sueño después de tantos y tantos pensamientos que no dejaban de llegar uno tras otro con demasiada insistencia hasta su mente, se levanto de la cama para caminar hacia aquella ventana de su lujoso departamento.Su vida había dado un vuelco tras otro desde años atrás, y parecía no haber disfrutado de un periodo de paz durante demasiado tiempo. Bastián se había convertido en
El espumoso champagne y la buena comida eran siempre un gusto exquisito al paladar. La buena música, el buen ambiente, y, sobre todo, el super lujo que un lugar de categoría podía ofrecer, eran simplemente un placer que solo los más pudientes pudieran darse. El pensamiento de que solo las personas más privilegiadas eran acreedoras a tales lujos, era una constante entre los pensamientos de la seductora Rebekah Lestrange.Había nacido en una cuna de oro, simplemente había sido de esa manera. Nunca había deseado nada en la vida, al menos no hasta que lo conoció a él: Bastián Myers, el hombre que se convirtió en toda su obsesión, en todo lo más deseado y todo lo que ella pudiese simplemente desear para si misma.Aun recordaba la primera vez que sus ojos se encontraron cuando apenas eran unos niños; los suyos de miel chocaron con aquellos que asemejaban al color de las esmeraldas, y al crecer, tan solo se había vuelto más hermoso. Apuesto, varonil, caballeroso y el joven heredero de una mu