–No creo que sea conveniente sacar esas fotos al público – dijo Susan, enfrentándose a lo que el cliente pudiera decir.–¿Por qué no? – cuestionaron.–No son fotos profesionales, nosotros no trabajamos así, tú lo sabes Vittorio, no es la primera vez que trabajamos juntos, ya deberías conocer las formas en las que manejamos nuestra compañía – sentenció, mientras Mathew la veía con los ojos bien abiertos desde el otro lado de la mesa.¿Acaso su hermana se había vuelto loca? ¿Por qué le estaba hablando de esa forma al cliente? – se cuestionó el hombre.–Las fotos fueron tomadas por mí, si son profesionales – aclaró.–Me refiero a todo el trabajo de producción, esas fotos fueron simples muestras, no creo que sea el trabajo que debamos dar a conocer.El gerente de Vittorio frunció el ceño y miro con confusión a Susan.–No es la primera vez que trabamos juntos, pero si es la primera vez en que hacen un trabajo tan alejado de lo que yo estoy buscando. Tu también deberías conocerme a mí, Susa
Aquel día Susan estuvo de un lado para otro tratando de distraer la mente y, sobre todo, de no pensar en Emma, estaba perdiendo la cabeza por las consecuencias que aquellas fotos tendrían en la vida de su amiga. Emma ya no era solo una empleada más de la agencia, ella se había convertido en parte del círculo social de Susan y solo esperaba que cuando toda la tormenta estallara, Emma le permitiera ayudarla, porque sin duda alguna, se iba a sentir responsable.El trabajo era trabajo, pero había ciertos momentos en donde la vida personal convergía y ahí era cuando a Susan le costaba trazar límites.El estruendo de las ruedas de la silla se escuchó cuando Susan se sentó de forma descuidada, ella le subió el volumen de la música que salía de su ordenador portátil y entonces comenzó a tararear aquella melodía mientras intentaba relajarse, pero era imposible lograrlo, tenía algo en el estómago que le generaba retortijones y no se trataba precisamente de una indigestión, si no de un presentim
–Susan, ya tengo que irme, no me siento nada bien – Emma estaba mareada, a punto de vomitar, veía borroso y su cabeza le dolía como los mil demonios.Se había prometido no beber más Martini, pero la insistencia de Susan y la excitación del ambiente la obligaron a romper aquella promesa.–¿Que? – preguntó Susan, que bailaba con un hombre y no la escuchó del todo bien.–Que tengo que irme ya – Emma bufó – ¿Sabes qué? Quédate tu si quieres, yo tomaré un taxi, con suerte me tocará uno decente que no intentará llevarme a otra dirección – balbució.–No, Emma ¡Espérame! No puedes irte sola – Susan estaba un poco más sobria, aunque eso no significaba que estuviera mejor. La verdad era que, ambas chicas se encontraban en condiciones más bien precarias.Emma no recordaba haberse sentido tan alcoholizada nunca y Susan, aunque acostumbraba a ir de fiesta a menudo, sabía que esa era una de aquellas noches de las que ella resultaba olvidando todo.–Entonces date prisa, no sé qué hora es, no sé cuá
Mientras iba conduciendo hacia empresas Neville, Dante se tomó un sorbo de agua y se tragó las pastillas, esta vez en la dosis correcta que recetó el doctor, tenía leve pinchazo al costado que le impedía manejar con normalidad y no podía darse el lujo de desfallecer como la tarde anterior, porque en ese caso no había ninguna Emma que lo salvase, por si fuera poco, estaba conduciendo por la autopista más concurrida de toda la ciudad. ¡Brr! Se escuchó la vibración del teléfono de Dante que estaba puesto sobre el asiento del copiloto, Dante lo miró de reojo, esperando que se tratase de su padre, sin embargo, en cuanto sus ojos leyeron el nombre que estaba en la pantalla, el hombre soltó un bufido y refunfuñó.–¡Ahora no, Emma! – dijo en voz alta, recordando los dolores de cabeza que le daba su esposa.Era cierto que Emma era una chica joven, que tenía derechos de divertirse, pero la inconsciencia de Emma alcanzaba limites que él no era capaz de soportar, ¿Y si le hubiera sucedido algo
–¿Qué es eso? – Axel arrebató el sobre de las manos de su hijo y entonces abrió los ojos con sorpresa al ver las provocativas fotos de su nuera – ¿Está realmente es Emma Astley? ¿No se trata de un montaje? – cuestionó confundido.Axel todavía recordaba a Emma como aquella pequeña niña de ojos grandes e inocentes que corría a su lado cuando era un bebe, para mostrarle los nuevos juguetes que su hermano le compraba.–Si, es ella – gruñó Dante, quien estaba comenzando a ver todo de color rojo – ¿De dónde sacaron esas imágenes? – preguntó a la junta directiva.En la sala se escucharon murmullos e incluso algunas risitas burlonas.–¡Están en toda la maldita ciudad, Neville! No estarás pensando que esto se trata de una trampa, ¿O sí?Dante se mordió las mejillas por dentro, la verdad era que, aunque esperaba cualquier cosa de esos hombres, también sabia lo irresponsable e inapropiada que podía llegar a ser Emma en algunas ocasiones.–Sin importar lo que yo piense, no entiendo porque estas f
Después de haber preparado algo para cenar, Emma se dio una ducha, se puso un lindo vestido y arregló la mesa para esperar a su esposo, quería que todo fuera perfecto, que las velas le dieran calidez al comedor, que las flores dieran el aroma delicioso que esperaba que inundara las salas, pero, sobre todo, quería que la comida fuera lo suficientemente perfecta para que entonces Dante perdonara lo que sucedió la noche anterior. Emma estaba dispuesta a hacer las paces, y si era posible a tener una noche romántica junto a su esposo.Después de haber caído en los brazos de Dante Neville, no quería privarse de ese privilegio por mucho tiempo más. Dante era el único hombre por el que ella se había sentido emocionada sexualmente y una vez que descubrió esa parte de sí misma, no pensaba censurarla nunca más.Mientras esperaba, Emma se sirvió una copa del vino que serviría esa noche y se la llevó a los labios mientras se acercaba a uno de los grandes ventanales de la mansión, desde allí, podía
–Me tengo que ir, Perséfone – Emma le habló a la gata, que insistía en permanecer al lado de la chica – lo siento, no es mi decisión – una de las cosas que más dolía a Emma, era tener que desprenderse de ese animal que se había convertido en parte de su familia.Emma no estaba segura de que forma, pero de alguna manera, se sentía identificada con Perséfone, ambas parecían abandonadas y dejadas a la suerte bajo la custodia de un hombre que aparentemente era incapaz de amar. Solo alguien muy malo podía echar a su esposa de casa, sin importar lo que hubiera pasado, Emma no creía que aquello tuviera justificación, mucho menos cuando sabía que ella no era la principal responsable, en realidad, en esa ocasión ella también fue engañada por Susan.La chica estaba dispuesta a irse, hasta que caminó por la mesita de la entrada del recibidor y vio la receta médica y todas las pastillas que Dante debía consumir, fue entonces cuando se dio cuenta de que no podía dejarlo solo. Dante necesitaba cuid
Emma volvió dentro de casa y se dirigió a la biblioteca, donde cerró la puerta, se puso los audífonos y se concentró en terminar con la lectura que la tenía tan atrapada. La chica leía una historia de antaño, de un hombre y una mujer que, aunque estaban enamorados, no podían estar juntos, siempre que estaban a punto de lograrlo, entonces un nuevo obstáculo se aparecía en su camino, eran obstinados, tercos y eso los llevó incluso a ser malvados en algún momento. Una parte de Emma sabía que le gustaba tanto esa historia, por lo mucho que se parecía a la suya, aunque a diferencia de aquel personaje masculino ficticio, Dante no estaba enamorado.«él ni siquiera sabe lo que quiere» se dijo a sí misma. A veces, Emma pensaba en lo complicado que era tratar de adivinar los pensamientos de Dante, él era como un enigma, o más bien, como un niño confundido atrapado en el cuerpo de un adulto que no era capaz de decidir si en realidad la amaba o por el contrario la despreciaba. Y aquello era sum