–Buenos días, Emma – cuando la chica se despertó, una de las empleadas de Dante ya estaba preparando el desayuno mientras el hombre leía el periódico diario.Dentro de la cabeza de la joven sonaba una y otra vez las últimas palabras que él le dijo la noche anterior antes de dormir, y aunque no entendió a que se refería, no había podido dejar de pensar en eso, aun así, no pensaba actuar como si siguiera afectada, de modo que la joven apareció con la frente en alto, entrando en la cocina y sirviéndose a sí misma una taza de café humeante.–Esa cosa te matará y machará tus dientes – dijo Dante con un poco de asco. El hombre estaba en contra de todo lo que no fuera saludable.–Cuando eso pase, ya estaré vieja, y no me importará. Tendré diez años más, o quien sabe – dijo con altanería, haciendo referencia a la edad que tenía Dante – cuando se está joven, hay ciertas atribuciones que una puede tomar.–Espero que siempre pienses así y nunca te arrepientas de tus palabras – dijo, ligeramente
Emma salió de la mansión de Dante en cuanto pudo, no sin antes dejarle especificaciones a la servidumbre sobre el almuerzo del hombre y el cuidado de Perséfone, que cada día se ponía más gorda debido a su barriga de embarazada. Aquella mañana, la chica aprovechó que su esposo no estaba por ahí y entonces sacó a escondidas las llaves del auto que Dante solía usar a menudo, se metió en el asiento del piloto y aunque no era una conductora diestra, logró llegar a la agencia sin tener que sobrevivir a ningún accidente de tránsito, el auto estaba intacto y aquello era un alivio, porque ella sabía que Dante amaba a ese auto.–¿Qué haces aquí? No recuerdo haberte llamado – dijo Susan con el ceño fruncido.–También me alegra verte – soltó Emma con sarcasmo. –No me refiero a eso, ¡Claro que me alegra verte! Pero es que tengo mucho trabajo represado, verte solo me hace pensar en imágenes, tomas y todo lo que debo entregar antes de que se termine esta semana – la mujer se sentó descuidadamente
–Tenía que trabajar, no tengo un auto, así que, ya que tu no deberías estar en pie, supuse que no lo ibas a utilizar. Solo lo tomé prestado por un par de horas – se explicó, mientras intentaba restarle importancia al asunto.Ciertamente la cara de Dante le decía que estaba a punto de matarla con sus propias manos y quería que de forma milagrosa él lograra entender, que no había razón para formar una tormenta de un vaso de agua.–¡Tenías que haberme dicho, Emma! – vociferó – no puedes tomar mis cosas y simplemente desaparecerte, ¡No tienes derecho de usar mis pertenencias! ¡Necesitaba el maldito auto!Emma rodó los ojos, nunca comprendió porque los hombres solían ser tan posesivos con los autos, además, con todo el dinero que Dante tenía, ya era hora de que fuera comprando algún otro auto que los ayudara en momentos como ese, por supuesto, aquello era algo que ella no se atrevía a decirle a él en voz alta, por lo menos no en ese momento.–Si tengo derecho, la ley dice que tengo derecho
Emma se acomodó en la cama y no tardó en caer en los brazos de Morfeo, poco a poco su respiración se ralentizó y su cuerpo se relajó, la chica se sentía bastante bien, y era extraño, aquella era la primera vez que dormía con Dante y siempre imaginó que aquello sería algo mucho más erótico o por lo menos incomodo y parecía todo lo contrario.Dante vio a su esposa durmiendo apaciblemente, sintió el olor a fresa que desprendía de su cabello y entonces no pudo evitar acercarse a ella, tal vez fue producto de los medicamentos que lo tenían sedado o quizá solo su subconsciente que le pedía que lo hiciera, fuera lo que fuera, Dante estaba demasiado adormilado como para cuestionarse a sí mismo, así que él simplemente se recostó en el lado bueno de su tórax y entonces pasó sus brazos sobre Emma.Aquella noche, ambos descansaron como nunca, incluso aunque afuera la lluvia caía sin clemencia y las gotas golpeaban salvajemente contra el vidrio de la habitación. Había rayos, truenos y toda una tor
–No creo que sea conveniente sacar esas fotos al público – dijo Susan, enfrentándose a lo que el cliente pudiera decir.–¿Por qué no? – cuestionaron.–No son fotos profesionales, nosotros no trabajamos así, tú lo sabes Vittorio, no es la primera vez que trabajamos juntos, ya deberías conocer las formas en las que manejamos nuestra compañía – sentenció, mientras Mathew la veía con los ojos bien abiertos desde el otro lado de la mesa.¿Acaso su hermana se había vuelto loca? ¿Por qué le estaba hablando de esa forma al cliente? – se cuestionó el hombre.–Las fotos fueron tomadas por mí, si son profesionales – aclaró.–Me refiero a todo el trabajo de producción, esas fotos fueron simples muestras, no creo que sea el trabajo que debamos dar a conocer.El gerente de Vittorio frunció el ceño y miro con confusión a Susan.–No es la primera vez que trabamos juntos, pero si es la primera vez en que hacen un trabajo tan alejado de lo que yo estoy buscando. Tu también deberías conocerme a mí, Susa
Aquel día Susan estuvo de un lado para otro tratando de distraer la mente y, sobre todo, de no pensar en Emma, estaba perdiendo la cabeza por las consecuencias que aquellas fotos tendrían en la vida de su amiga. Emma ya no era solo una empleada más de la agencia, ella se había convertido en parte del círculo social de Susan y solo esperaba que cuando toda la tormenta estallara, Emma le permitiera ayudarla, porque sin duda alguna, se iba a sentir responsable.El trabajo era trabajo, pero había ciertos momentos en donde la vida personal convergía y ahí era cuando a Susan le costaba trazar límites.El estruendo de las ruedas de la silla se escuchó cuando Susan se sentó de forma descuidada, ella le subió el volumen de la música que salía de su ordenador portátil y entonces comenzó a tararear aquella melodía mientras intentaba relajarse, pero era imposible lograrlo, tenía algo en el estómago que le generaba retortijones y no se trataba precisamente de una indigestión, si no de un presentim
–Susan, ya tengo que irme, no me siento nada bien – Emma estaba mareada, a punto de vomitar, veía borroso y su cabeza le dolía como los mil demonios.Se había prometido no beber más Martini, pero la insistencia de Susan y la excitación del ambiente la obligaron a romper aquella promesa.–¿Que? – preguntó Susan, que bailaba con un hombre y no la escuchó del todo bien.–Que tengo que irme ya – Emma bufó – ¿Sabes qué? Quédate tu si quieres, yo tomaré un taxi, con suerte me tocará uno decente que no intentará llevarme a otra dirección – balbució.–No, Emma ¡Espérame! No puedes irte sola – Susan estaba un poco más sobria, aunque eso no significaba que estuviera mejor. La verdad era que, ambas chicas se encontraban en condiciones más bien precarias.Emma no recordaba haberse sentido tan alcoholizada nunca y Susan, aunque acostumbraba a ir de fiesta a menudo, sabía que esa era una de aquellas noches de las que ella resultaba olvidando todo.–Entonces date prisa, no sé qué hora es, no sé cuá
Mientras iba conduciendo hacia empresas Neville, Dante se tomó un sorbo de agua y se tragó las pastillas, esta vez en la dosis correcta que recetó el doctor, tenía leve pinchazo al costado que le impedía manejar con normalidad y no podía darse el lujo de desfallecer como la tarde anterior, porque en ese caso no había ninguna Emma que lo salvase, por si fuera poco, estaba conduciendo por la autopista más concurrida de toda la ciudad. ¡Brr! Se escuchó la vibración del teléfono de Dante que estaba puesto sobre el asiento del copiloto, Dante lo miró de reojo, esperando que se tratase de su padre, sin embargo, en cuanto sus ojos leyeron el nombre que estaba en la pantalla, el hombre soltó un bufido y refunfuñó.–¡Ahora no, Emma! – dijo en voz alta, recordando los dolores de cabeza que le daba su esposa.Era cierto que Emma era una chica joven, que tenía derechos de divertirse, pero la inconsciencia de Emma alcanzaba limites que él no era capaz de soportar, ¿Y si le hubiera sucedido algo