Dante arrastró a Emma lejos de la sala de juntas, de hecho, en entre más caminaban la mujer más dudaba del sitio en el que por fin se detendrían, realmente industrias Neville era un edifico grande y tal parecía que Dante estaba planeando llevarla al último rincón del lugar. Aunque Emma intentó quejarse, sus palabras fueron en vano, ya que él decidió no escucharla, y por otra parte, sus zapatos de tacón altos y nuevos le impedían ejercer resistencia, de modo que a la mujer no le quedó de otra más que moverse al ritmo que ordenaba Dante.–¿Es que piensas llevarme hasta Narnia? – se quejó.–Si tengo que hacerlo, si – gruñó entre dientes, sin una pizca de diversión por el mal chiste de ella – aquí estará bien – él subió con ella por unas escaleras que daban a aquella azotea que ella ya conocía, ahí quedaba el helipuerto de industrias Neville, aquel lugar donde Dante le había prometido amor eterno a ella y al bebé.Emma sintió un escalofrío en cuanto recordó aquel momento junto a su espo
–¿Qué te pasa, bola de pelos? – preguntó Dante a la gata, que estaba echada con la mirada triste, aun cuando su cría se juntó a ella para jugar – ¿Todo bien? – el hombre se agachó a un lado de la gata y la acarició, en respuesta Perséfone soltó un maullido lastimero que preocupó aún más a su dueño.Dante vio como su cría intentó halarla del pellejo para que se pusiera en pie, pero ni aun así ella se molestó en moverse, fue allí cuando Dante se dio cuenta de que algo estaba mal con ella, aquella no era una actitud normal en Perséfone, la gata era muy activa y juguetona.Enseguida, Dante la cargó en brazos y llamó a la cría para que lo siguiera, aunque una vez que salieron de casa tambien lo sostuvo entre brazos, Zeus todavía era una bebé y no podía enfrentarse a las bacterias del jardín.–Vas a estar bien, bola de pelos, te lo prometo – aseguró, usando aquel apodo con el que Emma solía llamar al gato.Dante llevó a sus mascotas hasta su veterinario de más confianza, una vez que estuvie
Emma frunció el ceño, cruzó sus brazos sobre su pecho y lo miró fijamente con desconfianza. Aunque no dudaba de la enfermedad de Perséfone, no podía dejar de pensar en que quizá, Dante estaba tramando algo mucho más que simplemente llevarla a su casa con motivos aparentemente inocentes.–A mí no me importaba ir en dos autos diferentes – siseó.–¡Es una ridiculez, mujer! Piensa en el medio ambiente, el calentamiento global, no podemos gastar combustible solo por niñerías.Ella levantó una ceja con indignación – ¿Niñerías?–Si, que no quieras ir conmigo en el mismo auto es una niñería, aún más cuando nos dirigimos al mismo sitio – Dante solo estaba provocándola, él más que nadie sabía lo fácil que caía ella en sus provocaciones.–¡No me trates de niñata! – refunfuñó, metiéndose dentro del auto a regañadientes.La única razón por la accedió a irse con él fue para callarle la boca y dejar de escuchar su catedra sobre medio ambiente o la madurez.–¡Eres increíble! – dijo la mujer, estando
–¿Te sientes mejor? – le preguntó él a Emma.Sin embargo, Emma no contestó, solo habían bastado aquellos minutos para que Emma se hubiera quedado dormida en los cómodos asientos de cuero del auto, los últimos días la mujer había estado tan ocupada estudiando sobre finanzas que no había dormido muy bien, tampoco había estado alimentándose de la manera adecuada, y su cuerpo estaba reaccionando en respuesta de aquellos malos hábitos.Dante puso música muy bajita y entonces condujo a la mansión, de vez en cuando, cuando tenía que detenerse en algún semáforo en rojo, la miraba con el rabillo del ojo, embelesado con los bonita que se veía durmiendo.Hubo un momento en donde incluso acomodó su abrigó, que se resbaló por las piernas de la mujer, quien se le había puesto a modo de sabana para cubrirse tanto como le fuera posible, el frio de Emma no era producto únicamente de la temperatura del ambiente, si no de su cuerpo, que estaba descompensado.–Emma, hemos llegado a casa – él la sacudió s
–¿Qué estás haciendo? – preguntó Emma cuando Dante la cargó en brazos para llevarla hasta la habitación.–Voy a llevarte a la cama, te quedaste dormida sobre la mesa de comedor, y dudo mucho que esa sea una posición cómoda para ti o para el bebé – él no pensaba discutir aquello con Emma. –Tengo que irme a casa – siseó la chica con la voz pastosa y cansada.Uno de los efectos secundarios que nadie la advirtió sobre el embarazo era lo cansada que se sentía todo el tiempo, ella estaba comenzando a sentir la carga de tener a un ser vivo creciendo en su vientre, y eso que su panza no era tan grande todavía, la mujer no quería ni imaginar lo cansada que andaría cuando tuviera ocho meses y dos kilos de barriga encima.–Esta es tu casa, Emma – susurró él.Primeramente, Dante pensó en llevarla al cuarto en el que ella se quedaba sola, sin embargo, esa noche él quería quedarse con ella, quería dormir al lado de la mamá de su bebé, en el sentido más inocente y tranquilo en que podrían hacer aq
A la mañana siguiente, Dante se despertó muy temprano, justo cuando su alarma sonó, tenía algunos asuntos de trabajo por resolver y aunque la suave respiración de Emma lo invitaba a quedarse un poco más de tiempo entre las cobijas, no podía hacerlo, así que a regañadientes se puso en pie y fue hacia el bañó.Una vez allí, se desvistió, abrió el grifo del agua caliente y se metió debajo del chorro. El hombre se tomó su tiempo para bañarse, enjabonarse y enjuagarse, le gustaba pensar estando bajo el agua, era algo terapéutico.Al escuchar el agua correr tan cerca de ella, Emma abrió los ojos y se incorporó enseguida.–¿Dónde demonios estoy? – se cuestionó, mirando para todos lados, durante algunos segundos le costó reconocer que aquella era la habitación de su esposo – ¿Qué hago aquí? ¡Joder! – refunfuñó, imaginándose lo peor. Su primer instinto la obligó a revisar debajo de las cobijas, pero gracias al cielo estaba vestida, lo que significaba que nada había pasado entre ella y Dante.
Dante estuvo atento a que Emma realmente comiera, la verdad era que no le gustaba el aspecto que veía en la mujer, a pesar de su rostro sonrosado y los pocos kilos que había ganado, seguía estando presente aquella debilidad y palidez que al hombre le preocupaba, lo que menos deseaba era que su esposa o bebé estuvieran en peligro por las negligencias de Emma.–¿Cuándo tienes la próxima cita médica? – cuestionó Dante. Emma masticó con tranquilidad aquel bocado que se acababa de llevar a la boca, mientras intentaba evadir aquella pregunta. Después del primer control que tuvo con la ginecóloga ella no había vuelto al médico, a pesar de que había recibido varias llamadas de la asistente de la obstetra para confirmar las citas que ella estuvo posponiendo.–Todavía no lo sé, tengo que revisar mi calendario para confirmarlo – soltó, aclarándose la garganta.Dante frunció los ojos con desconfianza.–¿Estás segura de que te has estado cuidando como se debe? No puedes descuidar tu salud, de ti
–¡Emma! – él saludó de forma efusiva a la mujer, quien correspondió con un abrazo – no vuelvas a desaparecer.–Lo lamento mucho – ella se disculpó, aun estando pegada al pecho de Matthew, que olía a una fragancia deliciosa – nada de esto ha sido fácil.–Pero veo que te está yendo bien, es decir, mira este lugar – él señaló alrededor – aunque le hace falta un poco de ambientación, quizá una fotografía tuya en esa esquina – señaló.–Sabía que no tardarías en intentar adornar la oficina – se burló ella – pero quiero dejarla así, a pesar de todo, no me siento muy cercana a este sitio. –¿De qué hablas? – ambos tomaron asiento mientras charlaban.Mathew escuchó a Emma con atención y aunque había muchas partes de la historia que seguían sin tener sentido, consiguió llegar a una conclusión que era bastante obvia.–No eres feliz aquí, Emma, se te nota en la cara – soltó con tristeza, le costaba ver a alguien como ella, atrapada en un lugar que estaba apagando su luz interior.–Es un ambiente