Capítulo 58
En la sala de Jimena, la atmósfera estaba llena de alegría.

Sandro, sentado a la derecha de Jimena, movía lentamente los dedos sobre una elegante taza de porcelana blanca, con ojos brillantes y un brillo seductor que cautivaba a quienes lo miraban.

Sin embargo, Jimena no prestaba atención a esta belleza frente a ella. Recordaba vagamente una subasta en la que participó hace muchos años, y desde entonces no había experimentado esa atmósfera.

—He oído que hoy te has vestido especialmente hermosa para mí, ¿es verdad? —dijo Sandro con una sonrisa encantadora.

—Es mentira —respondió Jimena con firmeza.

Héctor no pudo contener la risa ante la actitud de Jimena.

—Jenny, ¿no es demasiado cruel tu respuesta?

Aunque Jimena dijo eso, Sandro pareció no importarle en lo más mínimo. Sus ojos seguían fijos en Jimena, llenos de una sonrisa.

—¿Qué te gusta? Dime y te lo compro —ofreció Sandro.

Jimena se volvió hacia él y levantó las cejas.

—¿Qué hay que puedas comprar y yo no pueda ahora mismo? —dijo
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