Un puente hacía Jena

Victoria se acercó a Darío, cuando el chiquillo vio a la niña entrando en la cocina dejo de llorar.

—¿Por qué lloras? ¿No te han dado de comer? —se fijó atrás para no ser descubierta por su madre. —tranquilo no te hare nada, solo quiero que seamos amigos, me llamo Victoria, tú eres Darío. ¿Por qué te dejaron aquí solo? Seguro aun no sabes hablar.

Camila tenía diez años, Victoria siete, era de un carácter más dulce, más curiosa, por lo que siempre estaba en problemas con sus padres. Habia un pequeño tazón en la mesa de preparar alimentos, tomo una cuchara, acerco una silla se subió en ella y comenzó a ofrecerle de comer.

Darío se quedó con la mirada fija observándola sin aceptar la comida.

—Vamos debes comer o te quedaras enano como estas ahora. —hubo una conexión especia entre ellos en ese momento.

—¡Victoria! —al escuchar su nombre dejo caer la cuchara con el bocado de papilla. La mesita del bebe se llenó de pasta verde —si mi madre te ve aquí te dará una paliza, vámonos

—Pero tiene
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