Ebrio, ¿de nuevo?

—Cuéntame, lograste que mi hermano cayera en tus encantos. —Edmundo salió detrás de un árbol como esa sombra de maldad que se percibía siempre que el encontraba cerca.

Débora se mantuvo rígida, trago saliva y negó rápidamente con la cabeza sin decir nada, estaba avergonzada de no ser sufriente mujer, femenina, encantadora, astuta o sensual que provocar a un hombre.

Devora habia vuelto al valle, casi era de mañana y la sensación de rabia no disminuía, se sentia humillada por Conan.

Peor, su cuerpo aún estaba urgido de saciar su libido.

—¿Como qué no?, me prometiste que lo recuperarías que lo apartarías de Jena.

—Todo comenzó bien, pero él no termino… —Débora se giró, abrió su vestido roto, se abalanzo sobre Edmundo, comenzó a quitarle la ropa, él la tomo de las manos —Por favor,

Suplicó desesperada, su cuerpo ardía y nada era capaz de disminuir ese ardor, solo el placer que Edmundo que como migajas podía proporcionarle. El observó su desesperación, ahora entendía a Conan esa mujer no
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