—Me duele mucho la cabeza —confesó Celeste para sí misma, sintiendo un intenso dolor.Con una expresión de angustia, Celeste se presionó la cabeza con fuerza, luchando contra el dolor que la abrumaba.Corrió al baño y se inclinó sobre el lavamanos, vomitando debido a la intensidad del malestar.—Me siento fatal —murmuró, mientras luchaba contra las náuseas.Decidida a aliviar su dolor, Celeste bajó a la cocina y buscó pastillas. Tras encontrarlas, se tomó dos aspirinas y se dirigió a su habitación.Se recostó en la cama y se colocó paños de agua fría en la parte trasera de la cabeza, en un intento por calmar el dolor. Exhausta, finalmente se dejó vencer por el malestar y cayó en un profundo sueño.En su sueño, Celeste se encontraba en un parque, donde se topó con un joven Thomoe, cuyo rostro no lograba ver con claridad.—¿Por qué lloras? —preguntó Thomoe con gentileza, notando la tristeza en el rostro de Celeste.—¿Quién eres tú? —preguntó Celeste con curiosidad, observando a Thomoe.
Mónica y Celeste dejaron de moverse al ritmo de la música y regresaron a su mesa, buscando un merecido descanso después de tanto baile.—Tengo mucha sed, me he cansado mucho. Hace tiempo que no me divertía de esta manera —comentó Celeste, sintiendo la necesidad de hidratarse.—Ve por algo de beber, yo te acompaño —ofreció Monica, notando la fatiga en su amiga.—Gracias. Sí, es cierto, casi siempre venimos al mismo lugar a escondidas de nuestros padres, pero hoy se siente diferente —reflexionó Celeste, sintiendo una extraña atmósfera en el ambiente.Ambas bebieron todo el contenido de sus vasos, sin dejar ni una sola gota.—¡Qué raro sabe esto! —observó Monica, arrugando la nariz al probar su bebida.—Sí, como si la piña estuviera pasada. Es extraño, pedimos sin alcohol, pero comienzo a sentirme mareada —comentó Celeste, sintiendo una ligera sensación de vértigo.Mientras tanto, desde lejos, Pricila observaba la escena con una expresión de desprecio.—Ahora sí, Celeste Morris, me la va
Thomoe susurró con un tono juguetón:—Oh, Tete, relájate, no respondo de mis actos —habló con una sonrisa traviesa—. Aún estamos en la discoteca, no quiero que nos vean.—Sí —respondió Celeste, asintiendo con la cabeza mientras recargaba su cabeza en el pecho de Thomoe, sintiendo su respiración agitada.Una vez que las puertas del auto se cerraron, ella se impulsó sobre él, ansiosa por más.—Thomoe, ya no resisto más, ayúdame por favor —rogó, casi suplicante.—Qué mandona eres, cariño. No puedes esperar hasta llegar a nuestra casa —respondió Thomoe con una sonrisa pícara.—¿Nuestra casa? —se sorprendió Celeste, alzando una ceja—. Pues tu amigo me dice otra cosa —murmuró, comenzando a mover sus caderas en círculos, sintiendo la tensión crecer entre ellos.—¿Estás segura de que quieres hacerlo aquí? —preguntó Thomoe, besándola debajo de la oreja y luego mordiéndola ligeramente.—Sí, sí quiero que lo hagamos aquí —afirmó Celeste.Celeste liberó a Thomoe de las ataduras de su pantalón, y
Mientras viajaban en el auto, Mónica y Dan compartían risas.Mónica jugueteaba con su cabello mientras conversaban, sus ojos brillaban con alegría.—¿Ya mero llegamos, cariño? Cuando lleguemos, te llenaré la bañera para que te des un buen baño con agua helada —anunció Dan, con cariño, mientras conducía con una mano y acariciaba la mano de Mónica con la otra.Mónica respondió con una sonrisa traviesa.—No, Dan, te quiero a ti, no un baño.La risa de Dan llenó el espacio del auto.—Solo bromeo, cariño —dijo, con una mirada cómplice hacia Mónica.Monica negó con la cabeza, divirtiéndose con la situación.—No, tú me quieres dar un baño y yo no quiero.—Mónica, ¿crees que despreciaría mi comida favorita? —preguntó Dan, con un tono juguetón, mientras giraba ligeramente la cabeza hacia ella.—¿Soy tu comida favorita? —preguntó Mónica, con una expresión juguetona y una chispa traviesa en sus ojos.—Tu sabor es mejor que la comida que prepara la madre de Celeste, y tus labios, mejor que la mar
Mónica sonrió, abrumada por la alegría que llenaba su corazón ante la confirmación de los sentimientos mutuos.—¿Por qué soy buena en esto? —preguntó Mónica, con una expresión de curiosidad en su rostro.—Eso es lo de menos. Incluso si fueras mala en esto, no cambiaría lo que siento por ti —aseguró Dan, con una sonrisa cálida.—Entonces, ¿eso significa que me amarías aunque estuviera gorda y desfigurada? —preguntó Mónica, con un tono de incredulidad en su voz.Dan soltó una carcajada, conmovido por la ternura y la inseguridad de Mónica.—¿De qué te ríes? —preguntó Mónica, intrigada por la reacción de Dan.—Eso es lo que más me gusta de tí —respondio Dan.Dan se tomó un momento para apreciar la expresión de Mónica, la forma en que sus ojos brillaban con incredulidad y diversión ante su comentario.—¿Que estoy gorda y desfigurada? ¿Dan, necesitas lentes? —preguntó Mónica, con un tono juguetón y una sonrisa traviesa, mientras levantaba una ceja con picardía.Dan dejó escapar una risa sua
Celeste se levantó de la cama con un sobresalto al darse cuenta de la hora.—Rayos, ¡rayos! ¡Es muy tarde! —exclamó, apresurándose a ponerse de pie.Sin embargo, su prisa resultó en un tropezón y, antes de darse cuenta, estaba en el suelo con un leve quejido de dolor.—¡Ay, mi trasero! —se lamentó mientras se sobaba la zona adolorida, sintiendo cada músculo resentido por la inesperada caída.Thomoe, que había estado cerca, se apresuró a socorrerla con una mezcla de preocupación y diversión en su rostro.—¿Estás bien? ¿Necesitas que te sobe? —preguntó, ofreciendo su ayuda con una sonrisa amable.Celeste, aún sintiendo el dolor, no pudo evitar reírse ante la oferta de Thomoe.—Thomoe, es muy tarde. Tengo clase, pero me duele todo el cuerpo. ¡Tú tienes la culpa, no me dejaste dormir en toda la noche! —se quejó con una mueca divertida mientras se incorporaba.Thomoe rió, disfrutando de la situación.—¡Bien que te gustó! —bromeó Thomoe, mostrando su lado bromista.Celeste rodó los ojos con
Monica apareció de repente y abrazó a Celeste con entusiasmo, provocando una risa entre sorprendida y divertida de su amiga.—¡Ay, duele! —exclamó Celeste mientras intentaba liberarse del abrazo juguetón de Monica.Dan observó la escena con una sonrisa cómplice.—Ustedes parecen dos niñas pequeñas —comentó, divertido por la efusividad de las chicas.—Pero hermosas —añadió Monica con una sonrisa, lanzándole un guiño a Dan, quien correspondió con una mirada afectuosa.—¿De qué te ríes? —preguntó Mónica, curiosa por la sonrisa de Dan.—De nada, se ven lindas —respondió Dan con sinceridad—. Me saltaré las clases; Thomoe quiere que vaya a las empresas Garrett.Monica hizo una mueca de decepción.—No te veré hoy en todo el día —lamentó, resignada ante la ausencia de Dan.Dan la tranquilizó con una promesa.—Vendré a recogerte, linda —aseguró con cariño.Celeste sonrió ante la interacción entre Dan y Monica.—Dios, qué miedo —bromeó, fingiendo dramatismo ante la despedida de Monica.—Adiós,
Wilson se detuvo por un momento, sus ojos reflejaban una mezcla de duda y melancolía mientras miraba a Celeste.—Hmm, tal vez... Adiós, Celeste —sus palabras sonaron indecisas, como si estuviera luchando con sus propios pensamientos.Confundida por su respuesta ambigua, Celeste buscó desesperadamente una explicación.—Espera, ¿qué quieres decir con «tal vez»? ¿Sabes quién soy? Por favor, dime —rogó, con una mirada ansiosa y esperanzada.Wilson la miró con cierta tristeza, como si recordara algo lejano y significativo.—Sí, eres Celeste Morris para los que te quieren Tete Morris —confirmó, su voz cargada de nostalgia y remordimiento.La mención del apellido hizo que Celeste frunciera el ceño, tratando de reconectar con su pasado olvidado.—Morris... ¿Morris? —repitió, su voz cargada de confusión y sorpresa mientras luchaba por recordar.Wilson simplemente se dio la vuelta, dejando tras de sí un rastro de incertidumbre y misterio, y se despidió con un simple «adiós linda», como si lleva