Bella Sebastian no esperó demasiado para contarle a mi hermano que yo estaría presente en la operación que se llevaría a cabo esta noche. Él, por supuesto, me miró como si hubiese perdido la cabeza. Incluso, por un segundo, realmente se lo cuestionó, pero tras un debate que duró al menos una hora, finalmente entendió que no había forma de oponerse y allí murieron sus reproches. La decisión estaba tomada. Vería caer el emporio de Gerónimo Ferragni con mis propios ojos y disfrutaría saber que la existencia de Sandro se reduciría como una insignificante escoria. Si esto era en lo que me habían convertido, entonces esto seria lo último que verían cuando se les arrebatara la gloria de sus propias manos. Me abracé a mí misma cuando la brisa entró fría a través de la ventana y caló en mis huesos. Me había sentado a solas en el balcón mientras el resto terminaba de preparar el equipamiento necesario. Tardé mucho en entender que el enlace entre Giovanna y Sebastian fuera algo de mero conv
BellaSucedió muy rápido.Arrancó jadeos, estremecimientos y miedos.Al principio pensé que podrían tratarse de imaginaciones mías. Que las casi setenta y dos horas de insomnio finalmente estaban pasando factura, pero no, la imagen era tan clara como terrorífica.Era tan real como el miedo a perder a mi prima en una batalla que a ella no le correspondía pelear.Ella no merecía ser víctima de esto.Y la mafia no podía quitarme de este modo a las personas que quería.Eché a correr….Con el aire atascado en mis pulmones y con la fuerza que mis piernas me lo permitieron.Crucé pasillos, empujé cuerpos y bajé escaleras. Luego, me detuve de súbito. Bastaba girar el pomo de la puerta y encontrarme de bruces con la escena.No iba a mentir, estaba aterrada. Aterrada hasta la médula. Compartir el mismo espacio con Sandro significaba algo demasiado grande, algo a lo que tenerle miedo.El muy canalla había encontrado la forma de ganar un amplio margen de ventaja. Su intención principal no era cau
Bella Me costó apartar los ojos de mi prima. Respiraba, si, pero si quiera se movía. Era como si todo de ella estuviese sumergido en un sueño profundo mientras que su alrededor se desmoronaba a pedazos. Una lágrima manchó su mejilla y yo no tardé en descubrir que se trataba de mis propias lágrimas cayendo sobre su piel ahora tersa y pálida. No había hecho el mínimo esfuerzo por retenerlas, tampoco por tranquilizar los insistentes y desesperantes latidos de mi corazón. Estaba a punto de creer que en cualquier momento terminaría por escupirlo. —¡Levántate, m*****a sea! —la voz de Sandro palpó a través de mi piel al tiempo que me trincaba del cabello y clavaba la punta de su pistola en mi sien. Apenas y me inmuté. No iba a hacerlo, no iba a moverme medio centímetro y dejar a mi prima sola, siquiera cuando las ganas que tenia el Vitale de atravesarse el cráneo con una bala eran muy insistentes. Ladeé la cabeza y le miré a los ojos con fijeza, sin embargo, no esperé que aquel simple y
BellaRigo había iniciado una reyerta que consiguió hacer caer a uno de los hombres de seguridad de Sandro y luego otro. El resto se cubrió y abrió fuego a todo lo que se moviese en la dirección opuesta.Sebastian se cubrió detrás de la fachada cuando una bala intentó alcanzarlo y el Vitale se resguardó con mi propio cuerpo como escudo, sabiendo así, que nadie sería capaz de dispararle si estaba yo de por medio.La sangre no tardó en salpicar por todos lados, mezclándose con la lluvia y bajando las pequeñas pendientes en la entrada trasera del hotel. Apenas y se escuchaba el ruido de los disparos con un cielo que rugía furioso y la música llenando cada espacio.Nadie allí dentro se percataba de lo que afuera sucedía. Eran ajenos al espectáculo que se llevaba a cabo a sangre fría.De repente, Rigo entró en el campo de visión de Sandro y, aunque no pude apreciar el desconcierto seguro que probablemente se había pintado en sus facciones, lo escuché maldecir por lo bajo.—Estás acabado. H
BellaNo quise contemplar la escena, por eso cerré los ojos…Hecho que me permitió dominar mis emociones y el castañeo de mis dientes por culpa del frio tétrico que se abría paso a través de mis articulaciones.Nuestras miradas se cruzaron cuando decidí abrir los ojos y percibí por un segundo como nuestro entorno se ralentizaba únicamente para nosotros. Estábamos a un solo suspiro de distancia y a una decisión de lanzarnos a los brazos del otro, sin embargo, teniéndolo tan cerca, resultó más inalcanzable que antes…Su respiración palpó en mi cara cuando se hizo el intercambio y ahora era Sandro quien tenía la vida del hombre que amaba en sus manos. La sola imagen no solo me arrancó un jadeo, sino una furia incontrolable.Grité hasta que me ardió la garganta y desaté una maldita osadía que la mafia me había regalado durante las últimas semanas. Fui más Ferragni que antes, fui tan mafia como todo lo que me rodeaba y empujé a Sebastian antes de lanzarme contra el pecho de Sandro.El muy
Bella Cuando estaba pequeña y creía en los cuentos de hadas, llegué a pensar que el amor siempre seria suficiente para enfrentar contratiempos y prepararse para las adversidades, pero no, ahora que había crecido y que aquellos cuentos no eran más que meras ficciones; comprendí que un sentimiento tan extraordinario como ese no bastaba, no si respirábamos en un mundo en el que solo sobrevivíamos. Y en el que la mafia se interponía con certeza y furor en cada segundo que corría y le arrebataba un pedazo de vida al hombre que yo había elegido para amar toda mi vida. Choqué de bruces contra mi propio colapso emocional cuando las llantas de la furgoneta chirriaron sobre la explanada y advirtieron de que habíamos llegado a nuestro destino. Luego de un trayecto que suponía veinticinco minutos en carretera, Rigo se aseguró tras el volante de que fuesen trece. Lo primero que hicieron, fue trasladar el cuerpo de Sebastian a una camilla que ya los paramédicos tenían preparada con previo aviso.
GiaEl reloj que colgaba en mi muñeca indicaba que faltaba un cuarto de hora para las cuatro de la madrugada. El frio se mecía tétrico en los pasillos y el silencio si quiera confortaba.Con las emociones atolondradas y un café caliente en la mano, entré a la pequeña sala de cámaras de seguridad y coloqué la taza sobre el escritorio. Carlo reparó en cada uno de mis movimientos y me invitó en silencio a que me acercara.Cuando lo hice, su mano rodeó mi cintura y me instó a sentarme sobre una de sus piernas. Dejó un beso sobre mi hombro descubierto y luego subió la manga de mi jersey para que me acobijara.—Te he traído café, por si no lo has notado —dije en un pequeño susurro contra su sien—. Tiene una cucharada y media de azúcar y está delicioso.—Si lo has preparado tú, por supuesto que lo está —sonrió, y a mi el corazón se me redujo a la forma en como el suyo latía contra mi brazo.Cogió la taza y dio un pequeño sorbo antes de suspirar con una mueca de mofa y fascinación.—En el pun
BellaEl pasillo de aquella improvisada sala de emergencias se llenó de un angustiante silencio que no tardó en convertirse en una reacción acelerada de mi parte.Di un paso al frente al mismo tiempo que todos me miraban conmocionados y expectantes.Cuando el doctor se quitó el gorro que completaba su uniforme y nosotros le rodeamos casi como buitres, explicó que en la operación por extraer la bala Sebastian había perdido mucha sangre y las reservas eran escasas.Necesitaba una transfusión inmediata o…Me recorrió un escalofrío, si quiera podía imaginar si llegaba a perderle.—Yo soy compatible con su grupo sanguíneo —dije, y el médico paso de mi hermano mayor hasta mi con un gesto de ligera preocupación.—Si, pero usted también ha perdido sangre y…—Le he dicho que soy compatible y eso debería bastar —murmuré bajito, y no me atreví a soportar el contacto de Mauro cuando intentó rodearme de la cintura.—Bella… —entendía perfectamente su preocupación, pero la vida de Sebastian dependía