El resto de la noche se quedó sola, y Kenneth no volvió, se había sentido bien lo que había hecho, como una experimentación, como cuando te aprendes el teorema de Pitágoras pensando que sería difícil, pero descubres que es algo que sabes en cierta manera. Se sintió como un bálsamo de agua fría cuando su cuerpo estaba ardiendo, pero a la vez se sintió abandonada cuando él no volvió.Susie se trenzo el cabello, le trajeron agua limpia, hervida y unos cuantos paños para que se limpiara, sabía que Kenneth lo había ordenado, porque habían quedados sudados de anoche, pegajosos en cierta medida, se sacó el camisón encima de la cabeza y quedo en simples calzoncillos. Se limpio la piel blanca, con los paños húmedos, y se preguntó que hubiese paso si Kenneth no se hubiese detenido. ¿La habría visto desnuda?, la verdad es que se había dejado llevar por el deseo, una simple prueba se le salió de las manos hasta anhelar y desear más. Y el desgraciado la había dejado tirada, ahí sentada, tratando d
Gabriel le ayudo a subirse al caballo, se acomodó en la silla y le acaricio el cuello a su yegua. Kenneth no apareció por ningún lado, su montura estaba lista, la traía un mozo de cuadra sujetando las riendas y Diestrie bebía agua de un cubo. Gabriel apretó el estribo a su pie, y le dio un golpecito a la yegua para luego sobarla. Susie agarro las riendas y toco el cabello del caballo, esta soltó un relinchido para luego posar sus patas en el suelo. Gabriel le ofreció una zanahoria y ella la mordió. Eso le causo gracia, que fácil era la vida de los caballos de Kenneth. De seguro daba demasiado dinero a su mantenimiento y cuidados y podía asegurar que era un fanático de los caballos. Tal vez hasta él tenía un criadero.—¿A Kenneth le gustan mucho los caballos verdad? —pregunto Susie, muy segura de su descubrimiento. Gabriel sobo otra vez a la yegua, la estaba calmando, algo como una espera hasta que fuera momento de irse. —Los ama —contesto Gabriel con una ligera sonrisa—. Su madre
Montar a caballo se le iba hacer una costumbre por las veces que le dolía el trasero, eso de ser vaquero era más de lo que ponían en los libros, como de cuerdas girando en aire tras del ganado. Y para acabarla Susie no tenía vacas, eran ciudadanos del mundo más que británicos, su padre era un escoses, era un galán en persona, con hoyuelos, que le había heredado a William, era parte de la Royal Navy, su madre lo conoció en una fiesta cuando fue a Nueva York con su familia, y quedaron prendados el uno del otro. su padre fue tras ella a Londres y se quedó, el resto era historia, boda, bebés y luego cinco años después nació ella, la bebecita, la única niña, la consentida de papi. La luz de sus ojos, la beldad de cabellos negros y de ojos azules. Y ahora después de vivir en Cambridge, ir en vacaciones a Escocia para luego vivir 5 años en Estados Unidos, estaba en un mundo nuevo cabalgando a una ciudad llamada Sibyl. Si ha Susie le hubiesen dicho que estaba comprometida desde niña, que se i
—¿Kenneth, quien es ella? —pregunto. ‹‹si Kenneth, ¿Quién es ella?, anda responde capullo›› Susie no espero a que la presentara, ya no estaban en el siglo XIX, donde las hijas esperaban a que su padre las presentase a un baile, y mucho menos en el XVIII donde las casaban por conveniencia, pero bueno que podía esperar, cuando ella estaba comprometida en pleno siglo XX. —Soy Suzanne Fisherghart —dijo extendiendo su mano derecha para que la estrechará. —Valla, que pretenciosa, esperas a que te la bese —dijo, cruzando los brazos—. No me van las mimadas. —Tienes que tomarla y luego sacudirla, hacia arriba y abajo —dijo mostrándole como con sus dos manos haciendo el movimiento—. Así lo vez, se hace cuando conoces a alguien nuevo. La mujer no le hizo caso y voltio a Kenneth con la ceja ligeramente alzada, como diciendo ‹‹bien, ¿quién es? ››, ja, que molesto y eso que Susie había soportado los desaires de Eleonor muchas veces, como para seguirle la cuenta. —Se llama Suzanne, es una viaj
Susie se remojo el cuerpo en el agua tibia de la bañera, el cabello lo tenía húmedo y con ligero olor a Lima, Mireth le había ayudado a desenredarlo, aunque en realidad no fuera una tarea ardua, si algo tenía es que su cabello siempre cedía al agua, y caía en pequeñas ondas sobre sus hombros y espalda. Gotas cristalinas se quedaban completas sobre su piel suave y cremosa que se hacían una sola en los pequeños puntitos ligeramente cafeces en su espalda. Las ventanas estaban empañadas por el vapor y las cortinas blancas del cuarto de baño estaban sujetas en listones gruesos que llegaban al piso. La caldera del agua estaba sobre la chimenea, burbujeando por la ebullición del agua, y Mireth se acercó para darle más rosas y aceites perfumados. Susie se acomodó dentro de la tina, el agua se movió ligeramente mientras el agua le llego a sus pechos, remojando toda su piel sensible por el frio y por el calor del cuarto. Se sentía rara, ser limpiada, o ser observada por tres mujeres en el cuar
Susie abrió los ojos sorprendida, el color azul celeste en todo su esplendor y abrió la boca para tratar de protestar, Mireth le dio una cara dura, apretó los labios y asintió a lo que decía mientras se dirigían a su habitación. Mireth abrió la puerta francesa del baño para dar paso al cuarto color rosa palo con flores doradas y las columnas, la chimenea estaba encendida y el vestido rojo que usaría estaba posado en la cama con dosel, esperando a que lo usara, los zapatos y las medias que se pondría estaban en el mueblecito de madera que estaba enfrente del sillón. Lanaly le desato la bata, y le ayudo a ponerse el camisón que iría de bajo del vestido, le pidió que sujetara la base de la cama para amarrarle el corset. Susie lo hizo y se sujetó fuerte cuando sintió como ella tiraba de los cordones, hasta sentir su espalda derecha y su pecho realzaba. Mireth sonrió, como una sonrisa cómplice, como diciendo ‹‹Sí. Tienes que deslumbrar esta noche››. Susie se puso el vestido rojo, con un
Susie se retorció los manos enfrente del vestido, tanto que si estuviera en casa su madre le hubiese dado un manotazo, y estuvo segura de que Mireth quería hacer lo mismo, ¿pero que podía hacer?, estaba tan nerviosa que podía tirarse de la escalera y caer dramáticamente, como estaba segura de que muchas mujeres embarazadas y que no deseaban tenerlo habían caído para perder. Pero ella no estaba embarazada, y gracias a Dios que no, porque sentía las piernas de espagueti que estaba segura de que se iba a caer por las escaleras de lo nerviosa que estaba, el vestido que traía puesto era tan largo que barría el piso, y si no estuviera ya limpio este acumularía y limpiaría el polvo. El corset lo tenía tan apretado que tuvo miedo de asfixiarse al caminar, porque sentía como su pecho subía y bajaba con su respiración. Se sentía como de esas mujeres al estilo barroco que se veían en las pinturas de los museos, con la cintura diminuta y la falda esponjosa, pero en su caso la falda no era tirada
Kenneth le miro el rostro, esperando una respuesta, ella no contesto, solo miro su plato con sopa viendo como el humo se escapaba en la habitación, lo pensó un momento, parpadeo una vez y miro ese plato humeante para contestar—: No estamos casados, no me puedes llamar tu mujer sin un papel de por medio. —Los contratos no son impedimento para mí, ya tienes mi sangre fluyendo por tu cuerpo, yo ya te di algo mío, falta que tú me des algo tuyo. —¿Qué quieres de mí? —Algo, algo que solo sea para mí y nadie más. —¿Cómo qué? —se movió del asiento incomoda, mirándolo directamente, solo a él, ignorando que Mireth estaba sentada en esa misma mesa comiendo, incomoda tal vez por la plática o peor divertida por ese intercambio de mensajes que parecían más cuestionarios sexuales que una simple conversación de mesa, tenía las mejillas tan rosadas, y Kenneth no paraba de mirarla de una manera que le hacía cosquillas en el vientre bajo, como el estómago le revoloteaba y como ese hombre hacia cruji