Capítulo 4

Capítulo 4

El mundo es muy pequeño, tanto así que las casualidades son inexistentes, todo pasa por una razón, cosa que no debemos cuestionar, solo dejar que todo siga su curso, aunque a veces este nos disguste. Como en mi caso, en el cual me hayo acorralada, se que lo que me han otorgado desde esta mañana es difícil de sobrellevar, aun mas sabiendo el odio que genere en el príncipe desde que le eche la jarra de juego encima, pero no me queda de otra que erguir la cabeza y mirar desde una vista panorámica la situación. 

Porque tengo la esperanza de sacar algo más que desgracias de esta terrible situación en la que yo solita me metí. 

Suelto un suspiro discreto escuchando los besuqueos del heredero, quien se haya a pocos metros de mí, con una chica que desconozco, por la ropa que viste, imagino debe ser de la alta sociedad, por el mal gusto que desprende, sé que alguien importante no debe ser. 

—Le queda una hora para arreglarse para la fiesta. —aviso inexpresiva, intentando no expresar mi asco hacia su persona.

Observo con seriedad como se separa de la chica, quien tiene una peluca color castaño. Esta me da una mala mirada, la cual ignoro. 

¿Y esta quien se cree? 

—Nadie me dice que hacer, iré a alistarme cuando me de la gana—espeta hincando en mi paciencia. La cual, tratándose de su irritable persona, es poca.

—Su madre me encargo estrictamente que no tuviera mas de dos horas de visita al día y que llegara puntual a todos sus eventos. Así que, le invito a la señorita a irse si no quiere que la escolten los guardias de seguridad. —amenazo levantándome. La chica me da una mala mirada, por decima vez en las dos horas que tiene aquí y se levanta enojada.

—Entrena bien a tus empleados Isaí—regaña ella como si tuviera algún derecho.

Pff, ilusa. 

—Lo siento querida, los entrenamientos para los perros. Aunque me doy cuenta que en tu casa no hicieron un buen trabajo—me burlo con una media sonrisa que termina por enojar al príncipe. Quien se levanta acercándose a paso amenazador hacia a mí. 

Los nervios se acumulan en mi pecho, pero logro levantar la cabeza recordando las palabras de la gran esposa real, la cual me ha dado autoridad sobre él. Cosa que me ayuda a no sentirme culpable de mi actitud, no suelo ser una persona tan ruda, ni de cerca, pero esta situación con el mimado me obliga.

Peor aun cuando quiere infundirme temor, sin éxito claro está. 

—¿Crees que puedes hacer lo que te de la gana? —pregunta muy cerca de mi, casi puedo sentir su aliento caliente en mis labios.

—En efecto. ¿Acaso no escuchaste a tu madre? Oh claro, tu única neurona esta fallando—hago una mueca.

Luego de eso todo pasa en cuestión de segundos, su cuerpo se acerca aún más a mi haciéndome flaquear, retrocedo conforme avanza con una sonrisa malévola que me pone nerviosa y aunque no me permito mostrarlo, se hace mas que evidente cuando la única separación que nos queda es su cuerpo del mío, su mano toma mi cuello, aprisionándome hasta el punto que se me escapa el aire.

Diosito, soy otra vez…

Pienso temerosa.

—Con que te crees muy ruda eh… niña. —se burla y mis ojos se entrecierran en su dirección, intentando fingir que no me afecta su cercanía—Apuesto que detrás de toda esa actitud te mueres por mi.

Suelta haciendo que yo lo empuje con fuerza, haciendo que apenas se tambalee. 

 —Eres un creído, no todo el mundo gira alrededor de ti—le aclaro cruzándome de brazos, pero el me ignora y sonríe con burla.

¿Se cree que por ser el príncipe heredero puede hablarme así? No señor.

—No intentes negarlo, puedo verlo detrás de toda esa actitud defensiva, estas loca por ser aquella chica que acabas de correr, le tienes envidia por que ella si puede besarme.

—No te confundas, imbécil. Solo cumplo ordenes, y mas vale que cumplas las mías si no quieres que la reina tome medidas. —espeto amenazante y el vuelve a acorralarme tan rápido que esta vez no me da tiempo de esconder mi expresión de sorpresa.

 —No me tientes—suelta en tono demandante, acercando su boca a mi oreja.

Me remuevo incomoda, sintiendo los nervios subir por mi cuerpo al tenerlo tan cerca, pero toda la molestia que tenia se duplica al escuchar un ultimo susurro en mi oído antes de separarse.

—Eso ya lo veremos, acabarás en mi cama así como la última acompañante. 

Y con eso se va en dirección a su habitación, supongo que, a alistarse para la fiesta, la cual amenaza con ser de todo menos tranquila, dado que, si Isaí es así, que está lleno de las prohibiciones y reglas que su puesto exige, no quiero ni imaginar como son las personas que lo rodean.

Me muevo en dirección a mi pequeña habitación, a cambiarme para ir presentable, pero al llegar puedo ver a la gran esposa real esperándome en la puerta.

—¿Paso algo? —cuestiono confusa por su presencia.

—Vine a avisarte que tu nueva habitación esta lista. La equipe con ropa adecuada para cualquier situación.—abro la boca sorprendida y niego.

—Majestad… no quiero tener privilegios por el nuevo puesto, aquí estoy bien, quisiera que todo esto quedara entre nosotras no puedo…

—No aceptare un no por respuesta. Debes vestirte bien para acompañar a Isaí, andando—ordena impasible.

Aprieto los labios resignada y comienzo a seguirla. Supongo que después de todo un espacio más grande no hará daño.

—¿Ha pasado algo con mi hijo?—pregunta de repente mientras caminamos por los pasillos.

—¿Por qué la pregunta?—la miro interesada y una mueca burlona muy parecida a la de Isaí se forma en su rostro.

—Tu expresión de disgusto no pasa desapercibida. 

Asiento culpable y ella suspira abriendo una puerta.

—Te hará la vida imposible, pero espero logres tu trabajo.

Me alienta dejándome dentro de la habitación donde medito sus palabras. Sacudo la cabeza minutos después para detallar el lugar y mi mandíbula amenaza con llegar al suelo.

¿Cómo me va a dar una habitación así?

El lujo que desprende no tiene nada que ver con la otra habitación, si hubiera sabido que sería así me hubiera negado, esto parece de una princesa, yo estoy muy lejos de serlo, además de que Isai se asegurará de quitarme el puesto al mínimo desliz, por suerte su madre confía en mi, sino estaría en graves problemas. 

(...)

Me muevo fuera de la habitación cuidando de no caerme, el vestido rojo escarlata se amolda perfectamente a mi figura, es bastante elegante, de mangas largas, con una abertura en las piernas, dándole un toque sexy que sin duda no pasará desapercibido para nadie, sin embargo, ese no es el punto, el punto es que estoy presentable y hermosa, algo que me pregunto es ¿Como Georgina sabe mi talla? 

Toda la ropa está adecuada para mi, extrañamente. 

Levanto la mirada al escuchar una puerta siendo abierta, mis ojos chocan con los de Isaí, quien camina en mi dirección, me pongo recta al darme cuenta de ese hecho y me pongo mi máscara de indiferencia, la cual él ya ha puesto incluso antes de llegar a mi lado.

—¿De verdad esto es necesario? 

Pregunta en un bufido, como si le molestara mi simple presencia.

—¿Debo responder a eso?—ruedo los ojos intentando mantener mi paciencia intacta.

Diosito, que se porte bien, porque sino me vere en la obligación de mandartelo antes de tiempo.

—Mantente lejos de mi.

Espeta dándome una mirada de reojo, mientras entramos al auto ya preparado.

—Para tu información, soy tu acompañante, debo estar al menos a un metro de ti. 

Sonrío irónica mientras dirijo mi mirada a la ventana.

—¿Eres niñera o acompañante?—se burla y yo respiro profundo para no insultarlo.

—Por lo que veo debo lidiar con un niño.

Isaí entrecierra los ojos en mi dirección y no dice nada más, dando por finalizada nuestra disputa. 

¡Al fin! Este idiota me sacará canas verdes.

Minutos después nos encontramos en un antro, las luces moradas y azules se ven desde la puerta de entrada, hay muchos autos, todos lujosos, dándome a saber que aquí no hay gente como yo, y si de algo estoy segura, es que Isaí no escatimara esfuerzos en recordarmelo. 

—Trata de no hablar mucho.

Pide, le doy una mala mirada mientras entramos y por suerte, la musica no me ensordece al hacerlo.

Examino el lugar con lentitud, sin perder de vista al príncipe, quien parece buscar a alguien, la luces son tenues y a pesar de ser un famoso antro, no hay muchas personas.

Puedo adjudicarlo al hecho de que viene nada más y nada menos que el heredero al trono de Egipto. 

Sin embargo lo descarto al ver a dos personas más vestidas de manera similar, con coronas sobre sus cabezas, arrugo las cejas prestando atención a sus personas, sus posturas son elegantes, y son todos muy atractivos, por lo que supongo también pertenecen a la realeza. 

—Isaí ¡Amigo!—saluda uno de ellos dándole un abrazo. El otro se mantiene en silencio mientras me da una mirada que me molesta.

—André, ¿Como van las 

cosas en Francia?—interroga y así deduzco quien es el sujeto.

El príncipe de Francia. 

—No mejor que aquí sin duda—alaga.

Estoy a punto de rodar los ojos cuando la mirada del chico se centra en mi.

—¿Quien es tu bella acompañante?

Pregunta e Isaí rueda los ojos.

—La niñera que me puso mi madre, como si lo necesitara—menciona con fastidio y el chico silba.

—Yo quiero una así. 

Me adelanto para quedar al lado de Isaí quien me da una mirada de advertencia, sin embargo lo ignoro. 

Me acerco al francés dándole una mirada de arriba abajo y lo próximo que digo hace que el rostro de mi trabajo cambie a uno enojado.

—Si, te ves como alguien que necesita que lo cuiden, si tus neuronas sirven tan poco como las de tu amigo, serás el próximo tener niñera. 

—Wow, tiene agallas la chica. ¿De dónde la sacaste?—lejos de parecer ofendido, el francés me sonríe con una mirada suspicaz, que me hace ver que es más que cuerdo.

Uh, me gusta.

—Vamos por un trago.

Refunfuña el pelinegro caminando en dirección contraria, los otros dos asienten notando que esta a punto de explotar de la irritación, pobrecito.

Lo sigo de cerca, evitando que parezca que vengo con el, dado que desde que llegamos muchas miradas se posaron en nosotros.

Femeninas en su mayoría.

Lo cual no me sorprende en absoluto.

Pido que me sirvan un trago y segundos después lo tengo enfrente. 

Mis pensamientos se van por un momento hacia la vez que vine a un lugar así, en ese entonces mis hermanas no me odiaban tanto, tan siquiera me toleraban, además de que mi madre les decía que debían llevarme con ellas.

Creo que fue una de las cosas que más le molestaban. 

Suspiro alejando esos pensamientos y giro mi cabeza en dirección a Isaí, quien bebé a gusto con sus amigos, las copas van y vienen, por lo que luego de un rato me siento a su lado, ni siquiera se da cuenta, por lo ocupado que está con una chica.

Sin embargo su amigo no me quita la mirada de encima. Lo ignoro dándole una mirada al que sirve las copas, quien se haya sirviéndole la siguiente a Isaí, frunzo el ceño al notar como saca algo de su bolsillo y lo echa en la bebida, nadie se da cuenta, ninguno de ellos.

Ya deben estar pasados de copas.

Isaí toma la copa que le ofrecen pero entonces yo me adelanto tirandosela al suelo. 

Todo el lugar queda en completo silencio, y el susodicho me mira como si quisiera desaparecerme de la faz de la tierra. 

—¿Que diablos te pasa?—espeta levantando a la chica de su regazo, la cual también quedó toda llena de vino

—Luego te explico, creo que es hora de irnos—le ordeno pero el bufa.

—Si vas a explicarme algo, hazlo aquí, con mis amigos presentes, ellos tienen derecho de saber.

Dice como niño pequeño. Repito profundo negando y el se cruza de brazos.

—Cierto, estás loca, no hay manera de que tengas una explicación para tirarme la copa, más que la envidia que le tienes a cualquier chica que se me acerca.

Y asi anima a todos los que están a su alrededor para que me abucheen.

—No voy a discutir con un borracho, además... ¿Envidia? Busca una excusa más creíble.

—¡Vamos! Di la verdad.

Grita llamando otra vez la atención de todos.

Que me trague la tierra porfavor.

¿Que hice para merecer esto?

—La verdad es que te han puesto algo en la bebida, posiblemente veneno o droga imbecil, vámonos, antes que llame para que alguien más se encargue de tus berrinches.

Le tomo brazo jalandolo, sin embargo se suelta de golpe.

—¿No será que tu me lo echaste y luego te arrepentiste?—especula mirándome arrogante.

—Dejate de tonterías. 

Señalo la salida y el niega.

—Trataste de envenenarme. 

Señala y puedo saber lo borracho que está, seguramente se caerá dentro de poco. 

—Vamos Isaí.—le hago señas a los guardias para que se lo lleven y les doy un asentimiento de cabeza a sus dos amigos.

Los cuales me miran con pena.

Si señores, me gano el premio a la mejor niñera. 

Minutos después ya nos hayamos en el auto, en dirección al castillo, Isaí no tarda mucho en dormirse, sin embargo ni me inmuto. 

Que se rompa el cuello si quiere, bastante he hecho en mi primer día de trabajo.

Al llegar al castillo me bajo con cansancio, ayudando al guardia a sacar a un borracho y parlanchín príncipe a quien quiero darle una buena cachetada.

Idiota, ¿Por qué tengo que cargar con el ahora? Me hubiera quedado con mi trabajo en el jardín.

Suspiro aliviada una vez que estamos en su habitación, donde la reina llega observando con reproche a su hijo.

—Algún día te mandaré a un internado militar si no le haces caso a Akila. 

Se queja y yo le doy una sonrisa agotada.

—Lo siento.

—No es tu culpa—niega dándose la vuelta para salir de la habitación pero entonces el idiota no puede quedarse callado.

—Ella me intentó envenenar madre, despidela—arrastra las palabras.

Su madre alza las cejas en mi dirección y mis mejillas enrojecen.

Raios.

Esperaba no tener que explicar ese pequeño detalle. 

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