Akila Dankworth
El ruidoso sonido del despertador hace su entrada en mi alcoba, gruño contra las sábanas sintiendo mi cuerpo dolorido, el trabajo del día de ayer sin duda no fue fácil, y hoy no promete ser distinto, dado que la jardinería aquí en el palacio es agotadora.
Nunca en mi vida tuve que trabajar pesadamente, siempre tuve trabajos de medio tiempo, pero no se compara a trabajar aquí, pero sin duda estoy agradecida.
Si no fuera por Milah estaría en la calle, o debajo de un puente. Cosa que sería en exceso peligrosa, las calles de El Cairo no son las más seguras, sin embargo, no es eso lo que me preocupa ahora, sino el temor de que la advertencia dada anteriormente por el príncipe se cumpla.
Ya ha demostrado lo peligroso que puede ser, puede que un día de estos no sea mi cuello el que este en riesgo.
Me levanto minutos después cansada de escuchar el irritante sonido del despertador, el cual no apagué, dado que si lo hago esta la posibilidad de quedarme dormida otra vez.
Dirijo mis pasos al baño, restriego mis ojos empezando a apresurarme, sabiendo que no me queda mucho tiempo para empezar el día de trabajo. Aún no he hablado con Milah, pero sospecho que debe haber un día libre a la semana, tan siquiera para tomar un respiro del ajetreo del palacio, debo admitir que me extrañan muchas cosas aquí, incluyendo la hermana del príncipe, estoy segura que se llevaría un buen regaño si el supiera que habló conmigo, aunque es poco probable. Ese idiota no ve más allá de su propia nariz.
Rio un poco por mis propios pensamientos y salgo de la ducha peinando mi cabello, quisiera dejarlo crecer, pero sería demasiado evidente, notarían que no es una peluca, no me arriesgare a tener que cortarlo.
Busco en la mesa de noche el uniforme, exactamente igual al de ayer, solo que limpio y planchado, ¿Por qué me dieron otra vez este?
Acabara hecho un desastre como el anterior, además de que no es muy cómodo para el trabajo de jardinería, sin embargo, no es como si vaya a quejarme, Milah ya tiene suficiente con tener que lidiarme.
Dejo de divagar al ser consciente de que debo irme ya, me pongo los pequeños zapatos de tacón y salgo de la habitación luego de chequear que está todo bien.
Empiezo a caminar en dirección a la cocina y una vez allí saludo a Milah con una sonrisa, esta deja sus quehaceres acercándose a mi alegre.
—Buenos días Akila. ¿Cómo dormiste? —cuestiona al llegar frente a mí.
—Bien, solo tengo algunos dolores —señalo mi espalda con una mueca.
Milah sonríe incomoda y asiente.
—Es un trabajo pesado, pero te acostumbraras —afirma.
«Lo dudo» pienso de inmediato, pero solo asiento, no quiero causar más problemas. Milah me invita a comer antes de irme al jardín y empezar el trabajo junto con Yim, lo hago con rapidez y voy directo al jardín una vez que termino.
Al llegar allá saludo a Yim quien se ve bastante atareado, comentando que pronto habrá un importante evento que requiere la mejor presentación dado que será aquí mismo, por lo que me dedico a hacer todo lo que me pide ignorando el incesante dolor en mi espalda por el esfuerzo.
Pero luego de lo que calculo yo como dos horas, una inesperada visita se hace presente sorprendiendo a todos los empleados que se hallan en el jardín. Hago rápidamente una reverencia en dirección a la gran esposa real quien camina con lentitud, enfundada en un precioso vestido color azul cielo que resalta sus delicadas facciones, a pesar de su edad, está bastante conservada.
—Majestad, es un placer recibirla aquí. ¿Se le ofrece algo? ¿Hay algún problema? —pregunta Yim, con evidente preocupación mientras se acerca a ella.
La reina pasea su mirada por todos nosotros, algunos detienen sus tareas, en cambio yo me mantengo atenta; pero sin dejar de mover el abono.
—No hay ningún problema, solo vine a buscar a una de tus ayudantes —declara la soberana.
Cierro los ojos con temor, sospechando que puede ser por el tema del príncipe, los abro al sentir una presencia cercana a mí.
Alzo los ojos hacia la gran esposa real, quien me da una sonrisa amable.
—¿Te molestaría acompañarme jovencita?
Niego levantándome muy rápido, limpiando mis manos.
«Diosito, soy yo otra vez, sálvame» pienso temerosa, mientras sigo a la reina quien se mueve ágilmente por los pasillos del palacio hasta llegar a un salón de baile, arrugo el entrecejo confusa y acepto su invitación a sentarme.
—¿He hecho algo malo? —pregunto temerosa y sin dejarla responder vuelvo a hablar—. Además de lo de ayer.
La melodiosa risa de la mujer frente a mí, llena el lugar desconcertándome aún más de lo que estoy. ¿De qué me perdí?
—Tranquila, no es nada de eso —afirma con una sonrisa y señala el lugar—. ¿Sabes qué es esto? —interroga y yo arqueo las cejas.
—Un salón de baile.
«No entiendo ni papas». Pienso, distraída, observando la gran sala.
—Sí, pero más que eso, este es el salón donde mis hijos aprenden todo. Este salón no ha sido renovado en mucho tiempo, por qué aquí mi marido y su padre aprendieron todo lo que necesitaron para ser buenos reyes —relata, mirando a su alrededor.
—No es que sea malagradecida, pero… ¿Por qué me cuenta esto? —cuestiono, sintiendo mi corazón al borde del colapso.
—Tengo una propuesta para ti Akila —dice de golpe sorprendiéndome.
—¿Ah…? ¿Cómo…? —intento hablar desconcertada, pero me callo.
Es obvio que ella tiene acceso a todo, incluyendo los nombres de sus empleados
—¿Qué propuesta? —pregunto confundida, sin dejar de mirarla.
Los ojos de la gran esposa real se clavan los míos, y un suspiro. Para mí es suficiente para saber que no es cualquier cosa.
—Ayer pude ver qué tipo de persona eres Akila, y mi hija me lo confirmo, tienes carácter e inteligencia —alaga y yo sonrío levemente—. Como te habrás dado cuenta, a pesar de que mi hijo ha sido enseñado aquí, aún tiene mucho que aprender. Se ha juntado con personas de su mismo estatus social y eso lo ha hecho cada vez más arrogante. Yo no tengo tiempo para guiarlo ahora, mucho menos a la edad que tiene, por lo que necesito tu ayuda.
—¿Mi ayuda? ¿Yo que puedo hacer? —cuestiono, aún más confusa sin dejar de mirarla.
—Quiero que enseñes a mi hijo, tu trabajo será estar con él todo el día, asistir con él a cualquier evento. Enséñale tu persona, para qué él tome tu ejemplo y aprenda que para ser rey hace falta más que ser el heredero —termina de decir, y mi boca amenaza con llegar al suelo.
—¿Cómo haré eso?, además... ¿Cómo sabe qué, él aceptará? No quiero problemas —admito con temor esto último.
—No tiene que aceptarlo, yo me encargaré de todo. No te preocupes, estarás protegida. Tu único trabajo será imponer tu carácter sobre él, que no haga lo que quiera, incluso voy a poner prohibiciones y autoridad sobre ti —afirma casi suplicando.
—Está bien, pero no puedo asegurar nada majestad —advierto mirándola fijamente.
—No tienes que hacerlo, créeme Akila este es un intento desesperado mío por qué él cambie. Temo las medidas que mi esposo pueda tomar si no. Te daré tu pago por adelantado —dice, y yo abro los ojos como platos.
—¿Mí qué?
La reina debe notar mi expresión de sorpresa por lo que ríe.
—No es nada, después de todo estás dejando tu trabajo aquí por acompañar al cascarrabias de Isaí —menciona como si nada.
Asiento un poco mareada por tanta información, y la reina se levanta caminando hacia la puerta, la sigo torpemente hasta que estamos fuera.
—¿Cuándo inicio? —pregunto, y la gran esposa real sonríe alegre.
—Justo ahora. Vamos para que te cambies y luego le daremos la noticia a Isaí.
La sigo sin poder negarme y me preparo mentalmente para lo que se viene.
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Muevo mis pasos con sumo nerviosismo mientras la gran esposa real camina a mi lado, mis ojos se mantienen en movimiento, inquietos por lo que se avecina, que es nada más y nada menos, el enfrentamiento que seguro tendré con Isaí.
Georgina me dijo que le temiera, que desechara cualquier tipo de emoción y me mantuviera firme, por qué sería a partir de ahora su autoridad, sinceramente eso no es lo complicado, si no hacer que el acate mis órdenes.
Pero como decía mi madre. Existe lo difícil, mas no lo imposible.
Al llegar al patio del palacio, no puedo evitar examinar esta área; que, aunque esté llena de plantas, también se puede apreciar apenas entras que este lugar se usa para tiro al blanco.
Varias personas incluyendo guardias se hayan allí, sin embargo, al avanzar mi vista se clava en el príncipe, quien se haya concentrado en el blanco a unos metros de él.
El sudor resbala por su pecho desnudo, manifestándonos que tiene un buen rato practicando, debo admitir a pesar del disgusto que me causa es un chico atractivo, para mi desgracia.
Al estar a poca distancia de él, casi me quedo sin aire al escuchar a la reina gritar. «Ha llegado el momento», repito en mi cabeza sin saber cómo reaccionar.
—Isaí.
Sus ojos inmediatamente se desvían hacia donde estamos, pasan de su madre a mí y allí se quedan, mi corazón late con desespero al notar su mirada feroz, esa que advierte que nada bueno saldrá de esto.
—¿Algún problema madre? —pregunta, acercándose mientras se seca el sudor.
—Para nada, solo venia a presentarte a tu nueva tutora y acompañante —avisa sonriente.
Isaí se paraliza, mirando estupefacto a su madre.
—¿Qué? Bromeas ¿no?
—Claro que no. Ella será tu acompañante durante el día, también te enseñará a bailar para el próximo viernes. Debes obedecerla, ¿Me entendiste? —espeta ella con autoridad e Isaí niega enojado.
—No será mi acompañante, además, ¿Recuerdas que paso con la última? —replica alzando las cejas.
—Eso fue tu culpa, además que aquella chica desde el principio quería saltarte encima.
Observo la discusión cual juego de tenis y veo como se sigue negando. «Esto no está funcionando… esto no está funcionando» repite mi cabeza, una y otra vez.
—¿Y si me niego? —pregunta él retador, mirando a su madre quien no cambia su expresión.
Parece acostumbrada a estos berrinches.
—Convenceré a tu padre de cambiar de opinión —termina de hablar tan segura, que hasta yo me lo trago.
Y todos pensarían lo mismo al ver la reacción de Isaí, la cual es mejor de lo que esperaba.
—Bien. Más tarde tengo una fiesta en casa de Lewis —avisa y su madre asiente sonriente, como si no acabara de amenazar a su hijo mayor con quien sabe qué.
Observo cómo se da la vuelta, por lo que me apresuro a seguirla, no sin antes ver la mirada enfadada de Isaí, quien está a dos segundos de votar humo por las orejas.
Creo que el problema creció.
Capítulo 4El mundo es muy pequeño, tanto así que las casualidades son inexistentes, todo pasa por una razón, cosa que no debemos cuestionar, solo dejar que todo siga su curso, aunque a veces este nos disguste. Como en mi caso, en el cual me hayo acorralada, se que lo que me han otorgado desde esta mañana es difícil de sobrellevar, aun mas sabiendo el odio que genere en el príncipe desde que le eche la jarra de juego encima, pero no me queda de otra que erguir la cabeza y mirar desde una vista panorámica la situación.Porque tengo la esperanza de sacar algo más que desgracias de esta terrible situación en la que yo solita me metí.Suelto un suspiro discreto escuchando los besuqueos del heredero, quien se haya a pocos metros de mí, con una chica que desconozco, por la ropa que viste, imagino debe ser de la alta sociedad, por el mal gusto que desprende, sé
La tensión se siente en el ambiente conforme pasan los segundos, las palabras no salen de mi garganta mientras mis ojos se mantienen fijos en mi jefa, quien arquea las cejas con diversión, creo que dentro de sí sabe que su hijo esta medio loco y que buscara la ocasión perfecta para hacerme desaparecer de su vida.Pero no, mi cielo, apenas he empezado.—¿Hablamos fuera querida? —señala y yo asiento.Una vez estamos afuera, cierro detrás de mí, no sin antes soltar un suspiro, que más que de cansancio es para soltar un poco de los nervios que traigo.—Déjeme explicarle—me adelanto.Sin embargo en vez de recibir un interrogatorio, como se esperaba, en su lugar lo sustituye una estruendosa carcajada que me deja confusa.—Akila, sé que no hiciste
Las cosas imposibles siempre le ocurren a las personas simples, justo ahora puedo comprobarlo más que nunca y lo adjudico al hecho de que estoy viviendo en el palacio una vida que no me corresponde, este nunca ha sido mi mundo, nunca he estado interesada en algo más allá de una vida sencilla con apenas lo necesario, y por sobre todo, algo indispensable que siempre he anhelado.Paz.Porque en mi opinión, esta es la única que puede darte felicidad en medio de la tormenta.Un día leí una frase en uno de los libros que había en la biblioteca, esta decía “La vida no se trata de sobrevivir a una tormenta, se trata de bailar bajo la lluvia”Y más razón no puede tener, porque la vida está llena de dificultades, y a mí me han tocado algunas de las peores. Las cuales incluyen perder a mis padres. 
Akila DankworthEn tregua decía.Soy una completa ilusa al creer que todo sería color de rosa luego de que Isaí me diera bandera blanca, aunque las cosas no están como cuando el rey, me llamó, las incontables reuniones del príncipe me tienen irritada, sin contar con que sigo viviendo en el palacio. Por lo menos en las noches cuando ya el príncipe se va a dormir me queda algo de tiempo libre para hablar con Milah y Yim.Otra cosa que me ha hecho los días menos tedioso es la visita de Alina, la princesa es todo un espectáculo además de muy divertida. Hoy es mi mudanza a un departamento cerca del palacio, Georgina comprendió que no puedo estar tan involucrado con ellos como los demás empleados, menos con el disgusto que tiene el rey hacia mi, seguro que si se le pierde un alfiler me acusa de haberlo robado y directo me manda a la cárcel.Aún así algo dentro de mi aún quiere quedarse aquí, en la familiaridad que tengo ahora aquí en palacio, sin embargo las dudas y los problemas me ponen e
~0~Dicen que hay oportunidades que se presentan solo una vez en la vida, ¿no? Esas que contra todo pronóstico hay que tomar.Pues eso fue lo que me pasó, la oportunidad de una nueva vida se abrió frente a mis ojos, dándome esperanza. Por qué... Luego de perder a mi madre y, no mucho después a mi padre, era lo peor que me había pasado. Por lo menos, eso fue lo que creí, hasta que mis hermanas decidieron echarme de casa, alegando que yo solo estorbaba allí. Lo que no sabían, era que ese desliz haría que todo el pueblo de Egipto; se postrara ante mis pies.¿Por qué?Muy simple.Luego de ser echada de casa, una amable señora decidió darme trabajo. Nada más y nada menos que el palacio real, un lugar donde la gente vestía con hermosos trajes y exu
Mis piernas arden por el cansancio acumulado, las bolsas violáceas bajo mis ojos empiezan a notarse cada vez más, mis pasos se mueven con lentitud por las calles observando cada centímetro a mi alrededor. La tristeza comienza a llenarme, mientras las lágrimas se hacen presentes encharcando mis ojos, el dolor en mi pecho se acentúa conforme avanzo sin rumbo alguno. Solo quería volver a casa, y fingir que todo estaba bien. Me gustaría pensar que mi padre aún estaba con nosotras, que mis hermanas... No me odiaban. Pero… La cruda realidad era que si lo hacían y mucho.Cosa que me entristece y me hace preguntarme ¿Cuándo mis hermanas se convirtieron en eso?No tengo la respuesta, y no la tendré ahora que estoy lejos de ellas.Las frías calles de El Cairo, capital de mi país me reciben. La oscuridad de la noche me atemoriza
Akila DankworthDespierto escuchando gritos, seguidos de toques en la puerta. Abro los ojos con pereza, y noto que estoy en mi habitación, no sé cómo acabé aquí. Lo último que recuerdo es que estuve en el sofá... y me quedé dormida mientras lloraba; maldigo entre dientes, al escuchar la puerta de la habitación ser tocada de nuevo.Mis hermanas pueden llegar a ser bastante fastidiosas, aún más desde lo que ocurrió con papá. Suelto un pesado suspiro. Me levanto ignorando los golpes y gritos fuera de mi alcoba. Ojalá Seth se las llevara, sería mejor para mí y para ellas.Entro al baño irritada y me lavo la cara. Me miro en el espejo notando las ojeras que la falta de sueño han dejado bajos mis ojos, nunca había pensado que perder a un ser amado dolí
Akila DankworthLa vergüenza llena mi rostro, mientras el lugar se sume en un profundo silencio que me veo incapaz de llenar, el temor se instala en mi pecho mientras pasan los segundos, en los que no tengo ni idea de que hacer. Fijo mis ojos en el príncipe quien me observa fijamente, y quiero que me trague la tierra.—¡Eres una inútil! ¡Incompetente! ¿Acaso no puedes siquiera servir un simple vaso de jugo? ¡Imbécil! —su voz es potente, frívola y cruel, confirmando las palabras anteriormente dichas por Milah.Pero yo y mi bocota no nos podemos quedar calladas, así que con el enojo hirviendo en mi interior arqueo las cejas en dirección al príncipe, quien me observa enojado por haberle ensuciado su perfecto traje, por un momento, siento mucho tener que desobedecer a Milah tan rápido, pero si algo me han enseñado, es a n