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Capítulo 2: ¡Una cita, por favor!

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Ella empieza a trabajar en un restaurante para costear sus estudios universitarios, vive en un pequeño pueblo turístico donde el turismo empieza su auge.

Solo piensa en poder terminar su carrera universitaria, porque sus padres son muy pobres y por eso quiere superarse.

Es sábado, el restaurante está totalmente lleno de personas, llega y se dispone a trabajar enseguida.

 —!Uy, hoy hay muchas personas! —Exclama Melisa con preocupación, por ser la primera vez que trabaja y no tiene experiencia.

—Tranquila, los sábados hay más personas. —Le dice Luis el mesero, para tranquilizarla.

Se pone el delantal, y se dirige al mostrador —¡Pues, a trabajar!

Luis Blasco está en una de las mesas esperando que llegara Melisa, cuando la mira para su mala suerte ella atiende otros clientes.

—¡Que mal no puede ser, nunca le va tocar atenderme! —Se siente un poco desilusionado, y ansioso por conocerla de cerca.

Se le acerca el mesero, he interrumpe su charla con él mismo —¡Buenos días, señor Luis! —Y, prosigue a preguntar —¿Sus padres, no vienen hoy?

—No, decidieron ir a otro lado.

—¡Ah!, "caray" (caramba), ¿No le gustaron los platos de aquí?

—No, no es eso le encanta aquí, pero quisieron probar otros platos vale, ¿Me entiende?

—Entiendo señor, ¿qué va a ordenar?

—Si no hay problema, quisiera que ella me atienda. —Dice señalando donde está Melisa, pero hay otras meseras muy cerca de ella.

—¿Cuál de ellas, señor?

—La mesera, que te pregunte el otro día vale.

El mesero Luis se extraña, porque cree que no le está dando un buen servicio —¿No hay algún problema conmigo?, verdad señor.

—No para nada eres muy amable; solo que estoy inter… —Se detiene al hablar, pues no quiere ser muy evidente

—Siendo así entonces le diré a ella que tome su orden, cuando culmine con los clientes que atiende ahora.

—Gracias, por comprenderme vale.

—De nada señor, estoy a su orden.

Ella va enseguida para llevar una orden, y cuando regresa el mesero Luis la espera. —Oye Melisa hay un señor que quiere que sea tú quien lo atienda, está en la mesa de aquella esquina. —Y el mesero Luis, le señala una de las mesas donde está él. 

Entonces se extraña —¿Y, porque tengo que ser yo específicamente?

—No sé Melisa, parece que está muy interesado en ti, ayer me pregunto quién eras tú, cuando te vio.

—Está bien, iré en seguida y tomaré su orden a ver que quiere... ¿Atiendes aquí, mientras voy?

—Sí, no te preocupes Melisa.

Ella se dirige hacía su mesa; él la mira acercarse, y siente mucha emoción.

—Buenos días, señor.

Y no pierde el tiempo, para presentarse —¡Buen día, me llamo Luis!

Ella sonríe un poco, e ilumina los ojos de Luis quien no para de mirarla —¡Oh!, ¡como mi compañero de trabajo!, ¿y que ordenará usted?

Él le pide la orden.

Cuando ella regresa —¿Señorita, usted aceptaría salir conmigo?

Ella se asusta, y enseguida lo reprende —¡Por supuesto que no! ¡Qué rápido es usted!, además no se puede.

Él trata de suavizar la situación en la que se metió, por ser apresurado. —Perdóneme, es solo como amigos ¿me entiende?

—Esta bien, no hay problema solo que me agarro de sorpresa.

 —¿No es comprometida, verdad?

—No.

Él le insiste, y se siente muy atraído por ella —¿Aceptará, salir conmigo? Vale

—No puedo estoy trabajando, y voy a la universidad.

—No le quitaré mucho tiempo, solo será un momento señorita, ¿bien?

—No, lo siento no puedo señor.

—¿Porque no puede? Después que termine de trabajar, vuelvo aquí vale.

Ella cede un poco, y tiene el menú en mano. —Pero no puedo hablar mucho con usted, me voy enseguida termino de trabajar.

—¡Está bien, vendré aun así hablemos un minuto o dos! —Le dice muy emocionado, y temblando de nervios pero trata de ocultarlo

—Bien, me iré atender mas clientes señor, sino quiere algo más.

—Bien, sigue trabajando no te importuno mas, vale.

Pasan las horas y ya es mediodía; ella se dispone a marcharse, entonces él esta ahí esperándola en la misma mesa; ella cruza justo a su frente.

—¡Oh!, ¡está usted aquí!

Se levanta enseguida, y esta muy hipnotizado. —Si le dije que volvería; quisiera que fuéramos, amigos.

Ella prosigue a caminar, y él la sigue —¿Y por qué? Míreme soy una mesera y usted se ve que es un gran señor.

Siguen conversando, y caminando hacía la calle.

—Eso no importa, a mí no me importa vale.

Ya están en la acera de la calle, y ella hace seña de parada al bus. —Lo siento ya llegó la guagua, (pequeño bus) tengo que irme.

—¿Trabajas mañana, señorita?

—No, regreso el lunes. —Dice ella, mientras va a entrar al pequeño bus.

La mira marcharse y se siente ilusionado de conocerla mejor, ya que ella le ha puesto muchos "peros".

Se dirige camino a su habitación con esperanzas de entablar más que una simple amistad, con esa mujer que le hace sentir tantas emociones fuertes, y solo la conoce hace poco tiempo.

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