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Capítulo 4: La cita

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Melisa está en su hogar, una casa de madera pequeña, se pone un lindo vestido y se acomoda el cabello.

Entonces se dispone a salir, y trata de tranquilizar a su padre quien se ha inquietado al saber que su hija irá a ver un desconocido. —Papá me voy, y tranquilo que ese señor no es mala persona.

Él le contesta ya en la puerta, evidentemente preocupado. —Bien hija solo te pido que tengas cuidado, sabes que hay trata de mujeres y más en esos lugares.

—Lo sé papá, no te preocupes.

Se marcha, y llega al mismo lugar en la playa que quedaron encontrarse.

Ya entrada la noche, y él esta ahí esperándola bajo la suave brisa.

Llega hasta donde él y se alegra bastante, al realizar su sueño de enamorado —¡Estas muy bonita, madre mía!

—Gracias.

No deja de mirarla, se siente muy entusiasmado —¡Te llevaré a cenar a un lugar especial, hermosa mujer!

Se sonríen con picardía, sin dejar de mirarse el uno al otro —¡Vamos entonces, señor Luis!

La toma de la mano, y siente la calidez de la pasión que ha nacido entre ellos; le sonríe con gran ternura —¡A su orden, señorita Melisa!

Ya están en el restaurante, y piden la orden —¿Todavía no entiendo, porque quiso una cita conmigo señor?

—Porque me gusta vale, y tiene una bella sonrisa.

—¡No puede ser, usted tiene novia!

—Pero hace meses que tenemos problemas y estamos separados, si he de terminar con ella definitivamente yo lo hago por ti Melisa.

—No digas eso, usted volverá a España y me olvidará.

—No, jamás; desde que te he visto no he dejado de pensar en ti vale.

—Entonces, usted le romperá el corazón.

—A ella romperle el corazón ja, no lo creo más bien bailaría de felicidad vale.

—Lo nuestro no puede ser, apenas nos conocemos, ¿y en verdad a ella le alegraría, que terminarán su relación señor?

—Ya nos vamos conociendo Melisa; y si, aunque no lo crea ella se pondría alegre.

—No lo puedo creer, siendo usted tan apuesto...

No la deja proseguir hablar y culminan su cena; él se levanta y le extiende su mano. —Ven, caminemos por la playa. —Entonces, la sostiene  y abraza por su hombro mientras caminan. —No es que yo sea precipitado, lo que pasa es que nos vamos en una semana por eso quiero aprovechar el tiempo contigo vale, ¿me entiendes Melisa?

—De todas maneras somos muy pobre señor, aunque soy hija única mis padres no tienen ni en que caerse muerto, solo tienen una casita de madera y venden algunos productos para sobrevivir.

—Pero Melisa, te he dicho que no me importa. —Él se llena de emoción al fin esta con ella, le da un beso en la mejilla y quiere besarle en la boca; pero no se lo permite —¿Porque me dejas con las ganas de besarte, amor? Me marcho en una semana, y quiero llevarme el sabor de tu boca.

—Es muy pronto aún, no es apropiado. —Pero él no aguanta las ganas siente su cuerpo arder de deseo; cuando se distrae la besa y la abraza fuerte, ella aunque no quiere le corresponde, pero despierta rápidamente y aparta sus labios de su boca... —Ya, tengo que irme. —Dice, con su cara pegada a la de él.

Luis no quiere dejarla ir, y la empuja mas a su cuerpo. —No apenas empieza la noche, quédate un poco más por favor, joder.

—Mis padres se preocupan mucho, ya es tarde señor.

—Melisa solo quédate un poquito más sí.

—Está bien.

La besa en la mejilla, con besos tiernos como cuando cuando te enamoras por primeras vez —¿Y tú sientes algo por  mi?, es importante para mi saberlo

—Si me encantas, pero sé que no eres para mí.

—No digas eso está en mi corazón y en mis pensamientos, todo mi cuerpo se estremece cuando yo te miro mi hermosa Melisa. —Toma su mano y la besa con ternura, mirandola apasionadamente.

—¡No puede ser, yo solo vine a trabajar aquí...! —Y le sonríe, siendo esto lo que aviva el fuego de la pasión en Luis.

—¡Tiene una bella sonrisa, madre mía! —Y la vuelve a besar con más ganas, Luis esta muy excitado y pierde la cabeza, roza su miembro erecto en su cintura.

—¡Basta ya, señor! —Lo empuja con gran ímpetu, enojada.

—Perdón mi amor, no sabía lo que estaba haciendo me haces perder los sentidos.

—¡Ya me voy, y no soy tu amor! —Se retira de él rápidamente, y empieza a caminar muy deprisa.

Él se preocupa, al percatarse del error que ha hecho y la sigue detrás. —Si lo eres, ¿te acompaño? ¿Me perdonas?

—Bien, pero no lo vuelvas hacer.

—Quiero conocer dónde vives, si me lo permite.

—¡Soy muy pobre, señor!

La alcanza al fin, y respira acelerado al estar casi corriendo detrás de ella. —Te digo que no me importa, iremos mañana.

La lleva hasta donde coge el transporte, y la besa dulcemente ya que están más calmados.

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