Volvió a su habitación hecha una furia. Cogió su laptop y escribió Recce Birdwhistle en el buscador, se trataba de un gran empresario inglés, pero al buscar las imágenes, no era él, era un hombre viejo y excéntrico, nada que ver con el supuesto Recee que ella había conocido.
Leyó un poco acerca del tal Recce Birdwhistle y así averiguó que tenía un hijo. El heredero de todo el imperio de la moda que su padre había construido. Cambió su búsqueda, esta vez escribió “Recce Birdwhistle hijo” y al ir a las imágenes, apareció él, con esa carita de niño rico y educado, el tipo tenía el dinero para invertir en lo que quisiera, Anya se preguntó por qué le había salido con el cuento de que era un chico universitario común que había tomado una gran oportunidad, o por qué la—Profesora Stone, buenos días —dijo Anya preparando su cara de súplica. —Buenos días señorita Mikolayv —respondió la profesora Stone con un tono educado que no concordaba con la expresión en su rostro. Abrió un cajón de su escritorio y sacó varios sobres. —Entraré de inmediato a dar mi clase —dijo Anya al ver que la señora Stone prácticamente la ignoraba. —Tenga su pago por el día que trabajó —dijo extendiéndole uno de los sobres— prescindiremos de sus servicios. —Pero, profesora Stone, yo, puedo explicarle...tuve una emergencia familiar y... —Estaba en período de prueba señorita Anya, y ha llegado una hora tarde en su segundo día. No llena los estándares necesarios para el trabajo, lo siento. —Pero... —No hay excusa que valga —la profesora Stone le interrumpió— por favor márchese —Anya asintió con la cabeza y se dio media vuelta, maldijo entre dientes. Anya caminó hasta el bar donde había pasado la noche
La despedida fue un mar de llantos, como si se marchara a un país lejano sin perspectivas de no volver jamás.Pasó a despedirse también de sus tíos; Adrick y Katsumi y por su puesto de su prima, le entristeció saber que se había ido de casa, lamentó no haberse podido despedir, no tenía su número de teléfono, los últimos cuatro años se habían distanciado muchísimo.Katherina era muy diferente de Anya. Era la niña buena por excelencia, de perfecto comportamiento y calificaciones, ordenada, centrada y con metas claras por la cuales trabajaba arduamente. Su prima era el caos en persona, según lo veía Katherina; un enorme desperdicio de potencial, inteligencia y talento. Desordenada, apática por todo y sin un rumbo fijo en la vida.El viaje por carretera transcurrió sin ningún incidente, salvo un neumático pinchado que
—Emma...Emma —cuando terminó la clase, Katherina caminó a zancadas siguiendo a Emma, ella siguió caminando como si no la escuchara, Katherina dejó salir un suspiro de frustración. Al darse media vuelta se encontró con Mia.—Hola —le dijo la chica de la minifalda roja—le cogió la mano y Katherina sintió una especie de corriente eléctrica cuando la tocó —aquí podemos vernos para hacer la composición —dijo mientras le escribía una dirección en la palma de la mano con rotulador —el viernes a las tres en punto—agregóKatherina no pudo evitar quedarse viendo los tatuajes de que Mía atenía en los antebrazos.Mía se dio media vuelta y se marchó sin dar más detalles o explicaciones.Era martes y Mía quería reunirse el viernes, desperdiciarían dos días en
Katherina se dio media vuelta y corrió a sentarse de nuevo en uno de los bancos frente a la barra. El plan era hacerse la sorprendida cuando Mia se le acercara, como si no la hubiese visto hace unos segundos besándose con su compañera de cuarto.—y tú ¿qué haces aquí? —le preguntó Mia mientras se ataba un delantal negro.—¿Qué? —Katherina frunció el ceño con auténtico desconcierto. Ella misma la había citado ahí ¿cómo podía ser tan descarada para preguntarle qué hacía ahí? —si tú me dijiste que viniera hace... —miró el reloj en su muñeca—más de tres horas. Estoy aquí desde la tres como me dijiste y ni tú ni Emma vinieron, perdí toda la tarde esperándolasMia soltó una carcajada y Katherina la miró con gran serieda
—Por favor, no me juzgues —dijo Katherina en cuanto sintió la mirada inquisitiva de Etham sobre ella.—¿Qué dices? Yo me atrevería a juzgarte —dijo Etham poniendo ambas manos en el volante —no sin antes escuchar tooodo lo que hiciste—¡¡AAHH!! —Katherina dio un grito —soy tan...tan es tú pi da —dijo arrastrando las palabras—Y además hueles a vómito —agregó Etham bajando las ventanillas —Katherina rio como loca, inclinó el asiento y cerró los ojos.—Ponte el cinturón—dijo Etham dándole unas palmaditas en el muslo—Ah...sí el cinturón, lo siento, es que suelo ser muy estúpida, en serio —dijo mientras se abrochaba el cinturón, soltó una carcajada y volvió a cerrar los ojos.Despertó al escuchar voces,
Los siete días de plazo para llevar las correcciones a editorial Cooper´s, habían terminado y Katherina no había dormido lo suficiente.Había dedicado su existencia entera a ese manuscrito, o por lo menos lo que quedaba de su existencia después de ir a clases y hacer sus tareas.Mientras comía, mientras tomaba una ducha rápida, mientras se sentaba en el inodoro a hacer del uno o del dos, repasaba en su mente las últimas líneas que había leído. Ni siquiera había tenido tiempo de reparar en el hecho de que tenía una semana sin ver a Mía, no había ido a clases, simplemente había desaparecido, no había pensado en el beso, ni en eso tan importante que tenía que decirle y que se había visto interrumpido por algún infortunio.Katherina no dejaba de mirar el reloj en su muñeca; eran las ocho en punto, su primera clase ser&iac
Cuando llegó a la recepción donde había estado esperando a que la tendieran, miró a los ojos a Emma, ella la miró de pies a cabeza y soltó una risita burlona, era el colmo, caminó hacia ella y se le fue encima. La cogió del cuello ante la mirada atónita de empleados y clientes. Katherina dejó salir diecinueve años de rabietas, de enojos sin expresar, de injusticias sin reclamar y de batallas sin librar.Escuchó algunos gritos y sintió un brazo fuerte rodearla por la cintura y alejarla de Emma con gran facilidad. Katherina se giró para verlo, era un vigilante, llevaba uniforme azul oscuro y estaba armado, no le importó un carajo, intentó lanzarse encima de Emma otra vez, pero no pudo.—¡¿Qué está ocurriendo aquí?! —La licenciada García había salido de su oficina alertada por el alboroto que se hab&iac
Tres meses; noventa y un días, ese era el tiempo que había transcurrido. Desde entonces, Anya solía tomar duchas largas, muy largas. A veces rompía su piel con la esponja en un inútil intento de sacarse la suciedad que sentía encima. Aquello la había marcado, la había roto, le había arrancado un pedazo de alma y no sabía si era posible recuperarlo.No era ella misma desde entonces, mientras bailaba, buscaba su rostro entre público, no para enfrentarlo o acusarlo, temía ver aquel rostro, temía encontrarse otra vez con esos ojos color miel.Lo único que borraba por momentos la continua sensación de miedo y ansiedad, era el alcohol, tenía que estar ebria para olvidarlo todo, olvidar la piel de ese maldito imbécil bañada en sudor, el peso de su cuerpo sobre el de ella, su respiración anhelosa, sus gemidos complacidos y la palma de su mano recarga