—Bueno, sí, ¿y qué sucede? Ambos lo queríamos.Valentino lo observó en silencio, escudriñándolo, dándose cuenta de lo que en realidad pasaba con él, pero que no quería aceptar, y por eso esquivaba cualquier afirmación de sentimientos de por medio.—Tienes miedo —dijo Valentino por fin, y su primo se
***Atenea vacilaba en la decisión de entrar. Temía lo que encontraría adentro: a Layla herida y triste. Permanecía fuera de la habitación, reflexionando sobre las palabras que podrían reconfortar a su amiga. Desde el anochecer, sin descansar, su mente se atormentaba con la brutalidad sufrida por La
—Ya te lo dije, haz lo que tengas que hacer —le dio un suave beso en la frente—. Sabes que tienes mi apoyo.—Gracias —sonrió con sinceridad—. Eres demasiado bueno; no lo merezco.—No digas eso, lo mereces —ella cambió su expresión a una culpable—. ¿Pasa algo?.—No es nada, debo irme —puso su mayor e
De esa manera, abandonó la sala dejando tras de sí un corazón palpitante y desconcertado. En su interior, experimenta sentimientos negativos hacia sí misma, aunque simultáneamente parece como si Dimitri bloqueara la entrada de esos sentimientos, sustituyéndolos por los suyos y brindándole una sensac
La tensión e incomodidad de Valentino eran palpables al ver al hombre atravesar el umbral principal, portando un elegante maletín y vestido con un traje negro. La identidad de este era más que evidente, ya que Atenea le había advertido con antelación.—Buenas tardes —se presentó el hombre de manera
—No te tomes a broma esto, Cayetana —replicó Atenea, observándola con desconcierto.—No vine desde tan lejos por este motivo —su hermana soltó un suspiro cansado—. Supe lo que ocurrió con Layla; Scott me lo dijo cuando ya había tomado el vuelo. ¿Realmente tienes que ocultar cosas tan importantes com
—Lo entiendo.Cayetana le regaló una sonrisa de labios cerrados, dispuesta a marcharse después de la conversación, pero Soledad hizo acto de presencia en la sala y por poco se desmayó al verla. Luego la recibió con un abrazo, llorando de alegría por volver a verla. Era obvio que se sorprenderían por
***Los ojos de Holly permanecían fijos en la puerta del despacho de Clodan desde que aquella mujer sensual ingresó. Se preguntaba por qué tardaban tanto. Aunque intentaba concentrarse, le resultaba imposible, no solo por los sentimientos que se desarrollaban en ella, cada día más intensos al estar