Valentino, al regresar a la fábrica, experimentó cierto alivio al notar que el bulto erecto entre sus pierna se calmó durante el trayecto. Sin embargo, sus pensamientos continuaron centrados en el impactante beso con Atenea y las palabras de esa soñadora que lo había cautivado. A pesar de conocer su
—Así está mejor —volvió la atención a sus documentos —ahora vuelve a tu puesto de trabajo, hay mucho por hacer.—¿No me darás un beso? —inquirió de forma tierna —te he extrañado.Él suspiró, luego se giró cerca de su rostro, depositándole un beso en la coronilla de la cabeza, para luego volver la vi
—Víctor, somos familia, eres mi primo, ¿Cómo puedes hacerme esto? —su voz salió en un hilo, temblorosa y asustada.—Es la única manera de sobrevivir, querida prima —rió con sorna —además, no has cumplido tu promesa. Dijiste que te casarías con Valentino Rizzo cuando el estorbo de su madre estuviera
—Mis disculpas, señora, pero el señor Rizzo está actualmente en una reunión con el comité —informó la secretaria, mostrándose apenada. Atenea guardó silencio brevemente, evaluando a la mujer frente a ella. No detectó indicios de mentira, más bien notó una expresión avergonzada. Observó un leve rubo
—¿Qué estás haciendo? —reprochó la castaña—. No deberías estar aquí, mucho menos aparecer en medio de una reunión frente a todos los ejecutivos —Atenea la ignoró, aún aferrada al cuello de Valentino y sentada en sus piernas—. ¿No piensas hacer algo, Valentino? ¡Saca a esa mujer de aquí!.—La que sob
Valentino la contempló como si estuviera cautivado por un hechizo, inmerso en su voz suave y dulce. Las caricias lo envolvían en una ola de calor, mientras sentía su aliento cerca de los labios. La boquita rosada ahora lo besaba con ternura, torturándolo y desafiando su autocontrol.Finalmente, Vale
Los finos tacones de Lirio resonaban en la baldosa mientras avanzaba desde un extremo a otro cerca de su puesto de trabajo. Su desesperación no pasaba desapercibida entre el personal; algunos concentrados en sus ordenadores, otros simplemente la observaban y murmuraban en voz baja. Sin embargo, lo ú
—Lirio, no cruces los límites, no te lo voy a permitir —aseveró con el furor contenido —. Sal ahora mismo, estás haciendo un escándalo innecesario. —¿Innecesario? —ironizó, riendo sin gracia —¡Estabas a punto de follarla sobre la mesa!. —¡Lirio! —bramó en advertencia—. O sales ahora mismo, o llamo