Cálido y suave como la arena en un día soleado, bajo el resplandor de la brillante luna, una brisa refrescante envolvía el ambiente. La melodía del canto de los saltamontes resonaba en la penumbra, creando un escenario perfecto para el beso apasionado entre Atenea y su esposo Valentino. Con sus mano
Ambos estaban en la habitación de hotel, juntos, en silencio en ese amplio espacio que al mismo tiempo era tan pequeño estando solos. Atenea tiró los tacones al piso y colocó el bolso en la cómoda mientras se deshacía de sus pendientes y alguna otra joya que llevaba encima. Luego, tranquilamente, se
—Espero que recuerdes estas mismas palabras cuando me veas en los brazos de Lenox —replicó, manteniendo su mirada fija, observándolo arder de cólera con solo mencionar su nombre—. No te entrometas en mi vida cuando decida hacer lo que me plazca. Y ten presente eso mismo cuando sientas el impulso de
En la mañana siguiente, Atenea despertó somnolienta, sintiéndose renovada por una buena noche de sueño, a pesar de haber descansado en un sofá.Así lo creía, ya que no se percató de que en realidad estaba en la cama, arropada entre las sábanas con Valentino abrazándola por la espalda. Al darse cuent
—Veo que te gusta —comentó él—. Tienes el rostro como un angelito, pero en realidad eres el mismo diablo. Aparte de obscena, pervertida y astuta.—Y te gusta —le apretó el glande, y él jadeó—. De todos modos, soy algo que no puedes tener. Estoy a tu alcance, pero no soy tuya —empezó a subir y bajar
Atenea, tras su baño, se disponía a regresar a la mansión Rizzo. Resultaba inútil prolongar su estancia en el hotel cinco estrellas, aparentando una luna de miel fabulosa, cuando todo era completamente ficticio y distaba de ser maravilloso. Solo habían experimentado discusiones y alguna tensión entr
—Oye, zorra, ¿cómo que no recuerdas nada? ¡Era un día de locos cuando te lo hiciste! —chilló, riendo —¿No lo recuerdas? Cumplías dieciocho.—Bueno, eso sí lo recuerdo...—¡Ese no es el punto! —exclamó —¿No recuerdas todo lo que hiciste ese día? Nos metiste un susto de por vida; hasta el día de hoy t
—Ese maldito espíritu libre casi nos cuesta la vida, zorra. Aún recuerdo ese susto y siento mi corazón palpitar.—A todo esto, ¿mis padres y hermana siguen sin saber de eso? Digo, de que perdí mi virginidad con ese tipo.—Como te dije, fue algo que solo me contaste a mí. Tus padres solo saben hasta