BellaCuando observé a la Isabella acicalada que me devolvía la mirada a través del reflejo del enorme espejo de aquel salón, descubrí dos cosas.Sofía Caruso y aquella increíble sonrisa de superioridad que tanto le caracterizaba.—Hola, Isabella —me engulló vanidosa.Iba metida dentro de un escandaloso vestido verde coctel. Cabello suelto y un sutil maquillaje digno de elevar sus facciones.Aquel no era un encuentro cualquiera, por supuesto que no. Su presencia en Terracina tenía un único propósito, y es que la hija de puta estaba trabajando para Fabiano Calderone, de lo contrario, que estuviese allí no cobraba ningún sentido.De repente, las ganas de trincarle del cuello me asaltaron de súbito. Y a punto estuve de hacerlo cuando unos dedos se enroscaron en mi muñeca.— ¿Te gustan las sorpresas, Bella? —me susurró Fabiano al oído.Le miré de soslayo. Iba de traje y bien perfumado.— ¿Qué significa esto? —pregunté, intentando de cualquier modo mantener el temple.Sofía caminó presuntu
BellaSofía no se equivocó cuando me dijo que contemplaría el suicidio luego de esta noche. Sabía muy bien lo que decía, y yo como una tonta no advertí el terrible trasfondo de aquellas palabras.Una docena de hombros.Todos ellos enmascarados.Alcohol. Euforia y unas terribles ganas de saciar sus ambiciones más carnales.Retrocedí un paso.Mi corazón había dejado de latir para reanudar su marcha de una forma casi esquizofrénica. Nunca lo había sentido tan fuerte. Desquiciado.Presentía el pánico.Y lo hacía hasta en el último rincón de mi piel.Y es que si quiera se comparaba con todas aquellas veces en las que Sandro Vitale y yo compartíamos un espacio a solas. No, esto era más feroz, más alarmante.No presté tanta atención a los comentarios que compartían entre si los hombres de aquella como a todos y a cada uno de los puntos por el que podría encontrar una vía de escape.No la conseguí.Cada puerta y ventana estaba siendo custodiaba por dos hombres a cada lado.¡Dios mío…!¡Aquel
BellaTodo se convirtió en obscuridad en ese momento.Me abracé a mí misma en el suelo y apreté los ojos con tanta fuerza que por instante creí que terminaría haciéndome daño.Primero, se hizo el silencio.Abrumador.Pero bastó un segundo para que el caos estallara a mí alrededor.Gritos.Golpes.Maldiciones y estupefacción.El caos se estaba desatando sin compasión en el centro de aquel salón y a mí lo único que me importó fue encontrarme con sus ojos.Tan azules como capaces de consumirlo todo.Intenté ponerme de pie, y aunque todo mi cuerpo trepidaba, logré encontrar un equilibrio que pronto se vino abajo.Alguien tiró de mí de regreso al piso.— ¡Ven aquí, maldita zorra! —gruñó uno de los hombres que un principio había rasgado la tela de mi vestido.Caí de bruces en el suelo. El tipo fue lo suficientemente inteligente como para saber que aquella reyerta había sido ejecutada en pos de rescatarme, por eso me trincó el cabello y me arrastró hacia él para usarme como escudo.Le di un
MauroArriesgó su vida.Supo lo que hacía y no le importaron las consecuencias de aquel inesperado arrebato.La bala iba destinada al corazón de la joven rusa, y aunque todos lo advertimos, Luigi fue el único capaz de reaccionar.Empujó a Dasha al interior de la suburban y recibió el impacto mirándola a los ojos, orgulloso de lo que había hecho.Estuve seguro de que si en ese momento la muerte lo hubiese alcanzado, se habría entregado a ella satisfecho.— ¡Luigi! —gritó, horrorizada y se inclinó hacia adelante para cogerle del rostro.El joven esbirro sonrió anonadado con su belleza, estiró su mano y tocó las mejillas de la cría con tanta delicadeza que parecía tener miedo de romperla.Cerró los ojos sabiendo que desfallecería bajo el calor de su contacto.Miré a mí alrededor, el polígono se había convertido en un puto cementerio.. . .Analía« Villa Re. Luigi está herido » había descrito Mauro en aquel mensaje minutos antes.Empujé las puertas del hospital con el corazón en la garga
GiaDasha se había quedado dormida en el regazo de su madre minutos después de que el doctor informara de que la bala no había tocado órganos en el cuerpo de Luigi que pusiesen en riesgo su pronta recuperación.La zona había sido acordonada y algunos efectivos de Vicenzo Costa hicieron las preguntas pertinentes para guardar las apariencias.A veces me asombraba el nivel de influencia que gozaba la familia. Y es que la mafia te daba acceso a cosas que incluso podrían parecer imposible desde una perspectiva ajena.Entraba la media noche cuando miré a Mauro acercarse.— ¿Por qué no descansas un poco? —me dijo—. Hay dos habitaciones disponibles en el área para disposición de la familia.Sonreí en cuanto sus ojos se posaron en nuestro hijo. Estaba en su carriola; besó su frente y le acarició la mejilla con el dorso de los dedos.—Creo que te tomaré la palabra.Y a punto estuve de hacerlo cuando una extraña sensación se arremolinó en mi vientre.—Gia, ¿estás bien?No, no lo estaba y él no t
SebastianMis abuelos paternos tenían una casa de campo en Viena. La había heredado con apenas doce años, justo en el instante en el que presencié una muerte. La propiedad estaba rodeaba de hectáreas verdes, contigua a las pequeñas casas de los agricultores.Cerca de allí, también se encontraba una pista de aterrizaje privada en la que aterrizaríamos sin ningún problema.Miré a Isabella.Ella no hizo más preguntas respecto a nuestro repentino e inesperado viaje. La verdad es que yo llevaba planeándolo justamente para su cumpleaños; sin embargo, los acontecimientos de los últimos meses complicaron las cosas.Apreté su mano. Todavía seguía contrariada con lo sucedido hace un par de horas, así que esperaba que cambiar de aires aliviara un poco.—Señor, ¿están listos para el aterrizaje? —preguntó la azafata regresando de la cabina.Isabella tembló bajó mi contacto y yo besé el dorso de su mano.— ¿Estás lista, mi amor?—Lista.Cerró los ojos y sonrió.. . .BellaTodavía temblaba cuando S
CarloHabía pasado una semana desde que todo había quedado atrás.Stella tuvo una muerte de la que su padre se sintió aborrecido y su madre decepcionada. Esta última creyó conveniente entregarme un sobre sellado que terminé de abrir cuando estuve a solas dentro del auto.« Está en Barcelona. Por favor, hazle crecer como un Ferragni » describía la carta.Sonreí, y tan enorme fue la sensación de bienestar recorriendo mi cuerpo que no pude evitar que los ojos se me empañaran.Seis jodidos años perdidos.Iba a recuperarle, seguro estaba de ello.Encendí el motor del auto y emprendí camino a la casa del lago. Antes me detuve en un pequeño mercado de flores.. . .Llegué justo al tiempo que atardecía.El cielo se había cubierto de púrpura y estrellas para las vísperas de año nuevo. Empujé la puerta y esta hizo un pequeño chasquido interrumpió el silencio. Mauro y Analía se habían llevado al pequeño Alessandro a dar un paseo, así que Gia y yo teníamos un par de horas para nosotros solos e ib
SebastianLa última semana Isabella había experimentado la calma en toda la extensión de la palabra. Finalmente sabía lo que era sentirse desprovista de cualquier miedo y dolor.Una noche, cobijados en una de las hamacas de la terraza y bajo las estrellas de un cielo Austriaco, habló conmigo.Me dijo que las pesadillas habían cedido en casi su totalidad, que yo veía el cuerpo de Sandro desprenderse de su propia mano y que tampoco sentía la necesidad de recurrir a los fármacos para conciliar el sueño. También me dijo que le alegraba respirar aquella clase de normalidad en la que ninguno de nuestros enemigos tenía acceso a nuestras vidas.La trivialidad era una buena terapia y a mí me gustaba estar a su lado para percibir de cerca su proceso.Me conto que a veces, cuando se miraba al espejo y me cazaba observando su cuerpo desnudo a través del reflejo, una parte de ella se avergonzaba. Todavía no estaba lista para volver a entregarse.Me gustó su sinceridad, por eso fui incapaz de tocar