Cuando llegamos a la clínica, me llevaron directamente al quirófano. El corazón me latía con fuerza al reconocer al doctor: era el mismo que atendía a Elijan. Saber que mi hermano estaba en este lugar me dio algo de tranquilidad. Estaba claro que esta clínica era un sitio seguro, un lugar donde Lorenzo tenía comprados a todos para garantizar que nada saliera mal. Mientras me preparaban, Lorenzo entró conmigo. Su presencia, como siempre, era imponente, pero había algo diferente en él esta vez. Sus ojos estaban llenos de una mezcla de preocupación y determinación. Verlo a mi lado me hizo sentir menos sola, aunque no podía evitar que las lágrimas corrieran por mi rostro. No era así como había imaginado este momento. Siempre soñé que estaría junto al padre de mi bebé, que Michael sostendría mi mano mientras traíamos al mundo a nuestra hija. Pero ahora todo era tan diferente, tan complicado. El dolor comenzó a intensificarse, y la voz del doctor me trajo de vuelta a la realidad. —¡Vamo
Michael Foster Los últimos meses han sido un infierno. Me siento roto, devastado, muerto en vida sin Regina. Mi Regina. No puedo aceptar que esté muerta, no quiero. He removido cielo y tierra buscándola, pero no hay rastro. Ni un solo registro de que haya salido de Italia. Esto solo significa dos cosas: o alguien muy poderoso la está ocultando... o de verdad está muerta. Hoy decidí visitar la clínica para ver a Elijan. Mi mejor amigo y, en muchos sentidos, la única persona que entiende mi desesperación. Pero hablar con él no sirvió de nada. No quiso escucharme; parecía más perdido que yo, atrapado en su propia lucha. Caminaba por los pasillos, dispuesto a salir de ese lugar, cuando un sonido inesperado captó mi atención. Un llanto. Era débil, pero suficiente para detenerme. Venía de la zona de cuneros. Me extrañó, porque esta clínica siempre está vacía, reservada únicamente para los asuntos de Lorenzo Bianchi y sus hombres. Sin poder resistir mi curiosidad, me dirigí hacia all
Regina Stravos Han pasado dos años desde el nacimiento de Esme, y cada día siento que mi corazón se llena de amor por ella. Es tan hermosa y tan inteligente. Su cabello rubio se ha ondulado y sus ojos grises, heredados de su padre, son un reflejo de lo que siempre imaginé en mi hija. Me encanta verla crecer, pero, al mismo tiempo, me siento culpable de que ella esté rodeada de este mundo tan oscuro. Hoy, mientras jugábamos juntas en el jardín, sentí un respiro de paz. Esme corría feliz, su risa era como música para mis oídos. Después de un rato, la levanté del suelo y la dejé ir a jugar con la pelota. —Vamos, mi amor, intenta atrapar la pelota —la animé, sonriéndole. Esme, llena de energía, corrió hacia el columpio y comenzó a balancearse, disfrutando cada momento. La observaba con ternura, hasta que vi que ella se alejaba, corriendo en dirección a Lorenzo, que estaba sentado cerca, observándonos. —Papá! —exclamó Esme, levantando los brazos para que la levantara. Mis ojos
Michael Foster Han sido dos años de pura pesadilla. Cada día que pasa, siento que me hundo más y más en un abismo del que no logro salir. He desmantelado varias redes de trata de personas, he hecho lo que debía para sobrevivir, pero la verdad es que no sé si quiero seguir haciéndolo. Cada vez que miro atrás, la sensación de que mi vida carece de sentido me consume. He perdido a tantas personas importantes para mí... y la más grande de todas sigue siendo ella: Regina. Elijan, por otro lado, ha sido el último lazo que me queda con la vida que alguna vez conocí. Después de todo lo que pasó, de la brutalidad de la mafia y de los traumas que arrastramos, me he convertido en un hombre distinto, roto por dentro. Pero aquí estoy, frente a Elijan en la clínica, con la esperanza de que algo de su antiguo yo aún esté ahí. Lo miré durante largos segundos, esperando que se despertara, y cuando finalmente lo hizo, mi corazón dio un vuelco. —Michael... —su voz salió débil, quebrada, pero su mi
Regina Stravos Mi mente iba a mil por hora. Elijan estaba vivo, y eso me llenaba de una mezcla de alivio y pavor. Sabía que ahora más que nunca estaba en grave peligro, y el peor de todos los peligros era Raegan. Si se enteraba de que Elijan seguía con vida, no dudaba en hacer lo que fuera para destruirlo. Y yo no podía permitirlo. —Tienes que ayudar a Elijan —le dije a Lorenzo, mi voz temblaba con la angustia que sentía en mi pecho—. Ahora que está vivo, está aún más en peligro… Si Raegan se entera… Lorenzo se acercó, y aunque mi cuerpo sentía la presión de todo lo que ocurría, su cercanía me daba algo de consuelo. Me miró fijamente con esos ojos que siempre mostraban un interés casi posesivo hacia mí. —Calma, principessa —dijo en tono suave, pero firme, usando su italiano con esa cadencia que siempre me hacía sentir una mezcla de tranquilidad y tensión al mismo tiempo—. Ya mis hombres se están ocupando. El gesto de tranquilidad en su voz parecía tranquilizarme, pero mi cor
Regina Stravos Pasó más de una semana hasta que finalmente Lorenzo cumplió su promesa y me llevó a ver a Elijan. Dejamos a Esme con la nana en la mansión, aunque me costó despedirme de mi pequeña. Su mirada curiosa y sus preguntas inocentes sobre adónde iríamos me dejaron una sensación extraña en el pecho. Pero este era un momento que había esperado por demasiado tiempo. El trayecto hacia la clínica fue silencioso. Lorenzo, como siempre, conducía con una seguridad imponente, pero yo no podía dejar de sentir cómo las manos me temblaban. Mi mente estaba llena de recuerdos, de todas las peleas y diferencias que había tenido con mi hermano. Pero también, de todo lo que habíamos perdido. Cuando llegamos, mis pasos eran inseguros. Lorenzo me ofreció su brazo, pero apenas fui consciente de ello. Mi atención estaba fija en la puerta al final del pasillo. Cuando la empujé y lo vi, despierto, respirando... sentí que mi corazón se detenía por un segundo, solo para empezar a latir con fuerz
Me dirigí rápidamente a Lorenzo, quien estaba sentado en el suelo, intentando recuperar el aliento. El sonido de su respiración entrecortada me preocupó aún más, pero, gracias a Dios, noté que llevaba puesto el chaleco antibalas. Con manos temblorosas, me acerqué y le desabotoné la camisa con rapidez. —¿Estás bien, mi amor? —pregunté, mi voz cargada de miedo, mientras lo observaba de cerca. Su rostro, aunque pálido, parecía aliviado por el chaleco. —Sí... y sígueme diciendo así... —respondió, con una sonrisa cansada, intentando bromear, pero no podía ocultar la fatiga que reflejaba en sus ojos. Lorenzo, aún un poco seductor en su tono, hizo una broma, pero yo no estaba en humor para reír. Estaba demasiado preocupada. —Lorenzo, necesito encontrar a Elijan. No puedo quedarme tranquila sabiendo que está aquí.... —dije, mi mente llena de la imagen de Elijan en peligro. Él me miró con firmeza, su voz se volvió más grave, casi imponente. —Regina, escúchame bien. Tú vete a casa,
Michael Foster. Aún no puedo creer que se llevaron a Elijan. Estoy completamente enojado, mi mejor amigo está en peligro. No puedo quedarme tranquilo sabiendo que está en manos de esos malditos. En este momento me encuentro llegando a mi casa, después de haber recorrido toda la ciudad buscando alguna pista. Cada minuto me parecía una eternidad, y aún no podía creer que Lorenzo, ese miserable, tuviera a Elijan bajo su control. No puedo permitir que se salga con la suya, así que estoy planeando entrar a su mansión, cueste lo que cueste. Pero al regresar a mi casa, lo que encontré me hizo detenerme en seco. Al abrir la puerta, los gritos y el caos eran palpables. Mis escoltas estaban muertos, la casa estaba desordenada. Cada paso que daba era más pesado que el anterior. Saqué mi arma, la empuñé con fuerza mientras mis ojos escaneaban la habitación. Cinco hombres enmascarados, con rifles y pistolas, estaban en el salón. Y ahí, en el centro de todo, estaban mis hermanas. Estaban am