Frederick recibió el cofre, mientras mantenía el ceño fruncido, porque no entendía nada de lo que Selene le estaba informando. —¿Entre las pertenencias de Henry? —preguntó, repitiendo las palabras que más le habían quedado sonando de lo escuchado a Selene y antes de dejarla contestar la interrumpió —: ¿Qué hacías revisando sus pertenencias? —preguntó con evidente molestia. —Solo quise ser útil —contestó Selene en voz baja, pues sintió que Frederick estaba malinterpretando sus intenciones. La mueca que se marcó en el rostro de Selene, hizo que Frederick se sintiera mal por sus palabras. No las había dicho para que ella se sintiera mal, sino que el solo hecho de pensar en Selene cerca de cualquier cosa que tuviera que ver con Henry, solo le causaba molestia. —Perdón, amor… Me siento frustrado y preocupado, lamento haberte hecho sentir mal —se disculpó el rey, tomando a Selene por los hombros y acercándola a su cuerpo, para abrazarla —. No te quiero cerca de nada que tenga que ver con
Frederick caminó a paso apresurado por el corredor del castillo, hasta que llegó a la puerta principal, al mismo tiempo en que Edward y los guardias que lo acompañaban se detuvieron frente al castillo. —Su Majestad —saludó Edward y caminó hacia el rey. —Dime que tienes buenas noticias —le pidió Frederick, pero el guardia negó. —No lo encontramos, es como si hubiera desaparecido de Astor —comentó y Frederick maldijo internamente, al tiempo que sus manos se apretaban en dos fuertes puños. —¿Lograste averiguar algo más? —preguntó el rey con notoria frustración. —Así es, Su Majestad. Usted estaba en lo cierto, pero encontré más —murmuró Edward, para que los sirvientes cerca no escucharan. —Ven, vamos adentro —pidió Frederick y giró rápidamente, seguido por el guardia. De camino al despacho del rey se encontraron de frente con Selene, quién venía bajando las escaleras para ir a almorzar; sin embargo, al ver el rostro de los dos hombres, el hambre se esfumó. —No lo encontraron, ¿ver
La Reina antes de salir del despacho se dirigió hacia el espejo que reposaba en la esquina del lugar. Era una espejo de cuerpo completo, con un marco tallado en madera y con incrustaciones de oro, que se lo había mandado a hacer especialmente el Rey Oliver, pero que ella no quiso tener en su recámara después de enviudar. Leonor se terminó de limpiar el rostro, acomodó su cabello y se aseguró de que no se notara que había estado llorando… Y suspiró. —Iré a ver cómo se encuentra Selene, porque no estaba muy bien —comentó la reina y vio en el reflejo como los ojos de su hijo se abrían detrás de ella y caminó hacia donde ella se encontraba. —¿Qué pasó con Selene? —preguntó preocupado y Leonor sonrió. —El almuerzo le sentó un poco mal —le informó ella y Frederick se mordió el labio.—¿Lo sabes? —preguntó y tragó saliva con fuerza.—No es lo que esperaba que pasara, pero me hace ilusión —dijo Leonor y Frederick sonrió apenado —. Es urgente que se casen, para no dar paso a habladurías.—L
El Conde salió a paso apresurado por el pasillo, no había dicho nada, pero en el poco espacio que su hija había dejado abierto en la puerta, él alcanzó a ver algo que le llamó su atención por el lado del balcón de su hija y temió que algo malo le fuera a pasar a ella. El pobre hombre no desconfiaba de su hija, sino que pensaba que se encontraba en peligro. Algo en su interior le decía que Henry podría ser quien estuviera rondando, buscando en dónde esconderse, pero su casa no sería ese lugar. Su lealtad a la Corona estaba por encima de todo, además, jamás permitiría que su hija fuese tocada por Henry, quien no era más que una vil rata, no muy distinta de su progenitor, que había sido capaz de traicionar a su propia familia por ambición.El corazón de Regina estaba agitado y no era por su reciente entrega, era por la decisión que había visto en los ojos de su padre, si alguien entraba a su habitación iban a descubrirla y no podía permitirlo.—Tienes que hacer algo, Regina —habló Henry
Frederick se puso en alerta de inmediato, los guardias del castillo corrieron hacia los recién llegados y se reunieron alrededor de estos. El rey no tardó en cambiar su ropa y salió de su recámara, coincidiendo al tiempo con una Selene desconcertada, que apenas lo vio corrió hacia él.—¿Qué está sucediendo? —preguntó preocupada, imaginando que podía tratarse de un ataque al castillo o tal vez, Henry había regresado.—No lo sé, amor. Regresa a tu habitación —le pidió Frederick. En su interior, temía que Henry viniera tras Selene y no poderla proteger. —Ten cuidado —suplicó Selene en tono bajo, al tiempo que por el pasillo aparecían Samantha y la Reina Madre. —¿Hijo?—Regresen —dijo Frederick con tono mordaz. De solo imaginar que algo les pasara, su sangre se heló. —Vengan conmigo —sugirió la reina, Samantha ya había llegado a su lado y agarró la mano de su mamá —. Selene… —la llamó. Selene miró a Frederick y él asintió, por lo que, la joven caminó hacia la recámara de Leonor.—Madr
Atrapamos a HenryFrederick se aseguró de custodiar él mismo el carruaje en el que Henry era transportado de vuelta al castillo, en donde sería llevado a las mazmorras. No se quería arriesgar a que algún cómplice intentara hacer algo para liberarlo. —¡Edward! —lo llamó y el guardia se acercó cabalgando rápido. —Dígame, Su Majestad.—¿Qué ha pasado con la madre de Henry? —preguntó, pues temía que la mujer intentara hacer algo para concluir los planes que tenía con su hijo. —En este momento un grupo de guardias debe estar apresándola, Su Majestad —le informó y Frederick asintió. No quería alegrarse hasta no estar seguro de que todo saliera bien, pero era difícil no sentir, que finalmente, todo estaba agarrando el rumbo que debía. Anabel escuchó los cascos de los caballos acercarse por el camino de piedras y tierra, su corazón se agitó, en especial, porque llevaba varios días sin tener noticias de su hijo y lo último que alcanzó a escuchar en una cantina cercana a su vieja casa, era
Norwood apretó los dientes al darse cuenta de que los hombres del Rey estaban llegando, miró a Regina con seriedad y determinación. Había estado pensando y analizando cuál era la mejor manera de salvarla de prisión, pero no había mucha elección.—¿Qué pasa?, ¿quién viene? —preguntó Regina, levantándose de la cama.—La guardia del Rey —pronunció taciturno.—¿Vienen por mí? —preguntó con voz temblorosa.El Conde no sabía la respuesta, así que miró a Regina, la tomó de sus brazos y habló: —Es probable…—No dejes que me lleven, no quiero ir a prisión —lloró, aferrándose a las manos de su padre.—Haré todo lo que esté en mis manos, Regina, pero tienes que hacer las cosas como yo te las diga, de lo contrario, no habrá nada que pueda hacer por ti. Jamás podría enfrentar al rey y salir victorioso.—¿Qué es lo que tengo que hacer? —preguntó afligida—. Haré todo lo que tú me digas, pero no quiero pisar la cárcel —sollozó.El Conde asintió, tenía poco tiempo antes de que fuera llamado por los h
—Estás preciosa —dijo la Reina Madre y se acercó a Selene. Acarició su mejilla con delicadeza —. Te ves como un ángel. Selene no fue capaz de contestar, sus ojos se llenaron de lágrimas que se obligó a contener, pues no quería arruinar su maquillaje, pero escuchar esas palabras le reconfortaba el alma, al tiempo que se la rompía en pedazos. Esas eran las palabras que debía escuchar de su madre, pero ahora la Reina era quien la protegía y cuidaba como a una hija. —He traído esto —anunció la reina y le puso un broche de plata con flores pequeñas y azules en el cabello a Selene. —Gracias —susurró Selene, quien estaba emocionada en exceso. —Un poco de suerte para todo el éxito que va a tener su matrimonio y reinado —espetó la Reina. La novia no aguantó más y se lanzó a los brazos de Leonor, ella la recibió con calma y todo el cariño del que era capaz. —¿Ya están listas? —preguntó Sam, entrando a la recámara de Selene. Apenas vio a su amiga y cuñada en brazos de su madre, se detuvo co