El Conde salió a paso apresurado por el pasillo, no había dicho nada, pero en el poco espacio que su hija había dejado abierto en la puerta, él alcanzó a ver algo que le llamó su atención por el lado del balcón de su hija y temió que algo malo le fuera a pasar a ella. El pobre hombre no desconfiaba de su hija, sino que pensaba que se encontraba en peligro. Algo en su interior le decía que Henry podría ser quien estuviera rondando, buscando en dónde esconderse, pero su casa no sería ese lugar. Su lealtad a la Corona estaba por encima de todo, además, jamás permitiría que su hija fuese tocada por Henry, quien no era más que una vil rata, no muy distinta de su progenitor, que había sido capaz de traicionar a su propia familia por ambición.El corazón de Regina estaba agitado y no era por su reciente entrega, era por la decisión que había visto en los ojos de su padre, si alguien entraba a su habitación iban a descubrirla y no podía permitirlo.—Tienes que hacer algo, Regina —habló Henry
Frederick se puso en alerta de inmediato, los guardias del castillo corrieron hacia los recién llegados y se reunieron alrededor de estos. El rey no tardó en cambiar su ropa y salió de su recámara, coincidiendo al tiempo con una Selene desconcertada, que apenas lo vio corrió hacia él.—¿Qué está sucediendo? —preguntó preocupada, imaginando que podía tratarse de un ataque al castillo o tal vez, Henry había regresado.—No lo sé, amor. Regresa a tu habitación —le pidió Frederick. En su interior, temía que Henry viniera tras Selene y no poderla proteger. —Ten cuidado —suplicó Selene en tono bajo, al tiempo que por el pasillo aparecían Samantha y la Reina Madre. —¿Hijo?—Regresen —dijo Frederick con tono mordaz. De solo imaginar que algo les pasara, su sangre se heló. —Vengan conmigo —sugirió la reina, Samantha ya había llegado a su lado y agarró la mano de su mamá —. Selene… —la llamó. Selene miró a Frederick y él asintió, por lo que, la joven caminó hacia la recámara de Leonor.—Madr
Atrapamos a HenryFrederick se aseguró de custodiar él mismo el carruaje en el que Henry era transportado de vuelta al castillo, en donde sería llevado a las mazmorras. No se quería arriesgar a que algún cómplice intentara hacer algo para liberarlo. —¡Edward! —lo llamó y el guardia se acercó cabalgando rápido. —Dígame, Su Majestad.—¿Qué ha pasado con la madre de Henry? —preguntó, pues temía que la mujer intentara hacer algo para concluir los planes que tenía con su hijo. —En este momento un grupo de guardias debe estar apresándola, Su Majestad —le informó y Frederick asintió. No quería alegrarse hasta no estar seguro de que todo saliera bien, pero era difícil no sentir, que finalmente, todo estaba agarrando el rumbo que debía. Anabel escuchó los cascos de los caballos acercarse por el camino de piedras y tierra, su corazón se agitó, en especial, porque llevaba varios días sin tener noticias de su hijo y lo último que alcanzó a escuchar en una cantina cercana a su vieja casa, era
Norwood apretó los dientes al darse cuenta de que los hombres del Rey estaban llegando, miró a Regina con seriedad y determinación. Había estado pensando y analizando cuál era la mejor manera de salvarla de prisión, pero no había mucha elección.—¿Qué pasa?, ¿quién viene? —preguntó Regina, levantándose de la cama.—La guardia del Rey —pronunció taciturno.—¿Vienen por mí? —preguntó con voz temblorosa.El Conde no sabía la respuesta, así que miró a Regina, la tomó de sus brazos y habló: —Es probable…—No dejes que me lleven, no quiero ir a prisión —lloró, aferrándose a las manos de su padre.—Haré todo lo que esté en mis manos, Regina, pero tienes que hacer las cosas como yo te las diga, de lo contrario, no habrá nada que pueda hacer por ti. Jamás podría enfrentar al rey y salir victorioso.—¿Qué es lo que tengo que hacer? —preguntó afligida—. Haré todo lo que tú me digas, pero no quiero pisar la cárcel —sollozó.El Conde asintió, tenía poco tiempo antes de que fuera llamado por los h
—Estás preciosa —dijo la Reina Madre y se acercó a Selene. Acarició su mejilla con delicadeza —. Te ves como un ángel. Selene no fue capaz de contestar, sus ojos se llenaron de lágrimas que se obligó a contener, pues no quería arruinar su maquillaje, pero escuchar esas palabras le reconfortaba el alma, al tiempo que se la rompía en pedazos. Esas eran las palabras que debía escuchar de su madre, pero ahora la Reina era quien la protegía y cuidaba como a una hija. —He traído esto —anunció la reina y le puso un broche de plata con flores pequeñas y azules en el cabello a Selene. —Gracias —susurró Selene, quien estaba emocionada en exceso. —Un poco de suerte para todo el éxito que va a tener su matrimonio y reinado —espetó la Reina. La novia no aguantó más y se lanzó a los brazos de Leonor, ella la recibió con calma y todo el cariño del que era capaz. —¿Ya están listas? —preguntó Sam, entrando a la recámara de Selene. Apenas vio a su amiga y cuñada en brazos de su madre, se detuvo co
Marcus respiró profundo y se acercó al rostro de su prometida, los ojos de ella brillaban como luceros guiándolo por el camino. Sus labios impactaron con la mejilla de Sam, muy cerca de la comisura de sus labios. Marcus depositó un tierno beso, que le arrancó un suspiro a la princesa. Él era todo un caballero, esa era la mayor osadía que pensaba hacer, por más que deseara más; sin embargo, Samantha tuvo una idea diferente y antes de que Marcus se alejara de ella lo agarró de la camisa y con cuidado lo haló hacia ella, uniendo sus labios en un delicado beso, aunque así duró poco, pues la el deseo fue abrumador y el beso intenso. —Te amo tanto… —le susurró Frederick al oído a su esposa, enviando una corriente de excitación por todo su cuerpo.—Vámonos de acá —contestó Selene en tono bajo. El rey sonrió y rápidamente se incorporó para continuar la celebración de forma privada.Frederick y Selene se despidieron de sus invitados; sin embargo, ninguno de ellos se marchó, pues la fiesta co
—La mujer parece que se la tragó la tierra —dijo con frustración uno de los guardias reales. —¡Maldita sea! —gritó frustrado su compañero y golpeó con fuerza la vieja mesa que todavía permanecía en pie en la maltrecha casa de Anabel. Volver a la vieja casa no les ayudó en nada. No había rastro de Anabel.—Para esta hora el Rey debe haberse casado y por culpa de esa maldita mujer no pudimos asistir —gruñó el otro hombre, sentándose en el sucio suelo. Todo estaba tal cual lo habían dejado la última vez que estuvieron allí, lo que les indicaba que Anabel no regresó. —El Rey nos ha encomendado esta misión porque confía en nosotros, no te lamentes y levántate. Debemos seguir buscando —ordenó el guardia de mayor rango.La búsqueda continuó y fue infructífera, por lo que no les quedó más remedio que alejarse de aquellas tierras abandonadas por el hombre, un lugar seco que difícilmente podría dar vida.Mientras tanto, Anabel entró al castillo, aprovechando la distracción de la fiesta, la mu
La Reina no demoró en llegar corriendo a la recámara de los recién casados, al igual que lo hizo Samantha. Era imposible que alguien en el castillo no hubiera escuchado los gritos y golpes de los guardias, además de los gritos de Selene, de los cuáles no había sido consciente. —¡¿Qué ha pasado?! —gritó la reina al ver a Henry en el suelo, sobre un charco de sangre y una expresión escalofriante en sus ojos. —¡Ay, por Dios! —exclamó Samantha aterrada con la escena y su estómago se le revolvió, por lo que, giró su cuerpo, para salir corriendo de la recámara, pero unos brazos la atraparon antes de su huida. Por un momento Marcus pensó que Samantha se había afectado por la muerte de Henry, un vacío se formó en su estómago, pero duró poco, cuando la joven princesa notó que estaba en sus brazos y se aferró a su cintura con un fuerte abrazo. —Entró a hacerles daño… A hacernos daño —sollozó bajo y acunó su cabeza en el pecho de Marcus. —Ya no les volverá a hacer daño —susurró contra la co