—Son'na josei ni wa nidoto furenaide kudasai.
—¿Qué demonios pasa Amaya? —preguntó Alessio que salió de la nada junto con el equipo de seguridad.
Traía las bebidas en la mano y maldije internamente por todo el gran desastre.
—Este imbécil decidió que era divertido meterse conmigo por mis rasgos asiáticos —expresé con veneno—, y cómo fue tan estúpido como para tocarme sin mí consentimiento, decidí darle una pequeña lección que no olvidará jamás… No si no le dan la atención inmediata para que no haya daño en la mano.
Eso hizo que hombre en el piso maldijera su suerte.
—Apolo, ¿te has atrevido a tocar a mi mujer? —preguntó Alessio en un tono de voz mortal.
Uno que jamás que
AlessioSi no hubiese sido por mi esposa me hubiese quedado a torturar al desgraciado de Apolo con todas las ganas del mundo. Merecía una paliza tan épica, que necesitaba su debida atención. No obstante, Amaya era más importante para mí en ese punto y por lo que sabía, al día siguiente podría darme vida rompiendo los huesos del imbécil con todo el placer del mundo. Después de todo, los soldados lo llevaron a una de las celdas que usábamos para los interrogatorios. Ahí lo dejarían lidiar con el dolor de los daños que tuvo que haberle ocasionado Amaya y ya luego volvería yo a reconstruir la misma sensación con ayuda de mis instrumentos de tortura.Una y otra y otra vez.Era lo más simpático de todo.Pero ahí no estaba mi foco de atención primario, a pesar de la ira que me ocasio
AlessioAquello no me sorprendió del todo, pero me tomó fuera de base, no pensé que ella realmente decidiese dar ese paso más, llegué a creer que debía emborracharse nuevamente como para ser tan osada para exigirlo.Por eso mismo no pude evitar jugar con ella y vacilarla.—Pero a ver, la apuesta era que si yo sabía bailar contigo y te hacía reír no hacía el espectáculo, así que la apuesta está más que ganada por mí dado que logré cumplir los objetivos… ¿Por qué tendría que darte lo que se supone era mi penitencia?Me vio con una expresión clara de malcriadez, como los niños que no pueden salirse con la suya.—Porque lo digo yo… —espetó sin más y con los hombros levantado.—¿A sí como si na
AmayaAlessio me miró como si me hubiese salido una cabeza, así que sonreí divertida.Estaba siendo más atrevida de lo que podía admitir, demasiado teniendo en cuenta todo, desde la forma en la que solo solté las cosas, y que la borrachera había pasado a un segundo plano, por lo que no podría usarla de excusa completa para aludir a ella si me sentía apenada luego.No obstante, solo quería vivir.¿Por qué no podría hacerlo como una persona normal?«Porque no eres una persona en una situación normal y el hombre con el que quieres experimentar es nada más y nada menos que tu marido, un hombre que tendrás que seguir viendo a pesar de que algo salga mal» dijo la voz de mi consciencia.Una que apagué por completo.—¿Me estás diciendo
AmayaHabía pasado dos días luego de esa noche tan perfecta, dos días en los que Alessio estuvo muy ocupado, pero que tomó por lo menos dos horas de su tiempo para pasarla conmigo, besarme hasta hacerme perder el sentido y tocarme de nuevas, formas, explorándome con maestría, con alevosía. Nunca pedía nada a cambio, nunca hacía más que acariciarme, besarme o tocarme por encima. No daba un paso más hasta que yo le diese luz verde, lo que disfruté mucho.—¿No quieres que te devuelva la atención? —le pregunté el día posterior.Me había tendido sobre el escritorio de la biblioteca como si fuese el único trabajo que tenía entre manos.—No —dijo con una sonrisa y fruncí el ceño—. Por ahora quiero apreciar poco a poco mí regalo, así que cuando esté
Amaya—¿La señora desea algo? —preguntó ella con calma.Entonces pensé en el hecho de que me había llamado japonesa desabrida, y aunque estaba a nada de preguntarle qué hacía ella ahí, decidí tomar todo por lo político y preguntarle luego a mi marido. Después de todo, había alguna explicación lógica para que ella estuviese ahí.A pesar de que no me gustaba nada.—Me gustaría que se me sirviera la cena en mi oficina —le dije y asintió—. Solo quiero algo suave, nada pesado y con un jugo de frutos rojos.—Bien, señora, se lo llevaré en unos minutos —me contestó y asentí.Me giré y volví a la oficina con la sensación de que algo no estaba del todo bien, pero deseché enseguida. Seguí con mis gu&iac
AmayaEra un descarado en toda normal, uno que sin duda merecía que le comiesen todo para que dejase de ser un embustero. Negué y seguí con lo mío, con una sensación de malestar tremendo que no se quitó mientras investigaba sobre las ramas de la fonología, un tema extra que aparecería en mi examen.Solo respiré hondo y decidí enfocarme a más no poder, a estudiar como posesa, un hecho que hizo que un hombre alto, rubio, bien parecido y con una sonrisa enigmática se acercase a mí.—¿Estudias para los finales? —preguntó luego de ver el libro y asentí—. Usa mejor el libro de Alcalá, es perfecto para las estructuras de modo, y te da una explicación mucho más concreta sobre los paradigmas de los múltiples fonemas.Fruncí el ceño.—¿Es profesor de l
Alessio—¿Será el de las peleas ilegales? —cuestionó ella con recelo y de congelé enseguida por las implicaciones de ello—. Por ahí vi que cuando te desfogas, buscas con quien sacar todo de tu sistema, así que… Espero que hayas satisfecho muy bien a la mujer que te llevaste a la cama, pero por lo menos ten la decencia de que no sirva en la casa, y mucho menos que me atienda porque la próxima vez que vuelva a ver a Melissa, yo no responderé.La vi sin entender un carajo de lo que me decía, no solo estaba mal, sino que no había visto a Melissa desde que la mandé a trabajar al centro. Fruncí el ceño pensando en si era una trampa de ella, pero no, se notaba realmente ofendida por ella, como si fuese algo que no tolerase, que no soportase.—No he visto a Melissa desde que la envié a trabajar al centro —le dije.
AlessioMi mujer, Massimo y yo estábamos chequeando las imágenes, unas que les fui explicando a Amaya para que no hubiese ningún maldito mal entendido.—Me fui de aquí porque había un inconveniente con uno de los peleadores, muchas veces se ponen agresivos y problemáticos antes de empezar una pelea y tiendo a ser quien los pone a raya —le dije—. Si ves la ruta del GPS, fui directo de aquí al centro, hablé con Massimo y de ahí fui a las jaulas para poner en cintura a un peleador que solo estaba exigiendo más de lo acordado por si ganaba, lo que no se puede hacer.Ella frunció el ceño cuando vio que el hombre me atacó y yo le di un codazo que lo hizo sangrar.—Por eso tenías sangre en la rosa que tiraste en el baño… —dijo en voz alta.—Exactamente —puntualicé—,