La mirada de ella ante mis palabras fue como si hubiese sufrido una estocada.
—¿Tu hija no tiene idea de cómo se maneja la Yakuza? —le pregunté con incredulidad a Hiroshi.
—No te metas en esto… —espetó el hombre con desafío.
Negué, me crucé de brazos y lo corté con una mirada helada.
—Ella aceptó ser mi esposa, mi mujer, interamente mia, así que tengo todo el derecho del mundo de preguntar, de saber qué tan ignorante es de sus orígenes —contesté con severidad.
No supe si el uso de mi tono fue lo que la asustó o el hecho de entender que las cosas iban mucho más allá de lo que se le decía. Solo vi cómo Amaya se mareó ante el impacto de todo, así que la sostuve con rapidez y la ayudé a sentarse.
AlessioHiro me llevó por unos pasillos, al ir hacia la izquierda, la esposa del Hiroshi miró la escena con rabia, eso me hizo fijarme en ella con molestia, sin molestarme en hacerle saber que para mí era como un insecto molesto, por lo que tenía mucho por perder. Tal vez demasiado, y eso hizo que fuese la mujer más comedida del mundo.—¿Qué le sucedió? —preguntó.—Se impresionó —contestó su padre—. Tal vez no ha comido bien, suele saltarse los desayunos en la universidad, y la trajimos directamente…Eso hizo que la mujer lo viese con el rostro rojo, como si estuviese envuelto en llamas.—¿Va a la universidad?—Ahora no, Nyoko, no es el momento —espetó este y Hiro abrió una puerta.—Aquí estará cómoda, llamaré al docto
AmayaTrata de mujeres.Era fue la frase con la que me desperté en medio de una habitación desconocida, con un dolor punzante de cabeza y ganas inmensas de llorar por la pesadilla que eso podía significar en mi vida.Lo curioso, es que, en unos segundos de raciocinio, fui consciente de que tenía algo en el brazo, por lo que, al ser más consciente, enfoqué bien mis ojos y vi que tenía una vía intravenosa colocada. Por instinto fui directo a quitármela con temor de que me hubiesen drogado, no obstante, una voz me detuvo.—Yo no haría eso.Al voltear a mi derecha, vi nada más y nada menos que a mi prometido. Estaba apoyado en la ventana, con el cuerpo de cara a la misma, pero con el rostro en dirección a mí. Desde esa perspectiva, con la luz de la luna pegándole sobre la máscara dorada, parecía una cri
Amaya —Bien, tú sabrás lo que harás, pero tener un hijo… Negué por su osadía, por su atrevimiento, por dejarlo colado cuando yo había sido una niña nacida fuera del matrimonio. —Sé muy bien lo que es la lealtad a la mujer con la que compartimos nuestra cama, la que duerme a nuestro lado para que la protejamos. Nuestras leyes y costumbres me prepararon para ello, el hecho de cómo manejemos los detalles, francamente, querido suegro, no es de su completa incumbencia. Vaya. Fue la segunda vez que lo desarmó, Hiroshi no tenía moral alguna para decirle algo, cuestionárselo lo recriminárselo. En todo el contexto, no sabía a lo que se refería, pero me agradó que dijese algo capaz de congelar al flamante oyabun de la Yakuza. —Bien… —¿Puedes dejarme conversar a solas con ella? Estábamos hablando de los detalles de nuestro acuerdo —pidió el capo de la Camorra y mi padr
AlessioLa mirada que la chica me dio fue una de completo desconcierto.—Pero…—Es un aviso y cómo te dije, no me gusta repetirme. La boda se llevará en dos semanas, tiempo suficiente como para que pongas en orden tus cosas antes de mudarte —le ofrecí, pero ella se me quedó mirando como si le hubiese dado el mayor de los insultos.—No puedes estarme diciendo eso…—Ya te lo dije, y el cómo lo interpretes no cambia nada, Amaya. Serás mi esposa en dos semanas, lo que sucede después de eso, será nimiedad, pero te estoy dando el tiempo suficiente como para que puedas ajustar lo que tengas que ajustar, en otros tiempos te hubiese llevado conmigo cuanto antes y se hubiese acabado esta discusión —apunté.—Es que el hecho que si quieras consideres que esto es un tipo de discusión dice mucho
Alessio—Se lo pediré en un son distinto, le mostraré que estoy interesado genuinamente por mi futura esposa, eso hará que coopere.—Aquí entre nosotros…, de un mejor amigo a otro; no creo que sea bueno mentirlo o ilusionarla del todo, Gemma, a pesar de lo que vivió, es una creyente de las oportunidades. Tienes que tener cuidado con insultar su inteligencia, de lo contrario, nos cortará la cabeza, las empalará en algún puerto y tomará el poder para largarse de la ciudad —apuntó jocoso.Lo último jamás lo haría, pero sí podía ponerse de parte de Amaya en su totalidad.—Yo solo cuento que el hecho de que mi prometida sea una acéfala de la vida mafiosa le ablande el corazón para que la ayude a prepararse —apunté.—Bueno, veamos como termina todo…Eso era lo que esperaba con creces.*****Llegamos a Las Vegas con rapidez, mandé a organizar un buen almuerzo con mi hermana y esperé pa
AmayaDespertar en la casa de la familia de mi padre luego de una cena de presentación que terminó siendo una cena de compromiso, no era la jamás hubiese deseado hacer un sábado en la mañana. Tardé en dormirme, tal vez demasiado, por toda la información que bombardeaba mi cerebro, pero fui consciente de que nada de lo que hiciera cambiaría el rumbo de mi vida, no me quedó nada más que llorar.Tenía que desahogarme, solo que no fue ni el mejor momento, mucho menos el mejor lugar.Mis hermanas me lo hicieron saber cuándo llegué al desayuno con la familia, uno en el que Hiro fue el único que me sonrió y señaló para que me sentase a su lado, mientras que mi padre aún no llegaba de lo que fuese que estuviese haciendo.—Llorar causa que salgan ojeras, arruga la cara y debilita el sistema nervioso, así co
AmayaVolver a Berkeley para recoger mis cosas, así como hacer gestiones para terminan mi plan de estudios a distancia, de verdad me mataba. Más que todo por todas las libertades, anécdotas y momentos buenos que viví ahí, y a diferencia de los hombres Yakuza que mi padre puso a vigilarme, fueron los hombres de mi futuro esposo quien me tendieron pañuelos en los momentos en los que se me hizo imposible contener las lágrimas.El primero de ellos fue anular el contrato de vivienda.Despedirme del edificio fue terrible porque había sido mi casa en los últimos cuatro años, además de que ahí comencé a salir de mi caparazón, comencé a florecer, comencé a sentirme plenamente yo, a crecer como un ente social. Y eso que no lo era mucho.—Andrà tutto bene, signorina —dijo Octavio, un hombre que podía
AmayaTodos ellos se quedaron viendo las caras ante las preguntas mudas y yo solo puede suspirar cansada de todo ese lío emocional que significaba hablar con mi madre, mantenerme en esa postura.No era justa, así que por eso mismo miré a uno de los hombres de mi padre y le dije:—Tráela aquí, y pasa por café y donas para todos nosotros, por favor.Él me asintió al otro guardaespaldas mientras todos me ayudaban a clasificar, organizar y elegir los regalos adecuados para los niños. No duraron más de veinte minutos en volver, así que cuando mi madre entró que vio todo lo que tenía en las manos, no pudo evitar sonreír.—¿Es para los niños de la biblioteca?—Sí, es para esos niños… Necesitan algo de luz, y como no van a tener a su maestra, me quiero despedir de una forma bonita, así como dejarle instrumentos que ayuden en su educación —apunté sin mirarla a los ojos—. ¿De qué quieres hablar?—Bueno, veo que la herencia de tu padre es más que asentada, pero me gustaría hablar en privado con