El dolor quemaba cada fibra de su cuerpo, pero Carttal no tenía tiempo para detenerse. La bala había atravesado su costado sin tocar nada vital, pero cada paso que daba enviaba un latigazo de agonía por su cuerpo. No importaba. Solo importaba Aslin.

Se sujetó el costado con una mano y se apoyó en la pared mientras avanzaba por el pasillo. Afuera, la lluvia caía con fuerza, como si el cielo estuviera de luto por lo que acababa de ocurrir. Carttal llegó a la sala principal de la mansión y encontró a Ethan esperándolo con el ceño fruncido.

—Mierda, Carttal —soltó al verlo—. ¿Cómo demonios sigues en pie?

—Aslin… —su voz salió entrecortada, pero llena de rabia—. ¿Tienes algo?

Ethan asintió y le tendió una tableta.

—Interceptamos una señal justo después de que se fueran. No duró mucho, pero logramos rastrear un posible punto de escape.

Carttal tomó la tableta y vio el mapa. Un camino se marcaba con un tenue resplandor rojo.

—Zona industrial… —murmuró.

Ethan asintió.

—Si se movieron rápido,