Carttal sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La sensación de ser observado se hacía más fuerte con cada segundo que pasaba. Apresuró el paso hasta la habitación donde Aslin dormía.

Abrió la puerta con cautela y su mirada recorrió el lugar. Aslin estaba acurrucada en la cama, su respiración tranquila. Aparentemente, todo estaba en orden. Pero Carttal no podía confiar en las apariencias. Cerró la puerta tras de sí y se acercó a la ventana. Corrió un poco la cortina y observó la oscuridad exterior. Nada. Solo el reflejo de la tormenta en los vidrios y el murmullo del viento.

Tomó su pistola de la mesa de noche y se sentó en una silla junto a la cama. No dormiría esa noche.

Horas después, cuando la tormenta parecía haberse calmado, un ruido lo puso en alerta. Un leve crujido en el pasillo. Carttal se puso de pie en silencio y caminó hasta la puerta. La abrió con cautela y se asomó. Nada. Solo sombras danzando con la tenue luz del pasillo.

Pero entonces, lo sintió.

Una presencia.

Un