Patricia se removió le dolía el cuerpo debido a todo lo que había limpiado casi hasta el amanecer.
—¡Buenos días! —sus ojos se abrieron de golpe al escuchar la voz de Antonio.
—¿Qué? —de detuvo abruptamente al recordar que había dormido en la habitación de Antonio Rocco.
—Lo siento Patricia, no quise asustarte—sonrió el ver como se oscurecían las mejillas de Patricia, subiendo la sabanas hasta casi su mentón.
—Bajaré a la cocina para que puedas vestirte —señalo la silla donde su ropa estaba doblada.
—Gracias —sonrió con timidez
—Espera —Antonio se detuvo con la mano en el pomo de la puerta.
—Dime
—¿Anthony? —preguntó no sabía ni la hora que era.
—Aun dormido, lo de anoche fue especial —sonrió
Dafne había despertado hace una hora. La impresión de encontrar a Danilo aun en su cama le acuso un escalofrío por todo el cuerpo. Habían pasado el fin de semana juntos ¿Ahora que podía esperar? Quizá que le diera las gracias y la despidiera. Sería muy difícil trabajar a su lado e intentar olvidar lo que paso entre ellos. No estaba preparada para marcharse, mucho menos para olvidar.—Buenos días bella —contuvo la respiración cuando los brazos de Danilo se enroscaron en su estrecha cintura.—Señor Rocco —tartamudeo—¿Señor Rocco? —preguntó divertido—Yo… —no sabía cómo enfrentarlo—Deja de buscar una salida Dafne. Aceptaste ser mi novia y no voy a dejar que te eches atrás —Dafne había olvidado ese pequeño detalle ¿había aceptado ser
Era martes y Patricia tenía el día libre. Antonio se lo había dicho antes de marcharse ¿Qué haría? No sabía segura estaba que su abuela la bombardearía con preguntas y aunque no tenía nada que ocultar ¿De verdad no tenía nada que ocultar? Negó con un movimiento de cabeza.—¿Qué sucede? —Micaela la miro con ojos de sospecha.—Nada abuela ¡Estoy cansada! Tan cansada que sólo deseo arrastrarme de nuevo a la cama, baje ¡Quinientas gradas! y ese no es el verdadero problema si no subirlas de regreso.—Eres joven Patricia no puedes hablar en serio —se burló Micaela. Sin poder evitar reírse ante la cara de sufrimiento de su nieta.—Lo sé, pero no estoy acostumbrada —dijo con desgana—Tienes el día libre no te quejes mujer —sonrió llevándose la taz
Patricia permaneció quieta, tanto que parecía una estatua de mármol. ¿Antonio estaba besándola? Se alejó tan pronto como su cerebro pudo procesar la información.—¿Qué haces? —Llevó sus dedos hacia sus labios. Tocando con las yemas sus labios recién besados.—Lo siento yo…—No trates de jugar con migo Antonio, yo no soy el tipo de mujer al que tú estás acostumbrado a tratar, no soy la mujer de tus sueños —quería llorar, porque ese roce había encendido una llama dentro de su corazón, y no estaba bien, no era correcto, era su jefe.—Tienes razón —Antonio se alejó un poco más, todo lo que la pequeña cocina le permitió.—¿Entonces qué es lo pretendes? —le dolía saber que tenía razón, pero era mejor sufrir u
Patricia permaneció de pie frente a la arrogante mujer ¿Debía marcharse? ¿Ayudaría si le explicaba el daño que le haría a Anthony? Sabía perfectamente que no era indispensable para la señora Rocco ¿Y para el niño? Conocía al respuesta, ella tenía dignidad y se habría marchado aceptando un nuevo despido, al final de cuentas no era el primero y segura estaba que no sería el último. Pero esto iba mucho más allá de un simple trabajo. Anthony era mucho más importante que su dignidad, podía sentir la necesidad del niño como suya.—¿Podría pensarlo mejor? —se atrevió a pedir.—¿Se has acostado, con mi hijo? —preguntó con desprecio—No señora, no es lo que usted cree. Si me atrevo a pedirle esto, es por el niño. Anthony necesita atención y e
—Fuimos despedidos de casa —Anthony salió detrás de las piernas de Antonio, llevaba los ojos rojos aun y su nariz era tan roja que parecía al reno de Santa Claus.—¡Mi niño hermoso! —Patricia lo cogió entre sus brazos y lo estrecho contra su pecho—No queremos estar sin ti —dijo metiendo su pequeña cabeza entre el hueco de su cuello.Patricia observó a Antonio, esperando una clara y evidente explicación, al ver las maletas en el suelo.—¿Quién es? —Micaela se acercó a la puerta para quedar sorprendida al ver a Antonio y el niño en la puerta.—Buenas noches señora Micaela —saludo Antonio con una leve inclinación de cabeza.—Señor Rocco tenga usted buena noche ¿Qué hace aquí? —preguntó al ver las maletas—¿Podr&iacut
—¿Bromeas? —Patricia bajo su taza de café con sumo cuidado, todo bajo la atenta mirada de Antonio, quien tenía una sonrisa traviesa dibujada en el rostro.—No, nunca he sido más sincero en mi vida que hoy —mordió un trozo de pan tostado.—¿Mi abuela acepto? —eso era lo más increíble de todo, convencer a su abuela no debía ser trabajo fácil ¿Antonio lo había hecho? Se preguntó, tratando de no mirar la sonrisa de triunfo en él.—Sí, se quedará con Anthony el día de hoy —levantó una ceja ¿Trataba de decirle algo?—¿Qué tanto tienes planeado para hoy? —preguntó aun sin poder creerlo.—Lo sabrás en su justo momento ¿Vamos? —se puso de pie y le tendió la mano—Iré a cepillarme —sonri&oa
—Yo no sé qué decirles —Micaela se sorprendió, con la propuesta de Antonio.—Piénselo, señora Micaela —tomó su mano entre las suyas, la diferencia entre ellos era increíble pero se sentía tan bien, se sentía como su lugar correcto.—No lo sé, Antonio, no quiero que la gente crea que mi nieta está contigo por interés —sonrió palmeando la mano blanca sobre su mano—No me importa lo que la gente opine, no vivo por ellos señora, siempre habrá un comentario bueno y diez malos, si nos detenemos y preocupamos por los demás, dejamos de vivir y de ser felices por el miedo al qué dirán —sonrió, él había vivido una vida llena de libertinaje sí, pero también era cierto que los medios de comunicación mentían, no se había acostado con tantas mu
—Oh papá —Antonio se separó un poco, casi nada de Patricia, su mano continuaba sobre su cintura de manera posesiva.—Señor Rocco —Patricia, sentía que sus mejillas quemaban debido a la vergüenza de verse sorprendida pegada a los labios de Antonio.—Señorita Rojas, un placer volver a verla —extendió la mano para saludarla—El placer es mío, señor Rocco —sonrió a pesar de su vergüenza—¿Llegaste hace mucho?—Estoy marchándome hijo, pero me alegra verte antes de irme, veo que tu relación con la señorita Rojas está por buen camino —sonrió al ver la sonrisa de su hijo—Marchando perfectamente papá —olvidando un momento los celos que le había corroído el alma.—¿Irás a la boda de Mariana? —Santiago