Grita Marta con los ojos bien abiertos leyendo el mensaje que enviara la señora Elmira en voz alta. —Dice que tenía un tumor en la cabeza, y que lo operaron el día que nos rescataron. ¡Lucy tenía razón, era Chris en aquella camilla! Estuvo muy grave por seis meses en el hospital, y se quedó ciego. ¡Dios! ¡Es verdad, Christian está ciego!—¡Noooo! ¡No es verdad, no, no, no puede ser verdad! —Las hace saltar el grito que ha dado Isabella, que ha escuchado todo. —¡No, no, Chris no puede estar ciego, no puede, no puede! Le arrebata el teléfono que tiene Marta en la mano, lee una y otra vez el mensaje que ha mandado la señora Elmira, repitiendo lo mismo una y otra vez.—¡No, no, no puede ser verdad, no puede ser verdad ! ¿Por qué no me lo dijo? ¿Por qué?—Cálmate Bella, no ganas nada con ponerte así. Le pide la abuela, en lo que la toma y se la lleva al ver cómo los niños, Santiago y el abuelo, han entrado corriendo en la cocina ante los gritos que ella da.—¿Qué sucede? —pregunta e
Christian se ha puesto de pie de un salto, para inmediatamente agacharse y abrazarse fuertemente de sus dos hijos, que lo llenan de besos.—Mamá no vino papá, se fue a trabajar —le dice Lucas.—Sí, papá, es que yo le pedí que me trajera a verte. ¿Estás bien papito? —Le dice Lucy pasándole la mano por el rostro. Christian está tan emocionado que no haya que hacer ni qué decir, sólo atinó a abrazar y besar a sus hijos una y otra vez, deseando con toda su alma poder verlos.—Mamá…, papá…, Christie… Llama a todos tratando de que lo vengan a ayudar, para que los niños no se den cuenta de que no los ve. Su hermana al momento sale corriendo a ver de qué se trata y por qué la llama con tanto desespero.—¡Tía! Gritan los niños cuando la ven salir corriendo por la puerta de la cocina y van a su encuentro abrazándola felices.—¡Lucas, Lucía! ¿Cómo vinieron?—Nos trajo mamá —contesta Lucas.—¿Y dónde está?—No la dejaron entrar.—¿Qué?—El guardia le dijo que no podía entrar, tampoco el
Christian se ha puesto de pie de un salto, para inmediatamente agacharse y abrazarse fuertemente de sus dos hijos, que lo llenan de besos.—Mamá no vino papá, se fue a trabajar —le dice Lucas.—Sí, papá, es que yo le pedí que me trajera a verte. ¿Estás bien papito? —Le dice Lucy pasándole la mano por el rostro. Christian está tan emocionado que no haya que hacer ni qué decir, sólo atinó a abrazar y besar a sus hijos una y otra vez, deseando con toda su alma poder verlos.—Mamá…, papá…, Christie… Llama a todos tratando de que lo vengan a ayudar, para que los niños no se den cuenta de que no los ve. Su hermana al momento sale corriendo a ver de qué se trata y por qué la llama con tanto desespero.—¡Tía! Gritan los niños cuando la ven salir corriendo por la puerta de la cocina y van a su encuentro abrazándola felices.—¡Lucas, Lucía! ¿Cómo vinieron?—Nos trajo mamá —contesta Lucas.—¿Y dónde está?—No la dejaron entrar.—¿Qué?—El guardia le dijo que no podía entrar, tampoco el
Isabella se había marchado casi al amanecer, sintiendo que tenía que dar una dura batalla para volver a recuperar a Christian. Ahora se sentía arrepentida, de haber estado tanto tiempo alejada de él. Por lo que decidida al otro día, mandó de nuevo a los niños a que se pasarán con su padre el día. Y le mandó un recado con Lucas.—Papá, ¿dice mamá que si puedes recogernos todas las tardes en la escuela? —¿Todas las tardes?—Sí, tiene mucho trabajo con el abuelo, y como tu estás en la casa, pensó que te gustaría que viniéramos a estar contigo aquí. Di que sí papá.—Me gusta, me gusta, no es eso. También tengo trabajo… —dijo Christian tratando de negarse, porque sabía que si venían cada día, al final se darían cuenta de lo que le sucedía. —No sé si podré todos los días.—Di que sí, papito —le pidió melosa Lucy, subida en sus piernas llenándolo de besos— te extrañamos mucho, yo quiero venir a vivir contigo.—¡Y yo también! —le dijo Lucas firme. —Dale papá, te prometemos que nos portar
Le había preguntado Elmira, al tiempo que recogía el servicio del desayuno que le había puesto.—Tiene que comer más niño, ahora que vienen sus hijos, se van asustar si ven que se desmaya.—¿Elmira?—Sí, señor, soy yo.—Elmira creo que me estoy volviendo loco —dijo de pronto Christian.—¿Por qué lo dice señor?—Siento el olor de mi esposa por todas partes, y hasta la siento dormir conmigo—le confesó.—Ya le dije que eso es porque la extraña ahora que están viniendo sus hijos. A lo mejor, es que ellos lo traen arriba y se le queda prendado de su nariz. Hágame caso y pídale que regrese —le insiste ella. — ¿O está esperando que alguien se la robe? Christian se había quedado en silencio después que dijera eso la sirviente, que se alejó dejándolo al sol. ¿Sería capaz Isabella de olvidarlo y entablar una relación con otro hombre? ¿Y qué esperas Christian? Se preguntó, ¿es que acaso no es lo que quieres, que sea feliz? Eso incluye que tenga otro hombre. Y el solo pensamiento de que su Isab
Solo el silencio le trae el eco de su propia voz, se queda todavía un rato allí sentado, sintiendo el olor a jazmín de Isabella. Hasta que llama a su caballo, que viene y regresa en silencio. Sintiendo más que nunca la soledad de la enorme casa, donde todo está impregnado del olor de su esposa que lo está enloqueciendo. Sube hasta su habitación y se desnuda, entrando en la ducha. Mete la cabeza debajo del chorro de agua y se queda así un buen rato, dejando que todo el dolor salga por sus lágrimas. Unos brazos conocidos lo toman por detrás, se tensa pero no se gira. Cierra con fuerza los ojos mientras dice.—No me importa si esto es una alucinación, por el amor de Dios Bella, quédate, deja que te haga el amor. Sé que no eres real, pero deja que te ame. Unos besos suaves le recorren la espalda, mientras las manos lo acarician, se gira entre ellos y recorre el rostro amado con sus manos hasta percatarse que es ella.—¿Eres tú Bella, estás de verdad aquí? Los labios calientes y sua
Hace lo que le prometiera a Santiago, solamente sale del puerto alejándose un poco más de la costa, se detiene. Luego se sienta en la borda a ver el mar. Solo están ella y Rodrigo que la observa de lejos sin acercarse. Marta suspira y suspira, hasta que rompe a llorar desconsoladamente. Rodrigo corre a su lado preocupado.—¿Qué es señorita, Marta? ¿Qué la hace llorar así? —pregunta realmente preocupado. Marta trata de alejarse, pero él la toma por una mano y la hace quedarse allí. —No se aleje, no hablaré, solo estaré sentado aquí a su lado. Y así lo hacen, se quedan sentados uno al lado del otro, por un largo período de tiempo la escucha, sollozar a su lado, sin decir una sola palabra. Hasta que una embarcación que se les acerca, lo hace reaccionar.—Señorita Marta, regresemos al puerto, rápido.—¿Por qué?—No me gusta aquella nave que viene directo hacía nosotros. Vamos, arranque el yate y regresemos. Marta se pone de pie inmediatamente y corre al puente, echa a andar el yate
Marta se queda mirándolo fijamente, sin poder creer que le haya dicho justamente esas palabras que ella quería escuchar. Lo ve que está un poco nervioso, pero decidido a enfrentarlo todo por ella, corre a estrecharlo entre sus brazos y llenarlo de besos.—Gracias Rodrigo, por decir eso, no sabes cuánto he sufrido todo este tiempo. También me gustas desde la primera vez que te vi, pero nunca me miraste.—Eres la hija de mi jefe, y esto que hago, es lo primero que no debo hacer.—No importa, hablaré con papá, ¿de acuerdo?—Preferiría hacerlo yo, de hombre a hombre.—¡No! Las hijas sabemos mejor. Le diré a mima que me ayude, ya verás que ella los convence. Y Bella de seguro que ya se dio cuenta y me va a ayudar, ¿de veras quieres hacer esto? —Sí.—No te preocupes, si te despiden te contrataré yo, ji, ji, ji…, lo que tendré que pagarte de otra manera —y mientras habla, no deja de recorrer el muy bien formado torso del hombre, con sus manos. —Siempre quise hacer esto —dice sin dejar de