CAPÍTULO IV

♤♤ Linda ♤♤

—¿Estás bien? —Su voz me hizo vibrar en lo más profundo de mi ser.

—Yo… creo que si —de repente sentí que algo me hacía falta, mis brazos estaban vacíos. —mi bebé, que hizo con mi hija —lo miro de arriba abajo. Estrella está en su regazo, algo que me pareció muy extraño, ya que ella no es una niña que le guste que otras personas la toquen, pero estaba muy tranquila sentada en el regazo de ese hombre. —¿Cómo lograste que ella aceptara que la cargara? —me senté.

—La tomé en brazos cuando te desmayaste —parpadeó varias veces, me había desmayado en ¿qué momento?

—¿Yo me desmayo? Que pena lo siento —incline mi cabeza apenada.

—Descuida, debió ser fuerte escuchar que te despedían —Asiento.

—Sí, necesito mucho el trabajo, es mi único sustento, a veces es difícil que la niñera la cuide ya que su madre está enferma y es la única persona con la cual Estrella se lleva bien.

—Lo entiendo, ¿y su padre?

—Su padre, él está muy ocupado siempre.

—Trabaja mucho —Sonrió, quisiera que trabajara para que así yo pueda cuidar de mi hija.

—Si —miento. —debo regresar a mi hogar, te agradezco mucho tu ayuda.

—Estoy preparando el almuerzo, me gustaría que me acompañaras —le sonrió.

Una parte de mi quiere irse por temor a Rafael, si él descubre que estoy con otro hombre me va a matar, pero otra de mí quiere permanecer aquí con él, no sé, pero me siento segura, es un completo extraño, en cambio con Rafael solo me produce miedo y lo conozco hace ya cinco años.

—Yo debo regresar —digo abrumada por esa parte de la razón que me grita que es mejor regresar a casa y empezar a buscar otro empleo. —debo buscar trabajo —juego con mis manos, estoy nerviosa, es lo único que provoca este hombre en mí.

—Te entiendo, espera el almuerzo y luego te llevo a tu casa, tal vez pueda ayudarte a conseguir trabajo.

—No es necesario, gracias, no quiero incomodarte.

—No lo haces es más estoy muy a gusto con tú compañía y con la de esta linda princesita, ¿Verdad Estrellita? —mi beba le sonríe como si lo conociera desde hace mucho tiempo. Me mira esperando una respuesta tal vez.

“—Por favor quédate, te necesito, te necesitamos —Miro a ambos lados de donde proviene esa voz, es una voz angustiada.

—Sucede algo —Niego.

—Está bien, me quedaré, pero si me dejas ayudarte —propongo, no me iba a sentar y observarlo.

—No, eres mi invitada siéntate.

—Insisto, si no me dejas ayudar entonces me marcharé —me sonríe ampliamente.

—De acuerdo, ven conmigo —dice levantándose junto a Estrella, lo sigo hacia la cocina supongo. —muy bien hermosa princesa usted permanece aquí sentadita, mientras tu madre y yo preparamos la comida, te chuparas los dedos —Sonrió contagiada de la sonrisa de mi bebé.

Y no mentía cuando dijo que nos íbamos a chupar los dedos, la comida estaba exquisita.

—Eres un gran chef, gracias por dejarme tocar tu cocina.

—Gracias a ti por acompañarme. Ahora podemos hablar sobre tu trabajo, me gustaría ayudarte.

—Gracias, pero no es necesario, iré a la agencia mañana y de seguro consigo algo.

—Está bien no insisto, pero si necesitas de mi ayuda aquí estaré para ayudarte —mi ceño se frunce. —tranquila, es sin ninguna intención —asiento.

—Te lo agradezco —Miro a Estrella quien no se ha separado de Jarrell por ningún momento, ni siquiera a la hora de comer se separó de él.

—Tienes más familiares —miro a una esquina esquivando su mirada.

—No tengo a nadie, solo a mi hija, ella es mi única familia —me daba pesar recordar que nunca tuve una madre o un padre, ni siquiera una madre adoptiva. 

La pase mal durante mi infancia y mucho más durante la adolescencia, todo se resume a ese día. El día que pensé que al fin sería adoptada, había compartido durante una semana con una familia, estaba feliz porque al fin iba tener una familia, pero el día de la adopción ellos decidieron adoptar a otra niña, desde ese día me aísle y no quise compartir con nadie.

Una lágrima solitaria rueda por mi mejilla.

—Lo siento no fue mi intención —dice limpiando mi rostro con un pañuelo. —no quise que recordarás nada de tu pasado, no sabía que era doloroso —¿doloroso como lo sabía?

—Descuida no lo sabías. Ya basta de mí ¿qué hay de usted?

—De mí no mucho, solo soy un hombre solitario.

—Eso es raro —me mira.

—¿Raro por qué? —Pregunta.

—Es usted, pues es un hombre apuesto como es que esta solo —sentí mis mejillas y orejas calentarse.

—Eso es porque de donde yo vengo solo se puede amar a una sola mujer y yo aun no la he encontrado, pero sé que está muy cerca de mí.

—¡Oh! será muy afortunada de tenerlo.

—Tal vez yo sea el afortunado de tenerla a ella —no sé porque sentía como si él me lo estuviera diciendo a mí, era como si cada palabra fuera dirigida específicamente para mí. Estaba loca al pensar en tal cosa.

Las horas seguían pasando y nuestra plática se centró en cómo era vivir en esta ciudad, y como era vivir en la suya y por lo que me ha dicho son muy diferentes.

Como a las seis de la noche le dije que ya era hora de irme, solo rogaba que Rafael no estuviera en el apartamento, él insistió tanto que me iba llevar así que no me quedó de otra que aceptar. Además, soy fácil de convencer, tal vez por esa razón me encuentro donde estoy.

—Puedes dejarme aquí por favor —le pedí, ya estábamos cerca del edificio y si alguien me veía estaba segura que le dirían a Rafael.

—¿Segura?, puedo acercarte al edificio.

—No, aquí está bien, gracias Jarrell —tomo a Estrellita y la maleta donde están sus cosas.

—No quieres que te ayude —niego.

—Gracias por todo —salgo del auto con su ayuda. —nos vemos —camino por la vereda hacia el apartamento.

Subo las escaleras hasta llegar al apartamento que rento, entro con cuidado de no despertar a Estrellita.

—Al fin te dignas en llegar —mi sangre se hiela al escuchar su voz gruesa. —¿Dónde estabas? —Pregunta no se si decirle la verdad o solo mentirle —y más te vale que me digas la verdad Linda, fui a la cafetería, pero me dijeron que te habías ido —mi corazón palpita con rapidez, abrazo a Estrellita con fuerza, mi instinto es de protegerla.

—Déjame acostar a la niña por favor —no importaba lo que dijera esto solo iba terminar de una sola forma.

Y solo pasaron unos cuantos segundos para que su mano parara en mi mejilla, sentí el sabor metálico de la sangre en mi labio y como algo caliente bajaba por mi nariz, mi espalda chocó contra el respaldar del viejo sillón, pero en ningún momento solté a mi hija. Tomo mi cabello para que lo mirara sus ojos estaban de un color extraño.

—Rafael la niña —digo con lágrimas, mientras Estrellita llora y se aferra a mí con fuerza. —por favor ella es una bebé.

—Debiste pensar en ella antes de irte a revolcarte con ese. —la separa de mí. —vete a la habitación —le grita, ella sale corriendo sin mirar atrás, me siento impotente por no poder hacer nada.

Sus puños van y vienen sobre mi cuerpo, intento cubrirme, pero es imposible, al terminar de impartir su castigo sale del apartamento.

Me quedo vuelta un ovillo, llorando por ser tan cobarde, arrepentida por no ver la clase de hombre que era Rafael. Me levanto adolorida y camino hacia la habitación.

Limpio la sangre de mi rostro y me abrazo al pequeño cuerpo de mi hija.

—Perdóname mi Estrellita por no saber protegerte, sabes que mamá te ama ¿verdad? —gira su pequeño cuerpo y me abraza lloro en silencio hasta quedar dormida.

Al día siguiente me levanto temprano para dejar todo limpio, además de ello le preparo el desayuno a Estrellita, la puerta es abierta con brusquedad, un Rafael todo golpeado entra por la puerta.

—¡Mami! —exclama con temor.

—Tranquila sigue desayunando —me dirijo a la pequeña sala.

—Ese maldito perro me las va a pagar, solo es cuestión de saber quién es —balbucea.

—Déjame ayudarte — lo ayudo a levantarse y lo llevó a la habitación.

Tiene muchos arañazos, además de ello tiene muchas heridas como si fueran de garras de algún animal.

Llevó a Estrellita con la niñera y salgo directo a la cafetería ya que tenía muchas llamadas del Gerente, lo llamé ya que me parecía extraño que me llamara con tanta insistencia, lo primero que me dijo fue que regresara a trabajar, yo feliz acepté. Llegó a la esquina de la cafetería cuando de pronto soy tomada por mi cabello.

—¿A dónde crees qué vas? —mi corazón se detiene.

—Rafael, ¿ya estás mejor? —mi voz sale quebrada. 

—Te hice una pregunta.

—Voy a trabajar —dije alzando la voz, su mano se elevó, cerré los ojos esperando el impacto.

—No te atrevas a ponerle una mano encima —una corriente traspasó mi cuerpo haciéndome estremecer…

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