CAPÍTULO XLI

LINDA.

—No te atrevas ponerle un dedo encima —la piel se me eriza al escuchar su voz, mi corazón salta de alegría, giró la cabeza hacia él. —Estás bien amor —asiento.

—¡Oh! Mira quien se atrevió dar la cara, que se siente ser traicionado por la mujer que según amas.

—No sé dímelo tú, yo no he sido traicionado por la mujer que amo. Sabía cada movimiento que ella daba y no solo eso, ella me habló de tus planes y lo cobarde que fuiste —miró a Jarrell quien se para junto a mí.

—Yo no hablo de ella, sino de esa mujer que está ahí tirada con el cuello roto —miró el cuerpo de Amanda, pero de inmediato quitó mi mirada.

—Esa mujer no es nada mío.

—¿Dónde tienes a Estrellita? —digo mirando a Rafael.

—Descuida mi vida, pronto estarás con ella, solo déjame acabar con este perro domesticado —aprieto mis manos.

—Diana.

—Lo sé.

La luz brillante envuelve mi cuerpo desde los pies hasta la cabeza, unas mariposas doradas vuelan a mi alrededor, las alas se extienden a lo largo de mi espalda, en mi cabez
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