ValentinaPor mucho tiempo había luchado contra esto, contra lo que Nicola me hacía sentir, contra lo que significaba aceptar esta relación.Toda mi vida había sido entrenada para ir en contra de los Moretti, para ver en ellos a mis enemigos, los culpables de todo lo que me habían arrebatado.Pero ahora… ya no le veía sentido seguir resistiéndome. Nicola era lo único que tenía, lo único que me hacía sentir... humana.Y si este matrimonio lo dejaba tranquilo, si le daba la seguridad que necesitaba para seguir siendo el hombre frío y calculador que ambos necesitábamos para derrotar a Alessandro, entonces estaba dispuesta a hacerlo.A pesar de todo, el amor que sentía por él era innegable, imposible de ocultar. Sentía cada latido de mi corazón con una intensidad desconocida.Al mirarlo, vi en sus ojos un brillo que rara vez mostraba, una calidez que no le concedía a nadie más que a mí.Nicola Moretti, el futuro Don de Palermo, el hombre que había conquistado mi corazón de una manera que
NicolaCuando el último hombre de la Camorra cayó, me tomé un segundo para recuperar el aliento.Me limpié la ropa, sacudiendo el polvo y las astillas de madera que habían saltado de los bancos destrozados. Valentina estaba a mi lado, aún con el arma en la mano, su respiración controlada, aunque podía ver qué aún estaba alerta.Ella siempre estaba lista para pelear de nuevo. Y eso me excitaba mucho.Algunos de los jefes de familia comenzaron a acercarse a nosotros, sus ojos se intercalaban entre mi esposa y yo, llenos de incredulidad y sorpresa en sus rostros.Sentí el peso de sus miradas sobre mí.Sabía que tenía que hablarles, tenía que tomar el control de la situación antes de que las dudas comenzaran a germinar en sus mentes.Este ataque de la Camorra, en nuestro lugar sagrado, no solo era una agresión contra nosotros, sino una declaración abierta de guerra.Pero ellos aún no sabían quién era el que estaba al mando de la Camorra. No se lo esperaban.Abrí la boca, listo para explic
NicolaSolo dejándome llevar por el impulso animal que me invadió, la rodeé con mis brazos y la levanté del suelo.Valentina dejó escapar un grito, y se aferró a mis hombros, envolviendo sus piernas en mi cintura. Sus labios estaban tan cerca de los míos que casi podía sentirlos, pero no nos besamos todavía.Apenas crucé la puerta, el aroma a pino y a la madera vieja nos envolvió. Había una chimenea en un rincón, unas cuantas velas sobre una mesa, y una cama grande cubierta con sábanas blancas.Caminé hacia la cama con ella aún en mis brazos, y mientras lo hacía, comencé a arrancar los restos del vestido de novia que aún colgaban de su cuerpo. La tela, rasgada y sucia por la pelea en la iglesia, cedió fácilmente bajo mis manos.—No estás perdiendo el tiempo, ¿eh? —susurró, con esa voz ronca que siempre usaba cuando quería provocarme.—Nunca lo hago contigo, —le respondí, tirando el último trozo de tela al suelo.La empujé contra la pared con fuerza, haciendo que soltara un jadeo entre
NicolaDesperté con los primeros rayos del sol filtrándose por la ventana de la cabaña.La luz acariciaba el rostro de Valentina, dormida a mi lado, con el cabello oscuro desparramado sobre la almohada.Me quedé observándola, disfrutando de esa imagen rara y preciosa. Era extraño verla así, tan tranquila, después de la intensidad de la noche anterior.Nos habíamos llevado al límite, como si no existiera el mañana. Nos habíamos entregado el uno al otro hasta que simplemente perdimos el conocimiento.Me acerqué un poco más, abrazándola por detrás, sintiendo el calor de su cuerpo contra mi pecho. Deslicé mis labios por su cuello, dejando un rastro de besos suaves, y la sentí moverse, dejando escapar un suspiro somnoliento.—Buenos días, señora Moretti, —le murmuré al oído, con una voz ronca de sueño.Valentina abrió los ojos, pestañeando para volver a la realidad. Se giró apenas lo suficiente para mirarme por encima del hombro, con una sonrisa traviesa en sus labios.—Buenos días, señor
ValentinaHabía algo devastador en ver cómo el rostro de Nicola cambiaba al escuchar esas palabras: "Alessandro lo mató". Su cuerpo se tambaleó, sus ojos se cristalizaron y su respiración, aunque controlada, era pesada y forzada.Mantuve una mano en su brazo, apretando un poco, un gesto silencioso que sabía que él entendía.No le diría que se calmara. Conocía demasiado bien lo que significa perder a alguien de esa manera. No existían palabras capaces de suavizar ese tipo de dolor, y Nicola no era alguien que aceptara consuelo fácil.Lo miré de reojo. Sentía el calor que emanaba de su cuerpo, la furia tan marcado en cada uno de sus gestos, y algo que reconocía bien: era el odio que nace del dolor.La muerte de Vittorio no solo era una pérdida para él, sino un golpe directo a su orgullo, a todo lo que representaba como hijo y como hombre.—La muerte de Alessandro será tuya, Nicola, —dije cuando todos quedaron en silencio, mi voz baja pero firme, como si fuera un juramento.Alessandro m
ValentinaBianca y Lorenzo se quedaron detrás, listos para comenzar lo que él llamó "un entrenamiento básico", aunque sabía que en su mente ya tenía un plan riguroso para convertir a Bianca en algo más que una víctima.El camino hacia la casa segura en la ciudad fue tranquilo. Shadow conducía con la misma expresión impenetrable de siempre, pero había algo en la rigidez de sus hombros que delataba su tensión.Nicola, a mi lado, estaba inmerso en sus pensamientos, con la mirada fija en el paisaje que pasaba rápidamente.No había hablado mucho desde la discusión con Bianca, y aunque su rostro era una máscara de frialdad, sabía que las emociones estaban latiendo bajo la superficie. Todos estábamos lidiando con nuestros propios demonios.Cuando llegamos a la casa segura, Nicola se dirigió a una habitación para prepararse, mientras yo me ocupaba de encontrar algo adecuado para la reunión.Shadow, como siempre, desapareció sin decir nada, moviéndose por la casa como un fantasma.Entré en una
BiancaNicola, Valentina y Shadow ya se habían ido, dejándonos a Lorenzo y a mí en la cabaña que de repente parecía demasiado grande y vacía.Me senté en una de las sillas junto a la ventana, abrazando mis rodillas mientras miraba hacia afuera.Mi mente vagaba lejos de aquí, atrapada en los recuerdos de mi padre; la sangre brotando de su cabeza, de las manos de Alessandro sobre su arma. La furia y la tristeza me invadían, pero entre esos sentimientos surgía algo más: una determinación que nunca antes había sentido.Lorenzo se acercó, entregándome una taza de té, antes de apoyarse contra la mesa frente a mí. Se cruzó de brazos, su postura relajada, pero sus ojos claros estaban fijos en mí y me observaban con tal intensidad que un calor inexplicable recorrió todo mi cuerpo.—¿Por qué yo? —preguntó, rompiendo el silencio.Levanté la vista hacia él, y por un momento, no supe qué decir. Era una pregunta simple, pero la respuesta era complicada.—Nicola no se separaría de Valentina para que
BiancaEl toque de sus manos fue tan inesperado que casi me olvidé de respirar.Cerré los ojos un momento, obligándome a concentrarme en lo que me estaba enseñando y no en el hecho de que su mano seguía en mi cintura.—Ahora apunta, —susurró, su voz calmada justo junto a mi oído—. Usa la mira delantera y alinea con el objetivo.Abrí los ojos, enfocándome en las latas frente a mí. Apreté los labios y me concentré, haciendo lo que me había indicado.—Respira, Bianca, —dijo suavemente, y su mano en mi hombro me dio un pequeño apretón—. Tómate tu tiempo. Inhala. Exhala. Y cuando estés lista, aprieta el gatillo.Seguí sus instrucciones, inhalando profundamente antes de exhalar lentamente. Luego apreté el gatillo. El sonido del disparo resonó en todo el lugar, y el retroceso me asustó, haciendo que diera un paso atrás.Pero cuando miré hacia el tronco, vi que una de las latas había caído.—¡Lo hiciste! —exclamó, y su sonrisa amplia fue suficiente para hacerme olvidar el dolor que sentía en