NicolaEl auto arrancó suavemente, alejándose de la mansión, pero mis pensamientos aún estaban atrapados en lo que había sucedido minutos antes con Valentina.Sentía su calor todavía impregnado en mi piel, la presión de su cuerpo contra el mío, el sabor de sus labios en los míos.Había dejado la oficina de manera abrupta, pero cada fibra de mi ser me exigía regresar, arrastrarla lejos de todos y mantenerla a mi lado, sin que nadie más se acercara a ella.La obsesión crecía, y esa maldita mujer tenía la capacidad de mantenerme completamente desquiciado.Estaba tan metido en mis pensamientos que apenas me di cuenta de que Lorenzo me estaba observando a través del retrovisor.Su sonrisa arrogante y despreocupada me sacó de mi ensimismamiento.—La próxima vez que tengas compañía, solo avisa, —dijo con sus ojos fijos en mí a través del espejo.Gruñí, dejando que mi irritación fuera evidente. No tenía paciencia para sus comentarios en ese momento.—Eso no te limitó a molestar, —espeté devol
NicolaLevanté la navaja y me agaché junto a él, colocando la hoja contra su mejilla, justo debajo del ojo.Su cuerpo se tensó de inmediato, y vi cómo las lágrimas continuaban cayendo, mezclándose con el sudor y los fluidos que salían de su nariz.Era realmente patético.—No fue lo que pienso, —repetí en voz baja, como si estuviera reflexionando sobre sus palabras. Mi mano se movió con lentitud, permitiendo que el filo de la navaja rozara suavemente su piel, sin ejercer aún presión. —¿Qué fue entonces? ¿Un simple malentendido? ¿Una oportunidad que no pudiste resistir?Su silencio era todo lo que necesitaba. Todos sabíamos que no había excusas que pudiera usar, que su destino estaba sellado.Pero eso no significaba que fuera a matarlo. No, eso solo significaba que su sufrimiento sería más largo antes de que todo terminara.Me levanté de nuevo y comencé a cortar su camisa, rasgando el tejido hasta dejar su torso expuesto.El frío del almacén hizo que su piel se erizara, y vi cómo sus mú
ValentinaGracias al cielo el fin de semana había terminado.La intensidad de esos días en la mansión Moretti me había dejado exhausta, tanto física como emocionalmente.Ahora, de vuelta a mi rutina en la universidad, sentía un alivio inesperado al estar de nuevo en la seguridad de mi pequeño apartamento.Bianca había pasado a desayunar conmigo esa mañana, como solía hacerlo todos los días.La charla fue ligera, nada fuera de lo común, hasta que se le escapó un pequeño detalle que encendió mis alertas: su hermano había viajado fuera del país por negocios.Sacudí cualquier pensamiento de él de mi cabeza cuando llegué a clase.El aula estaba llena de mis compañeros, todos hablando en voz baja mientras esperaban al profesor.Esta era mi rutina, la que me mantenía anclada al presente.Relaciones internacionales eran una de mis clases favoritas, no solo por los temas, sino porque las discusiones en clase solían ser interesantes. Hoy no era la excepción.Estábamos en medio de un debate sobr
Valentina—Está bien, —respondí con una sonrisa. —Una cena de compañeros suena bien.Su sonrisa se agrandó al escuchar mi respuesta, y pude ver un brillo de satisfacción cruzar sus ojos. Daba la impresión de que no estaba acostumbrado a que la gente le dijera que no, y haberlo aceptado le había dado ese impulso extra de confianza.—Entonces, paso por ti hoy a las ocho, —dijo, dando un paso hacia atrás. —Conozco un restaurante cerca del campus que tiene una excelente comida mediterránea. Te va a encantar.Asentí, sintiéndome un poco inquieta por haber aceptado pero... Tal vez esto era justo lo que necesitaba: una noche normal, lejos de las locuras en las que estaba últimamente.—Perfecto, nos vemos a las ocho, —respondí sin dejar de sonreír.—Nos vemos luego, Vale, —dijo, dándome una última mirada antes de salir y perderse en el pasillo.Mientras me dirigía hacia la salida, no podía ignorar esa pequeña voz en mi cabeza que me advertía que, aunque intentara mantenerme alejada, la sombra
ValentinaNos sentamos, y el mesero apareció casi al instante para tomar nuestras órdenes. Daniel pidió por los dos sin siquiera mirar el menú, algo que me molestó muchísimo.No porque hubiera elegido mal la comida, sino porque ni siquiera había considerado consultarme. Esa fue la primera bandera roja.—¿Entonces? —preguntó, cruzando los brazos sobre la mesa, inclinando su cuerpo hacia adelante. —¿Qué opinas del lugar? Bonito, ¿verdad?La verdad era que me sentía fuera de lugar.Cada persona en el restaurante parecía más elegante, más preparada para ese tipo de lugar, mientras yo estaba con mis jeans y blusa, recordando su comentario anterior sobre "vestirme mejor".—Sí, es muy bonito, —respondí, agarrando una servilleta y colocándola sobre mis piernas.Durante la cena, Daniel se insinuó todo el tiempo, diciendo comentarios que me hacían sentir cada vez más incómoda.Parecía que no podía mantener una conversación normal sin intentar pasar algún comentario inapropiado.—¿Sabes? —dijo m
ValentinaLa descarga fue inmediata, un chasquido fuerte que llenó la habitación, seguido por el grito de dolor entre dientes de Daniel.Su cuerpo se tensó, los músculos contrayéndose involuntariamente mientras la electricidad recorría su cuerpo.Su agarre sobre mí se aflojó, y me aparté de él, cayendo hacia un lado, jadeando por aire.Daniel se tambaleó hacia atrás y tropezó con la mesa ratona en el centro de la sala.Su cabeza giró, y en ese preciso momento, la parte de atrás de su cráneo se clavó contra una estatuilla de la Torre Eiffel que estaba sobre la mesa en el centro de la sala.La pequeña estatuilla se hundió en su cabeza con un crujido espantoso, atravesando su cuero cabelludo y hundiéndose en su cráneo, saliendo entre sus cejas.Pude escuchar el sonido de los huesos partiéndose, la sangre saliendo de los orificios, oscura y espesa, manchando la superficie de la mesa ratona y goteando en el suelo.Por un segundo, no pude moverme.Mi respiración se quedó atrapada en mi pech
Valentina—Bianca, escúchame bien, —dijo su hermano con su tono calmado, pero autoritario. —Necesitas calmarte y escuchar exactamente lo que voy a decir. Ahora no es momento de entrar en pánico, ¿entiendes?Ella asintió, aunque sabía que Nicola no podía verla.Mi cuerpo aún temblaba, y mi mente era un caos. La presión de la situación estaba a punto de hacerme explotar, pero sabía que si yo también me desmoronaba, todo sería peor.—Primero, ambas deben ponerse guantes. ¿Tienen guantes de látex? —preguntó, y por un momento parecía que nada de esto lo afectaba.Hablaba con la misma naturalidad que si nos estuviera dando indicaciones sobre cómo cambiar una rueda de un auto.Bianca asintió de nuevo, pero esta vez habló.—Sí, ví una caja en el baño, —murmuró.Estaba al borde de las lágrimas, pero aún así corrió hasta el baño a traer los guantes con el teléfono en mano.—Bien, —respondió, completamente tranquilo justo cuando Bianca volvía a mi lado. —Ahora, necesitan quitar la estatuilla que
NicolaFrente a mí, tres hombres discutían con calma medida sobre las rutas de la próxima entrega.Había visto esa mirada muchas veces en mi vida, y sabía leer perfectamente cuándo alguien estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario por el negocio. Así que los escuchaba con atención, mientras Lorenzo estaba a mi lado, revisando documentos, una rutina que habíamos repetido miles de veces.Estábamos discutiendo un negocio importante con una red de tráfico internacional, hombres con conexiones en países de los que ni siquiera podía hablarse en voz alta.Y aunque mi rostro se mantenía inmutable, mi mente ya estaba dos pasos adelante, calculando cada posible riesgo, cada movimiento en el tablero. No era un negocio pequeño, y no podía permitirme distracciones.Entonces, el sonido del teléfono de Lorenzo rompió la discusión.Mi primera reacción fue ignorarlo.Pero cuando vi que Lorenzo revisaba la pantalla y su rostro se tensaba por un breve segundo, supe que algo no estaba bien. Mi inst