ValentinaLa descarga fue inmediata, un chasquido fuerte que llenó la habitación, seguido por el grito de dolor entre dientes de Daniel.Su cuerpo se tensó, los músculos contrayéndose involuntariamente mientras la electricidad recorría su cuerpo.Su agarre sobre mí se aflojó, y me aparté de él, cayendo hacia un lado, jadeando por aire.Daniel se tambaleó hacia atrás y tropezó con la mesa ratona en el centro de la sala.Su cabeza giró, y en ese preciso momento, la parte de atrás de su cráneo se clavó contra una estatuilla de la Torre Eiffel que estaba sobre la mesa en el centro de la sala.La pequeña estatuilla se hundió en su cabeza con un crujido espantoso, atravesando su cuero cabelludo y hundiéndose en su cráneo, saliendo entre sus cejas.Pude escuchar el sonido de los huesos partiéndose, la sangre saliendo de los orificios, oscura y espesa, manchando la superficie de la mesa ratona y goteando en el suelo.Por un segundo, no pude moverme.Mi respiración se quedó atrapada en mi pech
Valentina—Bianca, escúchame bien, —dijo su hermano con su tono calmado, pero autoritario. —Necesitas calmarte y escuchar exactamente lo que voy a decir. Ahora no es momento de entrar en pánico, ¿entiendes?Ella asintió, aunque sabía que Nicola no podía verla.Mi cuerpo aún temblaba, y mi mente era un caos. La presión de la situación estaba a punto de hacerme explotar, pero sabía que si yo también me desmoronaba, todo sería peor.—Primero, ambas deben ponerse guantes. ¿Tienen guantes de látex? —preguntó, y por un momento parecía que nada de esto lo afectaba.Hablaba con la misma naturalidad que si nos estuviera dando indicaciones sobre cómo cambiar una rueda de un auto.Bianca asintió de nuevo, pero esta vez habló.—Sí, ví una caja en el baño, —murmuró.Estaba al borde de las lágrimas, pero aún así corrió hasta el baño a traer los guantes con el teléfono en mano.—Bien, —respondió, completamente tranquilo justo cuando Bianca volvía a mi lado. —Ahora, necesitan quitar la estatuilla que
NicolaFrente a mí, tres hombres discutían con calma medida sobre las rutas de la próxima entrega.Había visto esa mirada muchas veces en mi vida, y sabía leer perfectamente cuándo alguien estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario por el negocio. Así que los escuchaba con atención, mientras Lorenzo estaba a mi lado, revisando documentos, una rutina que habíamos repetido miles de veces.Estábamos discutiendo un negocio importante con una red de tráfico internacional, hombres con conexiones en países de los que ni siquiera podía hablarse en voz alta.Y aunque mi rostro se mantenía inmutable, mi mente ya estaba dos pasos adelante, calculando cada posible riesgo, cada movimiento en el tablero. No era un negocio pequeño, y no podía permitirme distracciones.Entonces, el sonido del teléfono de Lorenzo rompió la discusión.Mi primera reacción fue ignorarlo.Pero cuando vi que Lorenzo revisaba la pantalla y su rostro se tensaba por un breve segundo, supe que algo no estaba bien. Mi inst
ValentinaHabíamos hecho todo lo posible por limpiar el desastre de anoche, pero no podía sacar mi mente de lo que había pasado.El olor a lejía aún impregnaba el aire del apartamento, mezclándose con un tenue rastro metálico de sangre que no terminaba de desaparecer, haciendo que el lugar se sintiera asfixiante, como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía escapar.Bianca había insistido en que fuéramos juntas a la mansión, que debíamos obedecer las órdenes de Nicola, que estaríamos más seguras allí.Pero yo no iba a hacer eso. No iba a dejar que Nicola me controlara. Ella no entendía la dinámica entre nosotros, y yo no estaba dispuesta a explicárselo.Me quedé en mi apartamento. Sabía que estaba tomando un riesgo, suponía que desobedecer una orden directa de él no era algo que debía tomarse a la ligera, pero no podía pensar con claridad, y menos con Nicola metiéndose se en mi vida de esa manera.Estaba acostada en mi cama, mirando el techo mientras él sol del amane
NicolaEl camino hacia la mansión fue un borrón de adrenalina y frustración.Cuando me enteré de que Valentina no había cumplido con mi orden de irse allí, sentí cómo algo dentro de mí se rompía, se encendía con una furia irracional.No era solo enojo por la desobediencia. Claro que sí, me enfurecía que no hubiera hecho lo que le dije que hiciera, pero más que nada, estaba preocupado.No quería admitirlo, pero esa preocupación me corroía por dentro, me hacía sentir como si estuviera perdiendo el control. Y si había algo que no podía soportar, era la falta de control.Salí disparado hacia su apartamento.Algo dentro de mí me empujaba, una mezcla de ira y ansiedad que no podía controlar. Cada segundo que pasaba me sentía peor, pensar en que no la había protegido como debía... Ese pensamiento me volvía loco.Cuando llegué al edificio, toqué el timbre dos veces, con mucha fuerza, y demasiado rápido.Mis nervios me estaban jugando una mala pasada, y no tener mi teléfono a mano para revisar
Nicola—No hables, —gruñí, mis labios bajando hacia su cuello.Su cuerpo temblaba bajo mis manos, su respiración se aceleraba, y eso solo me hacía desearla más.Mis labios se movían por su cuello, saboreando el calor de su piel, pero entonces algo me detuvo en seco.Un moretón oscuro, un visible contraste en la palidez de su piel, que se asomaba justo donde mis labios estaban a punto de besar. El rastro evidente de otra mano, de otros labios, de alguien que no era yo.—Por suerte para él, está muerto, —murmuré contra su piel.Valentina se estremeció en mis brazos, pero está vez no era por placer, y ese simple gesto me volvió loco. No por el poder que ejercía sobre ella, sino porque no quería que me temiera.—Yo hubiera disfrutado sacarle la piel mientras aún respiraba, —gruñí, las palabras saliendo con una brutalidad que no pude contener.Sabía que no debía decirlo, que no debía mostrarle ese lado de mí, pero no podía evitarlo. El simple hecho de que alguien la hubiera tocado de esa m
ValentinaNicola se había ido de la universidad, nos dejó a Bianca y a mí con un sabor amargo en la boca.No podía evitar sentir ese nudo en el estómago, una mezcla de frustración y miedo.Nos habíamos sentado en la cafetería, ambas con nuestras bandejas de comida frente a nosotras, pero ninguna de las dos había tocado nada.—No puedo creer lo que dijo... —susurró, rompiendo finalmente el silencio, pero su voz apenas era audible.Vi cómo jugaba con su tenedor, empujando los trozos de ensalada de un lado a otro, sin siquiera pensar en comer.Las chicas que habían molestado a Bianca hace meses ahora estaban actuando como si fueran nuestras mejores amigas.Era obvio lo que querían.Querían acercarse a Nicola, no a Bianca. La hipocresía en sus sonrisas falsas y comentarios superficiales eran tan evidentes que resultaba insultante.—¿Por qué usas el apellido de tu madre aquí?Eso me había intrigado desde que había conocido a su familia. Sabía que ella era una Moretti, pero aquí, en la univ
Valentina—Te dije que no iba a parar, —susurró en mi oído, su aliento caliente rozando mi piel, y el temblor que me recorrió fue casi involuntario.Mi cuerpo ya estaba respondiendo a él, traicionándome. Sentí la humedad crecer entre mis piernas, como una señal de que, por mucho que mi mente quisiera escapar, mi cuerpo estaba más que listo para lo que él planeaba hacerme.—Ven aquí, —ordenó suavemente, sin dejar de susurrar en mi oído.Me llevó hacia el sofá, su mano guiándome mientras yo trataba de mantenerme en pie. Mi respiración se aceleraba, mis manos temblaban, pero no era solo por el miedo.Sabía que lo que había hecho; huir de él, solo lo había enfurecido más, y que ahora me enfrentaría a las consecuencias de haberlo desafiado.Parte de mí lo temía, pero otra parte, una que no quería admitir, lo esperaba.—Nicola, —intenté protestar, pero mi voz sonó más débil de lo que pretendía.Me dejó caer suavemente en el sofá, sus movimientos delicados y controlados. Se arrodilló frente