ValentinaNicola se había ido de la universidad, nos dejó a Bianca y a mí con un sabor amargo en la boca.No podía evitar sentir ese nudo en el estómago, una mezcla de frustración y miedo.Nos habíamos sentado en la cafetería, ambas con nuestras bandejas de comida frente a nosotras, pero ninguna de las dos había tocado nada.—No puedo creer lo que dijo... —susurró, rompiendo finalmente el silencio, pero su voz apenas era audible.Vi cómo jugaba con su tenedor, empujando los trozos de ensalada de un lado a otro, sin siquiera pensar en comer.Las chicas que habían molestado a Bianca hace meses ahora estaban actuando como si fueran nuestras mejores amigas.Era obvio lo que querían.Querían acercarse a Nicola, no a Bianca. La hipocresía en sus sonrisas falsas y comentarios superficiales eran tan evidentes que resultaba insultante.—¿Por qué usas el apellido de tu madre aquí?Eso me había intrigado desde que había conocido a su familia. Sabía que ella era una Moretti, pero aquí, en la univ
Valentina—Te dije que no iba a parar, —susurró en mi oído, su aliento caliente rozando mi piel, y el temblor que me recorrió fue casi involuntario.Mi cuerpo ya estaba respondiendo a él, traicionándome. Sentí la humedad crecer entre mis piernas, como una señal de que, por mucho que mi mente quisiera escapar, mi cuerpo estaba más que listo para lo que él planeaba hacerme.—Ven aquí, —ordenó suavemente, sin dejar de susurrar en mi oído.Me llevó hacia el sofá, su mano guiándome mientras yo trataba de mantenerme en pie. Mi respiración se aceleraba, mis manos temblaban, pero no era solo por el miedo.Sabía que lo que había hecho; huir de él, solo lo había enfurecido más, y que ahora me enfrentaría a las consecuencias de haberlo desafiado.Parte de mí lo temía, pero otra parte, una que no quería admitir, lo esperaba.—Nicola, —intenté protestar, pero mi voz sonó más débil de lo que pretendía.Me dejó caer suavemente en el sofá, sus movimientos delicados y controlados. Se arrodilló frente
ValentinaSentí sus manos recorriendo mi espalda, suavemente, pero con una firmeza que me dejaba sin aliento.No era el toque de alguien que buscaba consolarme, era el toque de alguien que sabía que tenía todo el poder. Su control sobre mí no era solo en la fuerza, si no la certeza de que ya me estaba rindiendo emocionalmente.—Relájate, —ordenó, mientras sus dedos bajaban por mi costado, rozando mi piel.Apenas podía escucharlo, y mi cuerpo reaccionaba a cada uno de sus movimientos, y eso me hacía sentir aún más vulnerable.Mis piernas estaban separadas por la barra, mis manos atadas firmemente a la misma estructura, lo que me dejaba sin posibilidad de moverme más allá de lo que Nicola decidiera.La impotencia de esa situación me quemaba, pero al mismo tiempo, sentía una sensación abrumadora que no podía describir. No era solo miedo, no era solo vulnerabilidad. Era una mezcla de ambas, entrelazadas con una atracción que no quería reconocer.—Ya no hay escapatoria, —continuó él, con s
ValentinaMi cuerpo temblaba mientras Nicola me levantaba del sofá.Mis músculos seguían tensos, sintiendo el eco de su castigo, aunque el dolor era mínimo comparado con la sensación de agotamiento que se había apoderado de mí.No pude evitar apoyarme en él, mi respiración irregular, mis piernas todavía un poco débiles por la tensión de todo lo que había pasado.Nicola no dijo nada. Solo me tomó con firmeza, llevándome sin esfuerzo hacia la habitación.Sentí su agarre alrededor de mi cintura, cargándome, y aunque parte de mí aún estaba aturdida por la intensidad del castigo, otra parte se sentía segura en sus brazos.Entramos al baño, y el aroma a lavanda y eucalipto me envolvió apenas cruzamos la puerta. La bañera estaba lista, llena de agua tibia que soltaba pequeñas nubes de vapor. Parecía todo tan delicado, tan diferente a lo que acababa de pasar.—Esto te aliviará, —murmuró Nicola con su tono bajo y autoritario.El agua parecía perfecta, calmante y relajante, pero lo que más me s
ValentinaLlegamos a la cama, y, en un solo movimiento, ambos caímos sobre el colchón, su cuerpo aún sobre el mío.El impacto fue suave, el deseo que lo acompañaba era implacable, un hambre que Nicola no se molestaba en ocultar.Sentía su fuerza, su control, y al mismo tiempo su desesperación, como si cada segundo sin moverse fuera un castigo que no podía soportar.Sus ojos se clavaron en los míos, ese azul profundo que tantas veces me había advertido que Nicola era un hombre peligroso, uno que tomaba lo que quería sin pedir permiso.Esta vez no había palabras, no había advertencias. Solo el deseo absoluto de estar juntos, de entregarnos el uno al otro sin restricciones.—Valentina... —murmuró mi nombre con voz ronca, mientras sus manos se aferraban a mi cabello.Mi cuerpo entero reaccionó a esa simple palabra, mis nervios encendieron una chispa que recorrió cada parte de mí.Empezó a moverse sobre mí, no estaba siendo delicado, pero tampoco era brutal, era un equilibrio perfecto entr
ValentinaAl otro lado de la línea, podía escuchar a mamá gritar emocionada.Su voz aguda cortaba en el fondo de la conversación, ignorando por completo la furia de papá.—¡La fiesta de los Moretti! —exclamó ella. —Vamos a ir, ¿verdad? ¡Por fin, Palermo y sus grandes fiestas!—¿Eres tan idiota que no entiendes lo que significa? —continuó mi padre, su tono cada vez más agresivo. —¡No quiero que nos vean involucrados con ellos!Cerré los ojos un segundo, intentando bloquear sus gritos, pero era imposible.—No fue mi intención, papà, —traté de explicar con la voz apagada. —Solo... solo es mi amiga...—¡Cállate! —gritó, cortando cualquier intento de aclaración.Sentí que mi cuerpo entero se encogía, mi estómago empezó a doler por la ansiedad que se extendía por cada rincón de mí.—No me importa lo que creas que estabas haciendo. —Su voz se volvió más fría, y eso era casi peor que su rabia. —Lo que me importa, Valentina, —continuó, enfatizando cada palabra como si estuviera explicándole al
NicolaEl sonido de las voces en la sala era distante.Frente a mí, los proveedores seguían hablando de cifras, de cargamentos y entregas. Mi mente debería estar al cien por ciento enfocada en la conversación, en las rutas que tomaríamos y en los detalles de las transacciones.Pero no estaba ahí.Mis pensamientos volvían una y otra vez a ella, como lo había estado haciendo durante toda la maldita mañana.Me obligué a mirar los papeles que estaban sobre la mesa. Podía ver los números y gráficos de las entregas de los próximos meses, pero mi atención no estaba en los negocios.No podía.No cuando cada parte de mí seguía pensando en la manera en que Valentina había gemido mi nombre, cómo había sido completamente mía.—Nicola, —la voz de Lorenzo me sacó de mis pensamientos, devolviéndome a la reunión. —¿Qué te parece la propuesta?Mis ojos fríos se encontraron con los de él, pero antes de que pudiera contestar, una notificación llegó a mi teléfono. Un aviso discreto, pero uno que reconocí
NicolaLa sostuve así, sin decir nada, solo acariciando su cabello, esperando a que su dolor saliera del todo.Sus lágrimas empaparon mi camisa, pero no me importaba. El mundo entero podía caerse, y no me movería hasta que ella estuviera mejor.Después de horas, sus sollozos se hicieron más suaves, más entrecortados. Pero no me moví. Seguía acariciando su cabello, dándole el espacio que necesitaba.—Nicola... —su voz salió apenas como un susurro, y supe que estaba lista para hablar.—Dime qué está pasando, —susurré, sin mostrar ni una pizca de lo que ya sabía.No debía saber que la había estado escuchando.Ella respiró hondo, su cuerpo aún temblando, y comenzó a contarme.—Mi papà... él siempre... siempre ha sido así, —comenzó, su voz rota por la tristeza. —Todo lo controla. No le importa lo que yo quiero... no le importa cómo me siento. —Su mano se apretó contra mi camisa. —Y, él... él me ha comprometido con Antonio Donati.Cada músculo en mi cuerpo se tensó.Antonio. Ese maldito nom