ValentinaGracias al cielo el fin de semana había terminado.La intensidad de esos días en la mansión Moretti me había dejado exhausta, tanto física como emocionalmente.Ahora, de vuelta a mi rutina en la universidad, sentía un alivio inesperado al estar de nuevo en la seguridad de mi pequeño apartamento.Bianca había pasado a desayunar conmigo esa mañana, como solía hacerlo todos los días.La charla fue ligera, nada fuera de lo común, hasta que se le escapó un pequeño detalle que encendió mis alertas: su hermano había viajado fuera del país por negocios.Sacudí cualquier pensamiento de él de mi cabeza cuando llegué a clase.El aula estaba llena de mis compañeros, todos hablando en voz baja mientras esperaban al profesor.Esta era mi rutina, la que me mantenía anclada al presente.Relaciones internacionales eran una de mis clases favoritas, no solo por los temas, sino porque las discusiones en clase solían ser interesantes. Hoy no era la excepción.Estábamos en medio de un debate sobr
Valentina—Está bien, —respondí con una sonrisa. —Una cena de compañeros suena bien.Su sonrisa se agrandó al escuchar mi respuesta, y pude ver un brillo de satisfacción cruzar sus ojos. Daba la impresión de que no estaba acostumbrado a que la gente le dijera que no, y haberlo aceptado le había dado ese impulso extra de confianza.—Entonces, paso por ti hoy a las ocho, —dijo, dando un paso hacia atrás. —Conozco un restaurante cerca del campus que tiene una excelente comida mediterránea. Te va a encantar.Asentí, sintiéndome un poco inquieta por haber aceptado pero... Tal vez esto era justo lo que necesitaba: una noche normal, lejos de las locuras en las que estaba últimamente.—Perfecto, nos vemos a las ocho, —respondí sin dejar de sonreír.—Nos vemos luego, Vale, —dijo, dándome una última mirada antes de salir y perderse en el pasillo.Mientras me dirigía hacia la salida, no podía ignorar esa pequeña voz en mi cabeza que me advertía que, aunque intentara mantenerme alejada, la sombra
ValentinaNos sentamos, y el mesero apareció casi al instante para tomar nuestras órdenes. Daniel pidió por los dos sin siquiera mirar el menú, algo que me molestó muchísimo.No porque hubiera elegido mal la comida, sino porque ni siquiera había considerado consultarme. Esa fue la primera bandera roja.—¿Entonces? —preguntó, cruzando los brazos sobre la mesa, inclinando su cuerpo hacia adelante. —¿Qué opinas del lugar? Bonito, ¿verdad?La verdad era que me sentía fuera de lugar.Cada persona en el restaurante parecía más elegante, más preparada para ese tipo de lugar, mientras yo estaba con mis jeans y blusa, recordando su comentario anterior sobre "vestirme mejor".—Sí, es muy bonito, —respondí, agarrando una servilleta y colocándola sobre mis piernas.Durante la cena, Daniel se insinuó todo el tiempo, diciendo comentarios que me hacían sentir cada vez más incómoda.Parecía que no podía mantener una conversación normal sin intentar pasar algún comentario inapropiado.—¿Sabes? —dijo m
ValentinaLa descarga fue inmediata, un chasquido fuerte que llenó la habitación, seguido por el grito de dolor entre dientes de Daniel.Su cuerpo se tensó, los músculos contrayéndose involuntariamente mientras la electricidad recorría su cuerpo.Su agarre sobre mí se aflojó, y me aparté de él, cayendo hacia un lado, jadeando por aire.Daniel se tambaleó hacia atrás y tropezó con la mesa ratona en el centro de la sala.Su cabeza giró, y en ese preciso momento, la parte de atrás de su cráneo se clavó contra una estatuilla de la Torre Eiffel que estaba sobre la mesa en el centro de la sala.La pequeña estatuilla se hundió en su cabeza con un crujido espantoso, atravesando su cuero cabelludo y hundiéndose en su cráneo, saliendo entre sus cejas.Pude escuchar el sonido de los huesos partiéndose, la sangre saliendo de los orificios, oscura y espesa, manchando la superficie de la mesa ratona y goteando en el suelo.Por un segundo, no pude moverme.Mi respiración se quedó atrapada en mi pech
Valentina—Bianca, escúchame bien, —dijo su hermano con su tono calmado, pero autoritario. —Necesitas calmarte y escuchar exactamente lo que voy a decir. Ahora no es momento de entrar en pánico, ¿entiendes?Ella asintió, aunque sabía que Nicola no podía verla.Mi cuerpo aún temblaba, y mi mente era un caos. La presión de la situación estaba a punto de hacerme explotar, pero sabía que si yo también me desmoronaba, todo sería peor.—Primero, ambas deben ponerse guantes. ¿Tienen guantes de látex? —preguntó, y por un momento parecía que nada de esto lo afectaba.Hablaba con la misma naturalidad que si nos estuviera dando indicaciones sobre cómo cambiar una rueda de un auto.Bianca asintió de nuevo, pero esta vez habló.—Sí, ví una caja en el baño, —murmuró.Estaba al borde de las lágrimas, pero aún así corrió hasta el baño a traer los guantes con el teléfono en mano.—Bien, —respondió, completamente tranquilo justo cuando Bianca volvía a mi lado. —Ahora, necesitan quitar la estatuilla que
NicolaFrente a mí, tres hombres discutían con calma medida sobre las rutas de la próxima entrega.Había visto esa mirada muchas veces en mi vida, y sabía leer perfectamente cuándo alguien estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario por el negocio. Así que los escuchaba con atención, mientras Lorenzo estaba a mi lado, revisando documentos, una rutina que habíamos repetido miles de veces.Estábamos discutiendo un negocio importante con una red de tráfico internacional, hombres con conexiones en países de los que ni siquiera podía hablarse en voz alta.Y aunque mi rostro se mantenía inmutable, mi mente ya estaba dos pasos adelante, calculando cada posible riesgo, cada movimiento en el tablero. No era un negocio pequeño, y no podía permitirme distracciones.Entonces, el sonido del teléfono de Lorenzo rompió la discusión.Mi primera reacción fue ignorarlo.Pero cuando vi que Lorenzo revisaba la pantalla y su rostro se tensaba por un breve segundo, supe que algo no estaba bien. Mi inst
ValentinaHabíamos hecho todo lo posible por limpiar el desastre de anoche, pero no podía sacar mi mente de lo que había pasado.El olor a lejía aún impregnaba el aire del apartamento, mezclándose con un tenue rastro metálico de sangre que no terminaba de desaparecer, haciendo que el lugar se sintiera asfixiante, como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía escapar.Bianca había insistido en que fuéramos juntas a la mansión, que debíamos obedecer las órdenes de Nicola, que estaríamos más seguras allí.Pero yo no iba a hacer eso. No iba a dejar que Nicola me controlara. Ella no entendía la dinámica entre nosotros, y yo no estaba dispuesta a explicárselo.Me quedé en mi apartamento. Sabía que estaba tomando un riesgo, suponía que desobedecer una orden directa de él no era algo que debía tomarse a la ligera, pero no podía pensar con claridad, y menos con Nicola metiéndose se en mi vida de esa manera.Estaba acostada en mi cama, mirando el techo mientras él sol del amane
NicolaEl camino hacia la mansión fue un borrón de adrenalina y frustración.Cuando me enteré de que Valentina no había cumplido con mi orden de irse allí, sentí cómo algo dentro de mí se rompía, se encendía con una furia irracional.No era solo enojo por la desobediencia. Claro que sí, me enfurecía que no hubiera hecho lo que le dije que hiciera, pero más que nada, estaba preocupado.No quería admitirlo, pero esa preocupación me corroía por dentro, me hacía sentir como si estuviera perdiendo el control. Y si había algo que no podía soportar, era la falta de control.Salí disparado hacia su apartamento.Algo dentro de mí me empujaba, una mezcla de ira y ansiedad que no podía controlar. Cada segundo que pasaba me sentía peor, pensar en que no la había protegido como debía... Ese pensamiento me volvía loco.Cuando llegué al edificio, toqué el timbre dos veces, con mucha fuerza, y demasiado rápido.Mis nervios me estaban jugando una mala pasada, y no tener mi teléfono a mano para revisar