ValentinaLuca no se quedó atrás. Su mirada era un poco más descarada, y pude ver en su expresión que ya estaba planeando su próximo movimiento.No podía evitar sentir una ligera tensión en mi estómago. Sabía que esto era parte del juego social, que los hombres coqueteaban y probaban su suerte, pero había algo en su manera que me hacía sentir... observada, casi como un objeto.Si bien la conversación fluía de manera ligera, con los dos primos haciendo bromas y coqueteando de forma evidente, mi amiga se reía y los reprendía suavemente, yo me sentía muy incómoda. En un momento una chica vino a saludar a Bianca y se la llevó con otro grupo.Apenas se fue, una mano grande y firme, se colocó en la parte baja de mi espalda.—Sabes, Valentina, —susurró Luca con un tono que intentaba ser seductor mientras sus dedos se movían ligeramente contra mi piel, —Las mujeres como tú nunca deberían quedarse solas en una fiesta tan grande. Necesitan... compañía.Mi cuerpo se tensó de inmediato, una mezcl
La panteraEstar entre ellos se había vuelto parte de mi vida cotidiana.Caminaba, observaba sus gestos confiados, las miradas de superioridad que intercambiaban, como si fueran invencibles.Se creían intocables, rodeados de su poder y sus armas, incapaces de concebir que una amenaza como yo pudiera infiltrarse en sus vidas.Y mucho menos delante de sus narices.Eso era lo más irónico de todo: que ellos, tan orgullosos de su posición, no podían ver que el verdadero peligro no venía de afuera, sino de alguien que estaba justo entre ellos.Los malditos Moretti tenían una deuda con mi familia, una deuda que había nacido en sangre y que solo podía ser pagada de la misma manera.Desde el día que perdí a mis padres, mi vida dejó de ser mía. Mi tutor, el hombre que me había salvado de morir junto a ellos, se encargó de hacerme una mujer fuerte, letal, una sombra que acechaba en la oscuridad, esperando el momento adecuado para cobrar venganza.Tenía solo cinco años cuando mataron a sangre frí
NicolaMe alejé de la fiesta, tratando de mantener la calma, pero sentía cómo la rabia y los celos me quemaban en mi interior.El aire fresco de la noche no hacía nada por enfriar el fuego que ardía dentro de mí, tanto por la rabia de tener que tolerar a Renata delante de todos, como el calor abrasador de estar cerca de Valentina y no poder reclamarla ante todos... aún.Cada vez que pensaba en Valentina, rodeada de esos imbéciles, sonriendo, dejando que la tocaran, que la miraran… el nudo en mi pecho se apretaba más.Maldita sea.Sabía que no tenía derecho a sentirme así, pero no podía evitarlo. Valentina me estaba volviendo loco.Caminé a grandes zancadas hacia la casa, sin mirar atrás, dejando el ruido de la fiesta lejos de mí.Necesitaba despejarme, poner distancia entre Valentina y yo antes de hacer algo que nos pusiera a los dos en peligro.Pero lo cierto es que no podía escapar de ella. Ni siquiera encerrándome en mi oficina, podía dejar de pensar en lo que estaba haciendo allá
NicolaAntes de que pudiera dar el siguiente paso, me lancé hacia adelante, mi mano agarrando su muñeca.Tiré de ella hacia mí, obligándola a girarse mientras sus ojos se agrandaban con sorpresa.—¿A dónde crees que vas? —le susurré, mi voz ronca aún por el placer que me acababa de dar.La arrastré hacia mi escritorio y, con un único movimiento, la levanté y la senté sobre la fría superficie de madera.Su respiración se aceleró, y vi el cambio en su expresión. Esa mezcla de deseo y desafío en sus ojos que la hacía tan peligrosa y tan malditamente irresistible.Mis manos se deslizaron por sus muslos, subiendo lentamente por debajo de su vestido mientras ella intentaba mantener la compostura.Pero su respiración entrecortada y el leve temblor en sus piernas me decían que estaba tan afectada como yo.Cuando llegué a la fina tela de sus bragas, no dudé. Con un movimiento rápido, las saqué, tirándolas a un lado.—Esto me lo quedo, —le dije con una sonrisa oscura mientras veía cómo su cuerp
ValentinaNicola seguía embistiendo con una fuerza casi desmedida, y cada golpe de su cuerpo contra el mío enviaba oleadas de placer por todo mi ser.Sentía cada centímetro de él llenándome, estirándome, y el calor que se acumulaba en mi vientre crecía sin parar.Mi respiración era entrecortada, y apenas podía controlar los gemidos que salían de mis labios. El placer era tan abrumador que me sentía como si estuviera al borde de explotar en cualquier momento.Giré la cabeza, mirándolo por encima del hombro, y lo que vi me dejó sin aliento.Nicola estaba completamente deshecho. Su rostro estaba contraído de placer, sus cejas fruncidas, sus labios entreabiertos mientras gemidos roncos salían de su garganta.Verlo así, tan arruinado por mí, me llevó al borde.Era como si en ese momento ambos estuviéramos completamente expuestos, sin máscaras ni juegos de poder, solo la verdad desnuda de lo que éramos el uno para el otro.Ese pensamiento, esa imagen de él perdiéndose en mí, me hizo perder
NicolaEl auto arrancó suavemente, alejándose de la mansión, pero mis pensamientos aún estaban atrapados en lo que había sucedido minutos antes con Valentina.Sentía su calor todavía impregnado en mi piel, la presión de su cuerpo contra el mío, el sabor de sus labios en los míos.Había dejado la oficina de manera abrupta, pero cada fibra de mi ser me exigía regresar, arrastrarla lejos de todos y mantenerla a mi lado, sin que nadie más se acercara a ella.La obsesión crecía, y esa maldita mujer tenía la capacidad de mantenerme completamente desquiciado.Estaba tan metido en mis pensamientos que apenas me di cuenta de que Lorenzo me estaba observando a través del retrovisor.Su sonrisa arrogante y despreocupada me sacó de mi ensimismamiento.—La próxima vez que tengas compañía, solo avisa, —dijo con sus ojos fijos en mí a través del espejo.Gruñí, dejando que mi irritación fuera evidente. No tenía paciencia para sus comentarios en ese momento.—Eso no te limitó a molestar, —espeté devol
NicolaLevanté la navaja y me agaché junto a él, colocando la hoja contra su mejilla, justo debajo del ojo.Su cuerpo se tensó de inmediato, y vi cómo las lágrimas continuaban cayendo, mezclándose con el sudor y los fluidos que salían de su nariz.Era realmente patético.—No fue lo que pienso, —repetí en voz baja, como si estuviera reflexionando sobre sus palabras. Mi mano se movió con lentitud, permitiendo que el filo de la navaja rozara suavemente su piel, sin ejercer aún presión. —¿Qué fue entonces? ¿Un simple malentendido? ¿Una oportunidad que no pudiste resistir?Su silencio era todo lo que necesitaba. Todos sabíamos que no había excusas que pudiera usar, que su destino estaba sellado.Pero eso no significaba que fuera a matarlo. No, eso solo significaba que su sufrimiento sería más largo antes de que todo terminara.Me levanté de nuevo y comencé a cortar su camisa, rasgando el tejido hasta dejar su torso expuesto.El frío del almacén hizo que su piel se erizara, y vi cómo sus mú
ValentinaGracias al cielo el fin de semana había terminado.La intensidad de esos días en la mansión Moretti me había dejado exhausta, tanto física como emocionalmente.Ahora, de vuelta a mi rutina en la universidad, sentía un alivio inesperado al estar de nuevo en la seguridad de mi pequeño apartamento.Bianca había pasado a desayunar conmigo esa mañana, como solía hacerlo todos los días.La charla fue ligera, nada fuera de lo común, hasta que se le escapó un pequeño detalle que encendió mis alertas: su hermano había viajado fuera del país por negocios.Sacudí cualquier pensamiento de él de mi cabeza cuando llegué a clase.El aula estaba llena de mis compañeros, todos hablando en voz baja mientras esperaban al profesor.Esta era mi rutina, la que me mantenía anclada al presente.Relaciones internacionales eran una de mis clases favoritas, no solo por los temas, sino porque las discusiones en clase solían ser interesantes. Hoy no era la excepción.Estábamos en medio de un debate sobr