ShadowLlegué a casa tarde por la noche.Apenas entré me di cuenta que estaba solo.Una sonrisa tiró de mis labios sabiendo que, a pesar de lo solitario que se sentía, este silencio no duraría mucho tiempo.Me senté en el sofá, buscando el mando de la televisión. Cuando lo encontré, escuché el sonido de la llave girando en la cerradura.Gabriella entró, con una cara de cansada, pero hermosa como siempre. Traía su mochila al hombro, todavía vestía el uniforme y el cabello desordenado en un moño alto.—Hola, —suspiró exhausta.A pesar de eso, me regaló una sonrisa tierna antes de acercarse y darme un beso.Ella tenía esa habilidad casi mágica: borraba todos mis problemas con una sonrisa o un beso.—¿Cómo estuvo tu día? —pregunté mientras ella dejaba el bolso a un lado.—Interminable. Pero sobreviví, como siempre, —respondió con una sonrisa agotada, caminando a la cocina—. ¿Tienes hambre? Voy a preparar algo rápido.—Te ayudo, —dije, levantándome del sofá y siguiéndola.Gabriella ya esta
ValentinaEstaba recostada en la cama, la casa estaba en silencio, como si hasta las paredes estuvieran esperando a que Nicola volviera con mi tan ansiado helado de pistacho.Mi teléfono vibró al lado mío. Lo desbloqueé automáticamente y vi que el mensaje era del grupo que tenía con Bianca y Gabriella: “Las reinas”, cortesía de Bianca, obviamente.Gabi: "Renzo la cagó."Fruncí el ceño, enderezándome un poco en la cama.B: "¿Qué pasó?"Yo: "¿Qué hizo ahora ese idiota?"Gabi: "Asumió que no quiero casarme ni tener hijos. ¿Puedes creerlo? Como si nunca hubiera querido algo serio con él."Solté una risa seca y negué con la cabeza. Ese era Renzo, siempre tan idiota con las cosas importantes.B: "¿Qué le pasa? Gabi, él es un bruto. Pero te digo algo, te ama. Solo que su cerebro no siempre funciona como debería."Yo: "B tiene razón. Renzo tiene el corazón en el lugar correcto, pero su cabeza… bueno, eso es otro asunto. ¿Dónde estás ahora?"Gabi: "En el taxi. Estoy llegando a mi apartamento.
NicolaTenía el tiramisú en el asiento del copiloto, y en mi interior una mezcla de irritación y resignación.Valentina me estaba volviendo loco con sus antojos y demandas, pero no podía negarle nada, no a la mujer de mi vida.El sonido del teléfono interrumpió mis pensamientos. La pantalla del auto mostró que era una llamada grupal del maldito grupo que Lorenzo había nombrado como "Los tres idiotas". Chasqueé la lengua, aceptando la llamada mientras seguía conduciendo.—¿Qué pasa ahora? —pregunté con mi tono seco y algo cansado.La voz de Shadow explotó al otro lado de la línea, acelerada y tensa.—¡Nicola! ¡Es Gabriella! Llegué a su apartamento y estaba todo hecho un desastre. Almohadas, muebles, todo tirado. Había una nota… —se detuvo un segundo, respirando pesado—. Una maldita nota que decía: "Pronto te contactaremos."Fruncí el ceño, mi mandíbula apretándose al escucharlo.—Cálmate, Renzo, —dije con voz firme, tratando de mantenerlo bajo control—. Dime exactamente qué viste.—¡Y
ValentinaRigel cortó la llamada y tiró el teléfono a un lado.En un abrir y cerrar de ojos estaba a mi lado, sacándose la máscara de la cabeza, antes de agacharse para intentar darme una mano. Aunque no podía coordinar ni un movimiento.Podía ver en sus ojos desorbitados, y su rostro, el terror que sentía.—Lo siento mucho, mi señora, —dijo con su voz entrecortada, evitando mi mirada—. Se me fue la mano, no fue mi intención…Levanté un dedo, deteniéndolo antes de que siguiera disculpándose.—No te preocupes, —respondí mientras sacudía el polvo de mi ropa—. Hiciste lo que te pedí, y lo hiciste bien.A pesar de mis palabras, el hombre parecía a punto de desmayarse.—No tuve mucha opción… —murmuró, su voz aún temblando—. Usted me amenazó con matarme si no lo hacía.Una pequeña sonrisa curvó mis labios mientras me encogía de hombros con indiferencia.—Bueno, y cumpliste. Así que aún podrás respirar. No te quejes tanto.Bianca y Gabriella se levantaron del suelo, quitándose la sangre fals
NicolaLa lluvia golpeaba mi rostro, pero no me importaba.Ni siquiera sentía el agua que empapaba mi ropa, pegándola a mi piel.Mi mente estaba en un solo lugar, en un solo pensamiento: Valentina.Todo lo demás era ruido de fondo.El dolor en mis manos, la sangre seca en mis nudillos, los cuerpos que habíamos dejado atrás… nada de eso significaba nada.Ella lo era todo, y cada segundo que pasaba sin encontrarla era una agonía que me carcomía por dentro.Avancé hacia la última puerta del escondite de la Camorra, con Lorenzo y Shadow siguiéndome de cerca. Pero ellos no hablaban. Sabían que no había espacio para distracciones. Sabían que yo estaba al borde del colapso, o peor, algo que ni ellos podrían controlar.Dos hombres custodiaban la entrada, fumando con una tranquilidad que me enfermó. No pensé, no dudé. Levanté mi pistola y disparé, directo a sus cabezas. No esperé a que cayeran.Ni siquiera me detuve a ver cómo sus cuerpos golpeaban el suelo. Mi respiración era pesada, mis paso
NicolaEl golpe vino rápido, directo a mi mandíbula.Apenas lo vi venir. Tropecé hacia atrás, llevándome una mano al rostro mientras lo miraba, sorprendido, pero aún más enfurecido.—¿Eso es lo que piensas? —gritó Lorenzo, su voz llena de rabia—. ¿Qué no soy capaz de protegerla? ¿Después de todo lo que hemos vivido juntos?—¡No eres suficiente! —le respondí, lanzándome sobre él con un puño que golpeó en su estómago.Se encorvó por un segundo, pero no cayó. Le tomó poco tiempo recuperarse. Pero cuando lo hizo, me devolvió el golpe con todas sus fuerzas.Nos enredados en una pelea que ninguno de los dos estaba dispuesto a perder.Shadow se levantó de un salto, intentando separarnos.—¡Basta ya, maldita sea! —gritó, separándonos a ambos con fuerza—. ¡¿En qué demonios están pensando?!Nos miramos, respirando con dificultad, ambos con los puños levantados pero sin dar el siguiente golpe. Mi pecho subía y bajaba con fuerza, y mi mente aún estaba nublada por la furia.—¿Eso es todo para ti?
ValentinaTerminamos en un enorme sillón frente a una televisión plana en una suite del hotel más caro de la ciudad.Una de ellas había elegido una película para cerrar la noche. Las tres teníamos un gran tarro de helado que devorábamos con ansias.En la televisión veíamos una película romántica y cursi. No me interesaba lo más mínimo, pero decidí no decir nada, porque, por primera vez, parecía que estábamos disfrutando de una noche tranquila.Gabriella se burlaba de los clichés, y Bianca hacía preguntas tontas que, sorprendentemente, ambas respondíamos.Me recosté, sintiéndome cómoda, aunque una parte de mí sabía que esta calma era temporal.Mi teléfono vibró sobre la mesa, y supe que algo más estaba pasando. Lo sentí incluso antes de ver la notificación.Tomé el teléfono y desbloqueé la pantalla, viendo el mensaje que acababa de llegar. Era de Rigel. Una foto.Mis ojos se clavaron en la imagen y sentí cómo la sangre me hervía.Nicola estaba sentado en un bar, con una expresión sombr
ShadowMe movía en la ciudad, pasándome el límite de velocidad establecido, pero ya nada importaba.Después de la paliza que nos dimos en la casa de Nicola, lo único que me importaba era seguir buscando a mi mujer. Aunque tuviera que hacerlo solo.Me estaba volviendo loco, no podía dejar de pensar en Gabriella, en el secuestro, la nota, su rostro en esa videollamada...Nicola, Lorenzo y yo habíamos quemado cada rincón de Palermo buscando a nuestras mujeres, y aún no teníamos ni una puta respuesta.Giré en una esquina y, de repente, mi mirada se fijó en algo que no esperaba ver. Frente a un hotel, bajo las luces titilantes del letrero, estaban Gabriella y Bianca, de pie en la acera, esperando un taxi.Mis manos apretaron el manubrio con tanta fuerza que sentí los nudillos tensarse.Frené con brusquedad, deteniendo la motocicleta de golpe. El chirrido de las ruedas al detenerse hizo que algunos peatones se giraran a mirarme.Apenas me dió el tiempo de poner la pata a la motocicleta y cr