ShadowMe movía en la ciudad, pasándome el límite de velocidad establecido, pero ya nada importaba.Después de la paliza que nos dimos en la casa de Nicola, lo único que me importaba era seguir buscando a mi mujer. Aunque tuviera que hacerlo solo.Me estaba volviendo loco, no podía dejar de pensar en Gabriella, en el secuestro, la nota, su rostro en esa videollamada...Nicola, Lorenzo y yo habíamos quemado cada rincón de Palermo buscando a nuestras mujeres, y aún no teníamos ni una puta respuesta.Giré en una esquina y, de repente, mi mirada se fijó en algo que no esperaba ver. Frente a un hotel, bajo las luces titilantes del letrero, estaban Gabriella y Bianca, de pie en la acera, esperando un taxi.Mis manos apretaron el manubrio con tanta fuerza que sentí los nudillos tensarse.Frené con brusquedad, deteniendo la motocicleta de golpe. El chirrido de las ruedas al detenerse hizo que algunos peatones se giraran a mirarme.Apenas me dió el tiempo de poner la pata a la motocicleta y cr
Bianca—Bianca —dijo, clavando los ojos en los míos—, ¿puedes explicarme qué demonios creías que estabas haciendo?—Lorenzo… —empecé, pero no me dejó continuar.—No, no digas nada —interrumpió, levantando una mano mientras respiraba hondo, intentando controlarse—. Estabas en un maldito hotel, desaparecida, mientras tu hermano, mi hermano y yo quemábamos media Palermo buscándolas. ¿¡En qué carajos estabas pensando!?Intenté respirar, mantenerme calmada pero su tono y la intensidad de su mirada, me hicieron temblar.—Valentina… —comencé de nuevo, pero él dio un paso más cerca, su mirada más oscura que nunca.—¡Valentina! Claro que fue idea de ella, ¿pero quién decidió seguirle el juego? —gruñó, señalándome con el dedo—. Tú, Bianca. Tú decidiste meterte en esto.Respiré hondo, cruzándome de brazos para intentar mantener el control de mi cuerpo.—Sí, lo hice —respondí, levantando el mentón en un gesto desafiante—. Quise hacerlo, fue mi elección. Valentina no me obligó.Lorenzo soltó una r
ValentinaNicola por fin se había dormido.Después de llegar a casa, me había hecho el amor como nunca antes; con una delicadeza y devoción que no había conocido antes.Cada beso, cada caricia cargada de amor. Terminamos exhaustos, no solo por el hecho en sí, si no que las emociones al final habían hecho mella en nosotros.Me había quedado recostada en la cama. Sus brazos estaban cruzados alrededor de mi cintura, su cabeza apoyada en mi pecho.Había llorado abrazado a mí, como un niño desbordado, sin barreras, sin máscaras. Su dolor había sido tan grande que me rompió por dentro.Tal vez todos piensen que fui cruel, que lo que le hice fue una maldita tortura... pero al verlo así, tan roto, comprendí que la verdadera tortura era para mí.El sonido del teléfono vibrando sobre la mesita de noche me hizo abrir los ojos de golpe.Moví la cabeza para verlo, pero no quise despertar a Nicola. Su rostro estaba relajado, sin rastros del dolor de antes, y no quería ser la responsable de arrebata
NicolaMe desperté sintiendo un vacío a mi lado que no debería estar allí.Mi mano tanteó entre las sábanas, pero no encontré nada más que el frío de la cama vacía. Abrí los ojos, el corazón golpeándome en el pecho, y miré a mi alrededor. No estaba. Mi esposa no estaba.Salí corriendo de la habitación, vistiendo solamente un boxer, sin importarme nada ni nadie. Mi mente llenándose imágenes de ella y mi hijo en peligro que se repetían una y otra vez.Bajé las escaleras saltándome escalones, y me encontré de frente con dos de los guardias en la entrada principal. Ambos miraron automáticamente al suelo apenas verme desnudo y con el rostro marcado por la ira.—¿Dónde está mi mujer? —arrastré las palabras.Ellos intercambiaban miradas incómodas. Uno se rascó la nuca, mientras que el otro carraspeó antes de responder:—En la cocina, señor.Me detuve por un segundo, parpadeando. Estaba asimilando ese escenario y conectándolo con las imágenes que mi mente se esmeraba en mostrarme para mi torm
LorenzoTenía a mi mujer entre mis brazos, su cabeza estaba descansando en mi pecho mientras sus dedos dibujaban círculos perezosos sobre mi piel.Moría de ganas por saltarle encima y hacerla mía... Pero ya me había "informado" de los arreglos que había hecho a mis espaldas con sus amigas...—¿Qué tal si cancelamos todos nuestros planes y nos quedamos aquí? —murmuré, inclinándome para besarle la frente.Mis manos comenzaron a deslizarse por su espalda con un propósito claro, y está vez no sería tan duro con ella. Al fin y al cabo, era mi esposa y no el objeto que había intentado mostrarle la noche anterior.Ella levantó la cabeza y me miró con una sonrisa divertida.—¿"Todos nuestros planes"? —preguntó levantando una ceja—. Tenemos un plan, y es ir a almorzar con tu jefe, tu único amigo, quien también es mi hermano, por si se te olvidó.Solté un gruñido bajo, frustrado, y dejé caer la cabeza contra la almohada.—Valentina fue la que inventó esa locura del secuestro, ¿por qué tendría q
ShadowEstaba en la iglesia, admirando el lugar, aunque más por falta de algo mejor que hacer que por verdadero interés en los detalles.Miré mi traje, ese que Gabriella había elegido cuidadosamente para mí, y que, según ella, me hacía ver “sofisticado". Lo único que sabía era que me apretaba demasiado y que la corbata parecía diseñada para estrangularme.Casi ocho meses habían pasado desde que me había arrodillado frente a ella con un anillo en la mano, y cada día después de eso había sido un auténtico tormento.Las flores. Las invitaciones. Los postres. Mierda.Había sobrevivido a disparos, torturas y misiones suicidas, pero nada me había preparado para el infierno de planear una boda.Suspiré, acomodándome el cuello del traje mientras mi mirada recorría el altar.Gabriella me había explicado cada detalle del lugar, pero, sinceramente, no recordaba nada de lo que me había dicho. Solo asentí como un idiota enamorado porque sabía que verla feliz valía todo ese esfuerzo.Aunque, claro,
NicolaLa ceremonia había sido un éxito total.Conocía bastante bien a mi capo para saber que, decir esas palabras tan sinceras en público, le había sido un esfuerzo enorme. Y, aunque nunca se lo diría, estaba muy orgulloso de él.Ellos avanzaban tomados de la mano, mirándose de reojo, cada uno con una enorme sonrisa en sus rostros.Valentina iba a mi lado, con una mano apoyada en mi brazo. Estaba cada día más hermosa, aunque ella dijera lo contrario.Aunque fue toda una odisea, me sentía muy feliz de haber visto día a día como crecía su vientre.Acompañarla a cada revisión médica, cada ecografía dónde veía a mi hijo, era lo mejor que me había pasado en la vida.Desde que lo sentí moverse en el vientre, hacíamos competencias con Lorenzo para ver cuál de nuestros bebés pateaba más fuerte, cosa que no era muy divertido para mí hermana y mi mujer.Mi teléfono ya no tenía más espacio, tenía fotos y videos de cada momento del embarazo, y, al pensar en todo eso, no podía dejar de mirar a mi
NicolaTodo mi mundo estaba reducido en esa sala y a la mujer que estaba quejándose en la cama, a punto de darme un hijo.Me acerqué a Gabriella cuando se acomodó para revisar a mi mujer. La vi moverse con profesionalismo, levantando la sábana para examinar algo que yo, en mi estupidez, no había anticipado.—¡¿Qué demonios estás haciendo?! —rugí, mi voz resonó en la sala como una explosión.Gabriella levantó la vista y me miró con ese maldito aire de doctora paciente.—Estoy revisando la dilatación, Nicola, cálmate.—¡¿Qué demonios es eso?! —grité, señalando hacia la entrepierna de mi esposa.Al ver tanta sangre y la amplitud del sexø de mi mujer, sentí como me bajaba la presión.Gabriella suspiró, como si estuviera lidiando con un niño en plena rabieta.—Eso, Nicola, es tu mujer dando a luz. ¿Qué esperabas? ¿Magia?—¡Eso no es natural! ¡Es… es…! —No podía ni terminar la frase. ¿Cómo demonios iba a soportar Valentina algo así?Era una locura, una maldita locura.Lorenzo, en un intento