BiancaLa casa de Nicola y Valentina era imponente, aunque no tenía la frialdad que imaginé la primera vez que la vi.Había algo cálido en los detalles, en los muebles elegantes, las flores frescas que adornaban cada rincón y la iluminación, perfectamente calculada para cada espacio.Pero, claro, también había algo más, algo que siempre sentías al estar cerca de ellos: un peso, una intensidad que no te permitía olvidar quiénes son.Lorenzo y yo estábamos en la cocina, preparando un café mientras hablábamos en voz baja.Llevábamos días entrenando, y aunque no lo diría en voz alta, Lorenzo me estaba matando con su disciplina en ambos sentidos. No tenía ni idea de que podía ser tan estricto, pero a la vez, tan paciente conmigo.Sus ojos brillaban cuando nuestras miradas se cruzaban, pero ambos sabíamos que teníamos que mantener las apariencias. Nicola nunca perdonaría que me metiera con su consigliere, su hombre de confianza.Justo cuando estaba a punto de soltar otra de mis provocacione
Bianca—Vamos a salir de la duda—, respondió Valentina, sus palabras directas pero llenas de calidez—. He mandado a buscar un test de embarazo.—¿Un qué? —pregunté, mis palabras casi un grito mientras la idea empezaba a tomar forma en mi cabeza—. ¡No puede ser eso! Valentina, no puedo estar…—Puede ser, o puede que no lo sea—, interrumpió ella, cruzándose de brazos mientras me miraba con seriedad—. Pero, descartaremos eso primero, si es negativo, vamos al médico.—No… no lo sé, pero… —me llevé las manos para cubrirme el rostro, necesitando calmar la oleada de emociones que me golpeaban.Detrás de nosotras, Shadow estaba recogiendo los restos del pollo con una expresión que parecía estar desconectado de lo que estaba pasando, aunque no pudo evitar lanzar un comentario.—Bueno, bueno, —dijo mientras cerraba la bolsa con los restos—. Parece que podríamos tener un pequeño Moretti en camino.Le lancé una mirada furiosa, pero no dije nada. Mi mente estaba demasiado perdida lidiando con la m
ValentinaEl arma de Nicola estaba apuntando directamente a la cabeza de Lorenzo, la tensión en la cocina ya era insoportable.Podía ver todos los músculos del cuerpo de mi marido tensos, su dedo estaba sobre el gatillo, y todo en él proyectaba que ya había tomado la decisión de lo que haría.Pero yo lo conocía mejor que eso.Lorenzo se movió para cubrir a Bianca, y ella, con lágrimas en los ojos, parecía petrificada.Yo, en cambio, no dudé. Me coloqué frente al cañón del arma, enfrentando a Nicola con una mirada que reflejaba la mezcla de rabia y determinación que sentía.—¡Deja de hablar y dispárale de una vez! —grité, mi voz resonó en la habitación.Todos se quedaron congelados.Incluso Nicola parecía sorprendido por mis palabras. Sus ojos me miraron por un instante, intentando comprender si realmente lo estaba desafiando.—¿Qué demonios estás diciendo, Valentina? —gruñó entre dientes, sus manos temblando ligeramente mientras mantenía el arma levantada.Di un paso hacia él, mis ojo
ValentinaTodo parecía un cuento de hadas, la decoración de la iglesia, con arreglos de flores blancas en cada extremo de los bancos, la alfombra de pétalos que llevaba directo al altar. Muy cursi a mi parecer, pero no era mi boda...Los invitados habían llegado hace más de media hora, y todo iba de acuerdo a lo planeado, hasta que los murmullos por la tardanza de la ceremonia comenzaron a llegar a mis oídos.Me había quedado con Bianca en una habitación dentro de la misma iglesia, ella ya estaba con su vestido blanco, con un corte tradicional, idea de Nicola, pero también un poco atrevido en el escote, idea de mi querida cuñada.Pero en lugar de estar saltando como una niñita que al fin recibiría el regalo que más quería en navidad, ella estaba caminando de un lado a otro, presa de un ataque de nervios, mientras arrastraba el vestido de novia por el suelo, repitiendo una y otra vez:—Esto es un desastre, —murmuró, llevándose las manos a la cara, y yo solo podía agradecer que el maqui
ValentinaLorenzo, sin importarle dónde y frente a quienes estaba, sonrió con admiración y amor.Dió un paso hacia ella, tomando sus manos entre las suyas, mientras acercaba su rostro y la besaba en la mejilla.—No esperaba otra cosa de tí… —le murmuró con orgullo.Solo los que estábamos en primera fila lo escuchamos, y mi corazón se aceleró al sentir el amor contenido en esas palabrasElla lo siguió con la mirada mientras él se separaba, sus ojos muy abiertos, sorprendida tal vez, por ser tan espontáneo frente a todos.Lorenzo no le dió tiempo a responder o hacer nada, metiendo la mano en el bolsillo de su pantalón para sacar una cajita.Se hincó frente a ella, ignorando por completo los murmullos de los invitados, y la abrió, mostrando un anillo hermoso, con una enorme piedra de diamante.—Bianca, —comenzó con su voz cálida, sin titubear—. Te amo desde el primer día en que te vi... Y jamás me atreví siquiera a soñar que podrías sentir lo mismo por mí. Nunca fui tan valiente para dec
ValentinaEl sonido de la música y los latidos desbocados de mi corazón, eran lo único que podía escuchar en mi mente. Y ninguno de ellos callaba el lío de emociones que había empezado a sentir.La ceremonia en la iglesia había terminado, y ahora estábamos en nuestra casa, donde se decidió, bueno, mi marido ordenó, que se realizara la fiesta.Pero a pesar de la alegría que debería estar sintiendo por mi amiga, no podía dejar de pensar en lo que estaba por venir.Sabía que, al llegar el final de esta noche, también llegaría el fin de la vida de Alessandro.Era su destino, uno que él mismo había ganado. Sin embargo, algo en todo aquello me dejaba un sabor amargo.No podía descifrarlo.Quizás era el peso de los recuerdos, de todo lo que había significado para mí y para Shadow, aunque eso ya no tuviera lugar en nuestras vidas.Caminé hasta la barra en un rincón de la sala, donde las botellas exclusivas brillaban, esperándome.Tomé una copa limpia y me serví un poco de whisky, el líquido á
ValentinaEn ese momento, la puerta se abrió de golpe. Alessandro giró la cabeza bruscamente y sus gritos se silenciaron de inmediato.Nicola entró primero, su presencia oscura y autoritaria llenando la sala como siempre lo hacía, seguido de Bianca y Lorenzo.Mi marido vino directamente hacia mí; su mirada pasó primero a Alessandro y luego se clavó en mis ojos, evaluándome detenidamenteSin decir una palabra, rodeó mi cintura con su brazo, su contacto fuerte y firme, demostrando a todos que yo era suya... pero también mostrándome a mí su apoyo incondicional.Bianca caminó con una lentitud digna de un depredador. Sus ojos nunca abandonaron a Alessandro, que ahora era más una sombra del hombre que había sido hace unas semanas atrás.Ella se detuvo frente a él, cruzándose de brazos mientras lo miraba con algo que no era solo odio, sino una especie de calma helada.—Yo decidiré tu final, Alessandro, —dijo, su tono controlado pero cargado de odio—. Pero... no voy a ensuciarme las manos con
NicolaEl humo y el olor a metal quemado aún impregnaban el aire del sótano.Alessandro había encontrado su final, pero a decir verdad, la satisfacción que debería sentir no estaba.Estaba de nuevo en ese lugar, tres días después, con las manos en los bolsillos de mi pantalón, mirando el toro de hierro, ahora frío y silencioso.Solo quería que esto terminara de una vez, que limpiaran todo el maldito desastre y que yo pudiera salir de allí.Dos de mis hombres trabajaban en silencio, sus movimientos mecánicos mientras sacaban lo que quedaba del cuerpo de Alessandro. No los miraba directamente; no tenía interés en los detalles.—Sean rápidos, —ordené con voz grave—. No quiero rastro alguno de esto por la mañana.Asintieron sin hablar, y uno de ellos cerró una bolsa negra antes de seguir limpiando."¿Por qué mierda estoy aquí?" Esa era la única pregunta que me atormentaba.En ese momento, no me importaba la limpieza, ni el maldito cadáver, ni siquiera el hecho de que Alessandro había sido