14. Aún duele

Emma

Permanecía acostada en el mismo lugar donde Alexander me dejó. El entorno a mi alrededor se había vuelto aún más denso y helado, como si el mundo se hubiera quedado sin luz, sin calor. La voz de Kira, resonaba como un murmullo distante y confuso, como un eco suave que pasaba entre las copas de los árboles.

Sin el consuelo de poder siquiera mover un dedo para escapar de aquella oscuridad que me envolvía y que cada vez me hundía más en un pozo que se hacía más profundo, reviviendo cada palabra, cada gesto, cada mirada que Alexander me había dedicado antes de marcharse.

Anhelaba con toda mi alma escapar de aquel pozo de desesperación, de aquella prisión sin barrotes físicos pero tan real como el vacío que sentía en mi interior. Deseaba con fervor encontrar una rendija de luz que me permitiera salir de aquel abismo emocional, pero mis fuerzas se desvanecen ante la magnitud de la tristeza que me embargaba.

De repente, percibí un suave pelaje que se recostó sobre mí, un calor reconfort
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