Capítulo 32.

Nos quedamos en el bosque los siguientes tres días.

Y, como la reina que soy, le ordené a mi súbdito que me trajera comida cada vez que tenía hambre.

Como justo en este momento en el que me encontraba cómodamente estirada en mi piel de lobo sobre una roca mientras Cole iba por el desayuno.

No es que fuera perezosa… de acuerdo, también fue por eso; pero lo que más me importaba es que no quería que me viera como un bicho raro cuando de la nada Tambor y Bambi se quedaran quietos para que yo me los pudiera almorzar. Creo que había logrado mi objetivo de no mostrarle esa peculiaridad hasta ahora. Bueno, más allá de algunos cuantos animales con cero instinto de conservación que no se inmutaron cuando llegamos por aquí hace unos días.

Un movimiento cercano atrajo mi atención y pensando que era el mango con patas, comencé a mover mi cola furiosamente. Pero entre los arbustos no salió mi lobo negro, sino uno café que se congeló al verme.

Yo me levanté lentamente para ponerme en una posición má
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