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La llamada
La llamada
Por: AnaMartinez
No regreses jamás

―¡Qué estás haciendo! ―  le grito a Bea mientras rompe otro de los platos y escucho cómo los pedazos rebotan por el piso ― ¡Estás destruyendo todo! 

Bea sigue tomando cosas y arrojándolas contra el piso, se supone que él molesto debería ser yo, no ella. Sé que tal vez le dije de muy mala manera que nuestra relación debía de terminarse pero no sabía como decírselo ¿le enseño las fotos de ella con el otro tipo con el que me engañó mientras yo hacia negocios en Latinoamérica? o ¿Debía llevarla a cenar e un restaurante lujoso para darle la noticia?

Ella sigue moviéndose por el piso tomando cosas, arrojándolas, y yo sólo he decidido quedarme parado a esperar que se tranquilice, aunque debo admitir que en este momento tengo ganas de tomara de las manos y sacarla de este lugar; estoy muy cansado y sólo quiero recostarme, cerrar los ojos y olvidarme de todo.

― ¡Que me ves imbécil! ― me grita provocándome pero estoy decidido a no caer en su juego ― No me puedes hacer esto ¿sabes? Tengo todo listo para casarme contigo, el vestido, las damas, el lugar, el menú, las flores.... y ahora vienes a decirme que no.

― Bea, las fotos son claras, eres tú saliendo de ese hotel con el tipillo ese que siempre te gustó ¿no era más fácil decirme que no querías nada conmigo? 

Ella me ve con rabia. No sé qué le pesa más, que la hayan descubierto y las fotos hayan salido a la luz, o que yo le hubiera reclamado eso y muchas cosas más. Era obvio que nuestra relación iba de mal en peor, pero por un momento supuse que yo podría salvarla, que cuando regresara de hacer negocios y tuviera tiempo para ella, arreglaríamos las cosas y todo esto se evitaría, pero ya me di cuenta que no. Bea sigue de agresiva, grosera y tiene arranques que nunca pensé que vería.

― ¡Qué le diré a mis padres! ― Dice mientras saca una maleta y comienza a buscar sus cosas en el cajón ― ¡Qué les diré a mis amigas! ― exclama angustiada.

― No sé, Bea ― contesto frío, aunque en verdad me estoy muriendo por dentro. Ella se supone que era la mujer de mi vida, con la que compartiría todo, la que creció conmigo en este mundo tan difícil y a pesar de todo surfeó desde las olas buenas hasta las malas, nos casaríamos en Paris en el verano y ahora, no hay futuro para los dos de ninguna forma.

Me muevo a la cocina y comienzo a mover con el pie los pedazos de vidrio que hay sobre el piso aún no entiendo el porqué destruir una vajilla qué es lo que planea ¿dejarme sin nada con que pueda comer? Con el único vaso que hay sobre el lavavajillas tomo un poco de agua, tengo la boca seca de tanto gritar y quejarme, esta pelea ya va para las 3 horas y veo que no se terminará.

Bea molesta jala las cosas del armario y los echa sin doblar a otra maleta que ya ha sacado y recostado en la cama. Ahora que lo veo no sabía que ella tenía tantas cosas, la mayoría compradas por mí porque era mi placer y gusto consentirle. Le compré vestidos, zapatos, joyas, bolsas e incluso uno que otro viaje para ella y su hermana menor. Cuando le dije que se viniera a vivir conmigo, lo hice porque quería tenerla cerca, porque mi idea de verla al regresar de gira o después de un día pesado era lo ideal en una relación. El platicar,  compartir todo juntos,  despertar y dormir con ella, todo eso parece que fueron tonterías y el interés despertó y cubrió el amor. Porque sé que Bea me amaba, ahora no estoy seguro.

Dejo el vaso sobre la barra de la cocina y me siento en uno de los banquillos, ella sigue haciendo la maleta, la hace y la deshace, sé que quiere desesperarme y que yo me pare de inmediato para decirle que se apure, que estoy cansado, que ya no la quiero ver aquí. Tal vez piensa que le diré qué puede regresar cuando el piso esté solo para llevarse sus cosas pero no le daré ese placer. Si quiere vivir con el otro que lo haga, pero que me dejé en paz primero a mí.

― Javier  ― me dice entre lágrimas ― Te juro que no pasó nada, todo es un vil malentendido, los medios me están haciendo quedar como la infiel, pero te juro que sólo íbamos pasando por ahí, él no me interesa, me interesas tú.

Bea camina hacia mí con el rostro mojado y me toma del rostro obligándome a darle un beso en los labios, muevo la cara al lado y lo esquivo. Ella insiste, me forza a regresar a la posición normal y vuelve a besarme. Odio, odio que sus besos sean increíblemente buenos, después de tantos años, ella sabe muy bien cómo besarme y tocarme para hacerme sentir bien, amado, seguro. Nuestros labios comienzan a subir la intensidad y nuestras lenguas a coordinarse, me dejo llevar, no sé si porque quiero darle otra oportunidad o simplemente porque sé que esta puede ser la última vez que la bese de esta manera.

― No ― digo firme separando mi rostro del suyo ― No Bea, no me convencerás. Me engañaste mientras llevabas ese anillo, que con tanto amor te di, en el dedo, aprovechaste que yo estaba fuera del país para comportarte como se te dio la gana y en la primera oportunidad que tuviste me engañaste con no sé quién ― expreso con coraje lo último.

¿Cómo puedes ser tan cínica y cruel y pensar que con unos besos te perdonaré?

Ella se aleja y los ojos brillosos  comienzan a derramar lágrimas, no sinceras, pero lágrimas que a cualquier personan mueven y convencen. Me pongo de pie y camino hacia atrás de la barra, ella se queda en su lugar sin decirme nada ¿qué más me puede decir? Nada, porque las pruebas están ahí y ella lo debe de admitir.

― Pero mi amor ― Dice rogando ― Te lo juro, este anillo que debo en mi dedo es todo para mí, lo sabes porque nunca me lo he quitado y lo muestro orgullosa.

― Sí, pero que nunca te lo quites no muestra fidelidad Bea. Hay gente que nunca se quita una cadena o unas argollas y son completamente infieles, hay otros que no llevan un anillo de compromiso y viven en unión libre y son fieles uno al otro, las joyas son simbólicas, no detallan el grado de fidelidad.

El drama continúa, y como niña chiquita se arrodilla en el suelo y comienza a llorar ― No me dejes Javier , tú eres todo lo que tengo. No tengo dónde ir, no sabría que hacer, no conozco a nadie más aquí―.

― Pues eso hubieras pensado cuando entraste feliz a ese hotel ¿te la pasaste bien Bea? ¡Lo disfrutaste? ¿El tipo de hace mejor el amor que yo o te coge simplemente? ― Este es mi tono de coraje hablando, este el es Javier  lleno de ira que está surgiendo al ver que la mujer que ama ahora le arma un teatro para que no la deje ir.

― No, no, nadie me hace el amor como tú lo haces. 

― ¡Mientes! ― grito de pronto.

Doy la vuela a la barra y camino hacia la habitación, en mi coraje comienzo a guardar la ropa que hace falta en su maleta y ella llega de pronto y comienza a sacarla y arrojarla al suelo ― ¡Basta Bea! ― le grito y ella me abraza.

― Te prometo que no volverá a pasar, te prometo que me cuidaré más, que no haré cosas que parezcan malas. Sabes que yo te amo, que respeto tu carrera, que soy toda tuya―.

Ella se recarga en mi brazo y comienza a mojar con lágrimas mi playera, presiona mi brazo tan fuerte que me empieza a incomodar. Trato de zafarme pero no me deja. No quiero actuar agresivo porque puede ser contraproducente, así que cierro los ojos y trato de pensar en lo que debo hacer.

Bea sigue llorando, no puede parar de llorar y sin que yo quiera admitirlo sus lágrimas comienzan a ganarme y mi corazón se empieza ablandar, pero rectifico y con la fuerza suficiente me muevo y me zafo de sus manos ― Apresúrate, te llamaré un taxi.― Hablo firme y ella se limpia las lágrimas.

― ¡Eres un patán! ― Me grita ― ¿Cómo dejas a una mujer a la mitad de la noche a su suerte? ―.

― Ni es la mitad de la noche, todavía es buena hora, y no soy ningún patán ¿así me llamas por haber descubierto tu engaño?

Bea se arrodilla y comienza a recoger la ropa que ha tirado al suelo, ya no llora, de pronto el llanto ha parado ― Es tu culpa ¿sabes? ― Murmura entre dientes.

― ¿Mi culpa? ― respondo repentinamente indignado.

― Sí, es tu culpa, porque me descuidaste, porque me abandonaste, todas esas ausencias pegan de alguna manera y en mí lo hicieron duro, porque pasaba semanas sola, esperándote mientras tu te divertías por ahí y conocías lugares nuevos.

De pronto mi risa es incontenible, trato de no hacerlo pero me ha ganado ¿cómo una infidelidad  puede ser justificada de esta manera? ― ¿Es en serio? Quieres decir, no espera, me estás diciendo que me fuiste infiel porque yo salí a trabajar. Bea, puede que pienses que me estoy divirtiendo, pero en verdad esto es lo que hago ¡para vivir! y tú lo sabías, desde el momento que me conociste, y no me digas que no, sabes que esta es mi vida. 

― Pero ¿Y yo? ¿dónde estoy yo?― vuelve a repetir.

― En este momento, estás a punto de largarte de mi piso ― Respondo enojado.

Ahora soy yo quien camino hacia el armario y termino de tomar sus cosas dentro de la maleta, pensé que no caería en provocaciones pero ella lo ha logrado y de una manera olímpica. Voy al baño y tomo su shampoo, jabón, guardo en su cosmetiquera todo el maquillaje, que se compró con mi dinero, tomo una que otra cosa que le pertenece y salgo para ponerlo sobre la cama.

― Te ayudo ― le digo enojado ― Si tanto te cuesta empacar lo hago con todo gusto por ti.

Ella enojada comienza a echar las cosas a la maleta y a cerrarla con furia, después toma su bolsa de mano y va al tocador para abrir la pequeña caja donde guarda todas sus joyas y la vierte en la bolsa dejándola vacía ― Supongo que quieres esto ― afirma enojada y se quita el anillo de compromiso, se mete al baño y lo arroja dentro del WC para después jalar la palanca, desaparece rápidamente y el ruido del agua vuelve a correr ― Se fue con la mierda, ¡porque esto  es una mierda! ― Grita enojada.

Cierra el otro bolso extra que sacó y lo mete forzado a la maleta, no cabe, así que comienza a abrir el maquillaje y lo esparce por mis sábanas manchándolas completamente, hace lo mismo con el shampoo y el acondicionador. Respiro, necesito respirar antes de hacer algo de lo que me arrepienta, no puedo creer lo que está pasando.

― Te vas a arrepentir Javier Montenegro, te vas a arrepentir porque nunca encontrarás a nadie como yo que te aguante todo lo que haces.

― La que se va a arrepentir es tú, porque no creo que el tipillo te dé lo que yo te di, ni en esta vida, ni en millones más ― digo enojado ― No quiero que regreses Bea ― y ella comienza a caminar fuera de la habitación jalando la maleta y cargando su bolsa y el bolso pequeño ― NO quiero que regreses a mi vida, grábatelo bien, porque te juro que te dejaré con las maletas en la puerta.

― ¡Hasta crees que lo haré! ― Grita orgullosa mientras abre la puerta del piso ― Que tengas una vida horrible Javier , todo esto se paga ― y azota la puerta dejándome dentro sin poder decir nada.

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